La vida más allá de este mundo

Resumen

Cuando Cristo regrese, juzgará al mundo entero y abrirá las puertas del cielo y del infierno. ¿Dónde habitará usted?

La vida del cristiano es física y también espiritual; está compuesta del ejercicio de aquellas prescripciones prácticas y ceremoniales de la religión cristiana. Pero en un aspecto muy real, también es eterna: el cristiano no existe solamente para esta vida presente. De hecho, una vez que Dios «forma el espíritu del hombre dentro de él» (Zacarías 12:1), el hombre llega a ser inmortal, teniendo comienzo, aunque no final (Eclesiastés 3:11). Sabiendo esto, el cristiano vive y sirve a Dios en preparación de la eternidad en la cual participará: la vida más allá de este mundo. Pero antes de hablar de lo que está «más allá», debemos considerar la fragilidad de la vida física en vista de dos realidades:

  • La realidad de la muerte

  • La realidad de la Segunda venida de Cristo

La primera realidad es un fenómeno natural y común; la segunda es un fenómeno milagroso y universal.

La realidad de la muerte

Nadie que haya vivido algunos años en la tierra puede negar que hay un «tiempo de morir» (Eclesiastés 3:2). Al final de cuentas, el hombre que nace de mujer también es «corto de días» (Job 14:1). El escritor de Hebreos describió la realidad de la muerte al decir que «está establecido para los hombres que mueran» (9:27).

Se estima que alrededor de sesenta millones de personas mueren cada año.[1] La muerte visita a todos —ancianos y jóvenes, pobres y ricos, enfermos y sanos—; y si este mundo permanece por cien años más, el que escribe esta lección (y muy probablemente el que la lee) habrá pasado a la historia. Por tanto, en vista de la realidad de la muerte, el hombre debe meditar en lo que está más allá de la tumba (Eclesiastés 7:2).

La realidad de la Segunda venida de Cristo

Sin embargo, aunque podemos hacer referencia a la muerte como una realidad inevitable de la vida, lo cierto es que no todos moriremos; pues existe otra realidad que es incluso más segura que la muerte misma: la Segunda venida de nuestro Señor Jesucristo. Mientras los discípulos observaban a su Maestro resucitado que regresaba al Padre en las nubes del cielo, dos ángeles se presentaron y les dijeron: «¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo» (Hechos 1:11). Ellos simplemente estaban repitiendo lo que Jesús ya había prometido a Sus discípulos (Juan 14:1-3).

Así que no todos moriremos, pero todos presenciaremos la Segunda venida de Cristo. El apóstol Juan aseguró: «He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él» (Apocalipsis 1:7). El apóstol Pablo escribió a la iglesia en Tesalónica:

Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor (1 Tesalonicenses 4:16-17).

Pablo hizo referencia a dos grupos en este pasaje —los muertos en Cristo y los cristianos que estarán vivos al tiempo del fin—, y luego afirmó que ambos grupos presenciarían el regreso de Cristo. Desde luego, no solamente los cristianos serán testigos de este evento, sino también todo el mundo (cf. Juan 5:28-29); y aunque han pasado casi dos milenios desde que Jesús ascendió al Padre, este tiempo que algunos consideran como «tardanza» de ninguna manera anula la promesa de Su regreso (2 Pedro 3).

La realidad de la muerte y el regreso de Cristo abre las puertas a la realidad de la vida más allá de este mundo; y al hablar de esta nueva dimensión de la vida, podemos considerar tres realidades adicionales:

  • La realidad del Hades

  • La realidad del Juicio final

  • La realidad del cielo y del infierno

La primera realidad se relaciona directamente a la muerte, la segunda realidad a la Segunda venida de Cristo, y la tercera realidad al dictamen del Juicio final.

La realidad del Hades

Ya que Cristo todavía no ha regresado, una primera pregunta que responder es: «¿Qué pasa con aquellos que mueren antes de Su Segunda venida?». Se ha sugerido varias teorías. Algunos sugieren que todos los muertos entran en un estado de dormitar continuo e inconsciente hasta que despierten en la resurrección de los muertos al regreso de Cristo. Es cierto que el Nuevo Testamento hace referencia a los muertos como aquellos que «duermen» (1 Corintios 15:6; 1 Tesalonicenses 4:13), pero esta es una figura de expresión (un eufemismo) para la muerte misma, «no un modo ontológico de hibernación».[2]

Otros, como los Testigos de Jehová, sugieren que los justos descansan en la muerte y que después serán resucitados para habitar en la tierra para siempre, pero que los impíos son aniquilados y dejan de existir.[3] Esta noción contradice la recompensa celestial, la justicia de Dios y todos los versículos que hablan del castigo eterno de los impíos (e. g., Mateo 25:46; 2 Tesalonicenses 1:6-10; Judas 7).

Por otra parte, el catolicismo declara que en la muerte cada hombre recibe su retribución eterna, sea la dicha celestial futura a través de un proceso de purificación, sea directamente la vida eterna en el cielo, o sea inmediatamente la condenación eterna en el infierno.[4] En cuanto al supuesto estado de purificación conocido como el «purgatorio», el catolicismo enseña que los «que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo».[5] Por ende, la Iglesia católica apoya la práctica de la oración por los muertos, ofrece sufragios a favor de ellos, y «recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos».[6]

La inconciencia del alma hasta la resurrección, la herencia terrenal eterna, la aniquilación de los impíos en la muerte y la purificación en el más allá son doctrinas erróneas. Jesús brindó información en cuanto al estado intermedio de los muertos cuando habló del rico y Lázaro en Lucas 16:19-31. De esta historia podemos concluir que los muertos, justos e injustos, van a un lugar llamado «Hades» (vs. 23).[7] Este lugar está dividido en dos partes (vs. 25): el lugar de consuelo (para los justos) y el lugar de tormento (para los impíos). En este lugar ambos están conscientes (vss. 23-25), y el destino de ambos ya está sellado (vs. 26). Este es el lugar de espera de los muertos, previo a la resurrección y el Juicio final (cf. Apocalipsis 20:11-15).

La realidad del Juicio final

El escritor de Hebreos aseguró la realidad del Juicio (9:27); el apóstol Pablo escribió que «todos compareceremos ante el tribunal de Cristo» (Romanos 14:10); el apóstol Pedro señaló que incluso los impíos «darán cuenta al que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos» (1 Pedro 4:4-5); y nuestro Señor presentó una descripción del Juicio final con las siguientes palabras:

Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. […] Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. […] E irán estos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna (Mateo 25:31-46).

La realidad del cielo y del infierno

Como podemos ver en la descripción de Cristo, el Juicio final abre las puertas del cielo y del infierno. Pero, aunque la mayoría de los cristianos reconocen y aceptan el concepto del cielo, cada vez menos cristianos creen en la existencia del infierno.[8] Sin embargo, Jesús hizo alusión a ambos lugares como reales —al cielo como el lugar del destino final de los justos, y al infierno como el lugar del castigo final de los impíos—, y calificó a ambos lugares como eternos (Mateo 25:46). Así que, si se reconoce que el cielo existe, también se debe reconocer que el infierno existe; y si se reconoce que el cielo es eterno, también se debe reconocer que el infierno es eterno. De hecho, el día que se extinga la llama eterna del infierno será también el día que se apagará la luz eterna del cielo (Marcos 9:43-48; cf. Apocalipsis 22:5).

El cielo y el infierno serán los únicos lugares de morada eterna ya que, al regreso del Señor, «los cielos [el firmamento] pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas» (2 Pedro 3:10). En contraste a la idea de que los fieles vivirán por siempre en esta tierra que supuestamente será renovada, el apóstol Pablo enseñó que «nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo» (Filipenses 3:20). Jesús mismo prometió: «En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros» (Juan 14:2). En su propósito original, solamente el cielo es el destino del hombre, pues el infierno fue preparado para el diablo y sus cómplices angelicales. Pero debido a su rechazo de Dios y su determinación de seguir el camino del diablo, el impío compartirá la morada y miseria eterna del diablo (Mateo 25:41; Apocalipsis 20:10).

La Biblia provee poca información en cuanto a la apariencia del cielo y del infierno. Ya que estos no son lugares físicos, entonces las descripciones físicas que la Biblia presenta (por ejemplo, las calles de oro o el mar de cristal para el cielo; el gusano que no muere o el fuego que no se apaga para el infierno) deben ser entendidas metafóricamente como indicaciones de la dicha celestial o el tormento infernal. Basta señalar aquí que la dicha del cielo será más grandiosa que cualquier gozo que podamos disfrutar (Mateo 5:12; Romanos 8:17-19), y que el tormento del infierno será más terrible que cualquier sufrimiento que podamos experimentar (Mateo 10:28; 18:6).

Conclusión

Ya que la muerte, la Segunda venida de Cristo y el Juicio final son una realidad, y ya que este mundo no es nuestro hogar permanente, entonces el cristiano debe prepararse para el encuentro con su Dios. El Señor no quiere que nadie perezca en el infierno (2 Pedro 3:9), sino desea que todos disfruten Su comunión eterna en el cielo (1 Tesalonicenses 4:17). La Biblia no habla de un rapto secreto de la iglesia, de una segunda oportunidad de salvación en un tiempo de tribulación después del regreso de Cristo, o de un reino aquí en la tierra. En cambio, cuando Cristo regrese, el mundo será destruido, y toda persona será juzgada para habitar uno de dos lugares: el cielo o el infierno. ¿Dónde habitará usted?

[1] The World Counts, accedido en agosto, 2022, https://www.theworldcounts.com/populations/world/deaths.

[2] Michael F. Bird, Teología evangélica [Evangelical theology] (Grand Rapids, MI: Zondervan Academic, 2020), 368.

[3] «¿Es el infierno un lugar de tormento?», Testigos de Jehová, accedido en agosto, 2022, https://www.jw.org/es/biblioteca/videos/ebtv/infierno-lugar-tormento/.

[4] Catecismo de la Iglesia católica, Artículo 12: «Creo en la vida eterna», 1022, accedido en agosto, 2022, https://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p123a12_sp.html.

[5] Catecismo, 1030.

[6] Catecismo, 1032.

[7] «Hades» es la palabra del Nuevo Testamento para «Seol», el término que el Antiguo Testamento usa para hacer referencia al lugar de los muertos (cf. Génesis 37:35; Números 16:30; 1 Samuel 2:6; Salmos 16:10).

[8] Al menos en los Estados Unidos; vea «Enfoques sobre el más allá» [«Views on the afterlife»], Pew Research Center, 23 de noviembre, 2021, https://www.pewresearch.org/religion/2021/11/23/views-on-the-afterlife/.