Lo que nuestro hogar debería ser: Parte 2

Resumen

Cuando un hombre y una mujer unen sus corazones y comienzan una vida juntos, deben incluir a Cristo en tal vida nueva.

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Debería ser un hogar dedicado a Dios

Debería ser tan sagrado como la casa de adoración; debería ser un lugar donde Dios es glorificado. Se debería erigir constantemente un «altar a Dios», y nosotros deberíamos tener comunión íntima con Él. Como el líder de antaño, deberíamos exclamar: «yo y mi casa serviremos a Jehová» (Josué 24:15). El apóstol Pablo exhortó a que los hombres oren en todo lugar (1 Timoteo 2:8). Debemos orar sin cesar en el hogar (cf. 1 Tesalonicenses 5:17). La maldición de Dios está sobre el hogar que ha rechazado reconocerlo: «Derrama tu furor sobre las naciones que no te reconocen, y sobre las familias que no invocan tu nombre» (Jeremías 10:25, NVI).

La familia es más antigua que la iglesia. La primera religión fue una religión familiar. El padre era el «sacerdote» o «ministro». Noé edificó un altar cuando salió del arca, y adoró a Dios (Génesis 8). Cornelio, el centurión gentil, oraba a Dios con su familia (Hechos 10). Cuando un hombre y una mujer unen sus corazones y comienzan una vida juntos, deben incluir a Cristo en tal vida nueva. Siempre Lo deben tener como un invitado honrado en el hogar. El hogar que tiene a Jesús es un hogar rico; el hogar sin Jesús es un hogar pobre, incluso si sus paredes son del material más fino y sus muebles de la confección más hermosa.

El pequeño hijo de un granjero fue a visitar la casa del niño de un hombre rico. El niño pobre miró los cuadros espléndidos en las paredes y la cantidad de juguetes de su amigo, y luego dijo a su compañero: «Mí no tengo cuadros bonitos y muchos juguetes en mi casa, pero mí tengo Jesús en mi casa. ¿Tienes Jesús en tu casa?». Cuando el niño se marchó, el otro niño fue a preguntar a sus padres: «¿Tenemos a Jesús en nuestra casa?».

Esta es una pregunta que todos nosotros deberíamos considerar. «¿Tiene a Jesús en su hogar?». Yo preferiría vivir en una choza pobre, con pisos de tierra y paredes sin cuadros, y dormir en una cama de paja, pero con la presencia de Jesús en mi hogar, que vivir en una mansión con todas las comodidades modernas, pero sin Jesús en mi hogar.