La respuesta ante la realidad del mal

Resumen

Sirva en amor a aquellos que sufren, evangelice con un corazón abierto y anticipe el cumplimiento de nuestra esperanza.

La pregunta: «¿Por qué no se puede parar el mal?», frecuentemente conlleva peso emocional que demanda introspección y reflexión honesta. Para muchos, la realidad del sufrimiento y del mal puede guiar a la duda y a la desesperación. Es esencial que consideremos estos sentimientos según un enfoque balanceado que reconoce la legitimidad de nuestros problemas y a la misma vez aboga por la firmeza de nuestra fe. Las respuestas teológicas ayudarán a la mente, pero el corazón todavía preguntará: «¿Qué significa esto en mi caso? ¿Cómo debería reaccionar cuando enfrento la realidad de que el mal todavía no ha llegado a su fin?». En breve, la respuesta es el amor, la fe y la esperanza.

El amor

Reconocer que el mal existe y enfrentarlo es crucial en nuestro crecimiento personal y comunitario. Mateo 5:14-16 insta a los seguidores de Cristo a ser luz del mundo, implicando un rol activo en la lucha contra el mal. Nuestra fe puede ser manifestada en el amor y el servicio, mientras buscamos promover la justicia y ofrecer apoyo a los que son afligidos por el sufrimiento. La involucración en actos de servicio a favor de los necesitados, el amparo de aquellos que son oprimidos y la compasión por los que sufren pueden transformar el entendimiento de nuestra confianza personal en Dios, permitiéndonos llegar a ser instrumentos de Su paz y amor.

No somos llamados a la pasividad. Aunque la victoria final pertenece a Dios, se manda a los cristianos a resistir el mal activamente. Romanos 12:21 exhorta: «No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal». No podemos detener el mal de una manera universal, pero, a través de actos de amor, justicia, perdón y misericordia, podemos oponernos al mal en nuestro círculo de influencia. Esta es la manera en que el pueblo de Dios revela la naturaleza de Su reino.

Cuando el mal nos golpea personalmente por medio de la pérdida, la traición o la enfermedad, respondamos con lamento y oración. Como el apóstol Pablo escribió en Romanos 12:15, y como podemos observarlo en la vida de Jesús (Juan 11:35), llore con los que lloran.

La fe

La confianza significa renunciar a la ilusión del control y hallar descanso en el carácter de Dios. Incluso cuando no sabemos por qué el mal persiste, podemos aferrarnos a las promesas de Dios.

Confiar en Dios en medio del mal puede no significar la cesación de preguntas, pero siempre producirá un enfoque más profundo de la fe. Cuando muchos creyentes enfrentan duda, encuentran consuelo en los salmos, donde los autores expresan de manera cándida su angustia y confusión, pero, al mismo tiempo, confirman su confianza en la bondad de Dios (Salmos 34:18; 73:26).

La oración es nuestra cuerda de salvavidas. Filipenses 4:6-7 nos exhorta: «Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús». La oración no siempre cambia las circunstancias, pero nos cambia personalmente, causando que nuestros corazones lleguen a estar en armonía con la soberanía de Dios y que seamos infundidos de paz en medio del mal.

La esperanza

Los cristianos vivimos por esperanza. El mal no es la última palabra. Apocalipsis 21:4 promete un futuro sin lágrimas ni dolor. Esta esperanza nos fortalece para soportar el presente. Pablo escribió en 2 Corintios 4:16-17: «Por tanto, no desmayamos […]. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria». Lo que sufrimos ahora es temporal comparado con el gozo que nos espera. Reconozca el dolor; el mal es algo terrible, y está bien lamentar. Luego comparta esperanza.

Además, somos llamados a evangelizar. Nuestra respuesta ante el mal llega a ser un mensaje para otros. Cuando enfrentamos el sufrimiento con fe, amor y esperanza, reflejamos el carácter de Cristo. Mostramos que el mal no puede destruir nuestra fe, ya que nuestra fe no se fundamenta en las circunstancias, sino en el carácter inmutable de Dios. «Ahora me gozo en lo que padezco […], y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia» (Colosenses 1:24). Pablo cumplió lo que faltaba de las aflicciones de Cristo al compartir el Evangelio con aquellos que necesitaban oírlo para que ellos también pudieran tener esperanza.

En el fondo, la pregunta en cuanto a la presencia del mal continúa siendo compleja y multidimensional. Nos insta a enfrentar la realidad de un mundo caído y de la esperanza del plan redentor de Dios. La reacción del cristiano no es ofrecer respuestas simplistas, sino considerar más profundamente el misterio de la fe, confiando en que Dios está obrando incluso en medio del sufrimiento.

Conclusión

La reflexión en cuanto a la continuación del mal nos guía a las profundidades de la teología bíblica, revelando las verdades teológicas profundas en cuanto a la confianza personal, el libre albedrío humano y la soberanía divina. Al fundamentar nuestro entendimiento y nuestro corazón en las Escrituras y considerar las dificultades de la vida fielmente, podemos enfrentar la realidad del mal mientras cultivamos una relación más profunda y significativa con Dios. Este proceso no solamente fortalece la fe, sino también revela nuestra respuesta al mundo, promoviendo esperanza y luz en un mundo que está lleno de oscuridad. En el fondo, la confianza en Dios en medio de nuestras preguntas sin contestar es un testimonio de nuestra fe y una invitación para vivir según el amor de Cristo en un mundo que necesita tal amor.

Como Romanos 8:18 asegura, los sufrimientos de esta vida no se comparan con la gloria venidera. Permitamos que esta verdad nos sostenga hasta que el mal sea vencido al final. Arraigue profundamente su fe en la Palabra de Dios. Jesús ya ha garantizado la victoria a través de la cruz y la resurrección. Sirva en amor a aquellos que sufren, evangelice con un corazón abierto y anticipe el cumplimiento de nuestra esperanza cuando Jesús venga por segunda vez para renovar todas las cosas.