La manera de evitar el afán por nuestros hijos

Resumen

Me gustaría decirle que usted nunca se afanará por sus hijos, pero aquí hay algunos pasajes que le brindarán confianza.

En mayo, Carl, mi hijo menor, tuvo un accidente en su motocicleta. Un camión trató de voltear a la izquierda en la carretera, y Carl lo golpeó a gran velocidad. La preocupación de mi esposa y de mí fue tanto por su salud inmediata y a largo plazo. Gracias a Dios, él se ha recuperado de todas sus heridas. Sin embargo, nuestras vidas han estado llenas de incidentes preocupantes similares—ya que dos de nuestros hijos han ayudado a desmantelar a un grupo de hurto local, otro ha detenido a un ladrón que trataba de escapar de una tienda como también a una pandilla; ellos se han roto algunos huesos, han tenido que ser llevados a la sala de emergencia, han pasado periodos en cuidados intensivos debido a problemas de salud, y han experimentado otros eventos peligrosos y accidentes cercanos. Desde luego, no todo se trata solamente de la salud. ¿Qué acerca de sus relaciones? ¿Qué acerca de sus trabajos, carreras y futuros financieros? ¿Qué acerca de la nación que están heredando, o de los hijos con los cuales Dios los bendecirá? Sobre todo, ¿qué acerca de su condición espiritual, su fe y su relación con Cristo? Con cada nueva etapa de la vida, hay nuevas preocupaciones que considerar. Tales preocupaciones no desaparecen cuando ellos dejan el hogar, sino se acumulan. Entonces, ¿cómo pueden los cristianos evitar afanarse por sus hijos?

Filipenses 4:6

Pablo nos insta a no afanarnos por nada. La palabra «afán» se relaciona al temor, una preocupación desmedida en cuanto al peligro o infortunio posible. Los pensamientos constantes en cuanto a eventos negativos pueden llegar a abrumarnos. Pablo nos dice que, en vez de caer en esta trampa, debemos orar (hablar con Dios y pedir Su ayuda), suplicarle (requerir urgentemente que atienda a nuestras necesidades; esto sugiere pedir y rogar) y expresar nuestra gratitud ante Él. Exprese específicamente la ayuda que busca de Dios. ¿Causará esto que se sienta peor? Absolutamente no. En cambio, «la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús» (vs. 7).

Lucas 12:25-26

Lucas registra las enseñanzas grandiosas de Jesús en cuanto a varios afanes materiales. En medio de tales enseñanzas, Jesús presentó un principio que se aplica a una variedad de asuntos. Él enseñó: «¿Y quién de vosotros podrá con afanarse añadir a su estatura un codo? Pues si no podéis ni aun lo que es menos, ¿por qué os afanáis por lo demás?». ¡Qué enseñanza tan práctica y sensible! ¿Qué cambiamos al afanarnos y preocuparnos desmedidamente? ¿Cambia el afán los resultados? ¿Evita el afán que las cosas malas o atemorizantes sucedan? ¿Anula el libre albedrío de los hijos o de los demás? No podemos estar en todo lugar a la vez para cuidar de nuestros hijos, pero Dios está en todas partes y conoce todo (vs. 30). No Se dormirá ni adormecerá el que nos guarda (Salmos 121:3-4). ¡Confíe en esto!

Mateo 6:33

Lo que Mateo registra es similar a lo que Lucas escribe en 12:22-32, aunque las palabras y las circunstancias son diferentes. El consejo aquí se relaciona a las prioridades. Es difícil dar las riendas a Dios, pero este es el consejo de Jesús para nosotros. Según el contexto, Jesús está lidiando con las cosas materiales en vez de nuestros lazos físicos con nuestros hijos. Pero sustituir una preocupación por la otra no cambia el principio. Es beneficioso para nosotros poner a Dios en el primer lugar tan pronto como sea posible, antes de que incluso nuestros hijos nazcan. Debemos esforzarnos en vivir según ese principio por todo el tiempo en que ellos están en nuestras casas, tratando de ejemplificar ese principio. Luego debemos continuar viviendo según ese principio cuando ellos dejen el hogar. El reino, la voluntad, la justicia, las metas y la Palabra de Dios deben tener el primer lugar. Teniendo esto en mente, confíe en que Dios cuidará no solamente de usted, sino también de aquellos cuyas vidas están bajo su cuidado. Jesús nos consuela dulcemente: «Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal» (vs. 34).

1 Pedro 5:7

Me gusta el hecho de que Pedro reconociera que todos tenemos ansiedades. Todos somos tentados a afanarnos (y todos nosotros, al menos en algunas ocasiones, sucumbimos a la tentación). Las palabras de Pedro son prácticas. Humíllese delante de la mano poderosa de Dios y ponga todas sus ansiedades sobre los hombros de Dios. Él es lo suficientemente fuerte para cargarlas. ¿Sabe cuál es la mejor parte? No solamente Él puede hacerlo, sino también quiere hacerlo. ¿Por qué? ¡A Él le importa usted! Él es su Padre. «Ansiedades» aquí significa preocupaciones. Nuestra vida es importante para Él; Él lo ama. Nosotros debemos detenernos a pensar que somos Sus hijos. Nuestro Padre ve el futuro, está en control de todas las cosas, nunca será sorprendido por los pesares de la vida, sino que siempre sabe lo que debe hablar, responder y hacer. Es imprudente no darle el control de las cosas por las cuales nos sentimos abrumados, consumidos y obsesionados.

Me gustaría decirle que nunca más me afanaré por mis hijos Gary, Dale y Carl. Los que conocen a mis hijos saben la clase de reto que ellos proponen. Me gustaría decirle que usted nunca se afanará otra vez por sus preciosos hijos. Pero ninguno de nosotros tiene que hacerlo. Nosotros podemos mejorar y tener más confianza al meditar en las verdades bíblicas, como en aquellas que hemos considerado en este artículo. Léalas nuevamente. Llénese de sus verdades consoladoras y útiles. Estos pasajes lo ayudarán a confiar más en Él en medio de cualquier circunstancia atemorizadora que enfrente en relación con la vida de sus hijos. ¡Esta no es una promesa mía, sino la de Él!