La Comunicación, el Amor y la Expectativa en el Matrimonio

Resumen

Debemos conservar a Dios en el trono de nuestros corazones, y buscar, amar y obedecer Su Palabra en nuestro matrimonio.

La Comunicación

La comunicación es vital para la relación matrimonial. Un aspecto de la comunicación ha llegado a ser un arte perdido; ese aspecto es la escucha. Frecuentemente nos entendemos mal ya que no se escucha todo lo que se dice. Es fácil interrumpir a la gente antes que termine de expresar su pensamiento completo. Algunas veces parte del problema es que estamos pensando en nuestra respuesta mientras ellos todavía están hablando, y pasamos por alto lo que se está diciendo. Debemos practicar Santiago 1:19 y ser lentos para hablar y para airarnos, pero prontos para oír. Si no oímos todo lo que se dice, con seguridad entenderemos incorrectamente. Escuchar es una forma importante de valorar y respetar a nuestro cónyuge.

Otro aspecto importante de la comunicación es el habla. Frecuentemente es una tentación contener la conversación (conservando el silencio) cuando algo que nuestro cónyuge ha hecho nos ha ofendido—aunque algunas veces es necesario guardar silencio para orar por la respuesta correcta y asegurarnos de no responder imprudentemente. Debemos recordar que no es nuestro derecho castigar a nadie, o “enseñar a alguien una lección”. Así que no deberíamos rehusar la conversación, el afecto ni ninguna otra cosa buena a nuestro cónyuge. Enseñar una lección o castigar a alguien es la prerrogativa de Dios (cf. Hebreos 10:30). Nuestra responsabilidad es amar a Dios en nuestra relación y tratar a nuestro cónyuge de la manera que nos gustaría ser tratados.

Debemos conservar a Dios en el centro de toda conversación. Dios escucha toda palabra que hablamos y considera nuestras palabras personalmente. Siempre debemos preguntarnos: ¿Diría esto a Dios? ¿Quisiera que Dios me oyera decir esto? Si la respuesta es “No”, entonces no debería decirlo (Mateo 12:34-37). Siempre tenemos una elección al respecto: ¿Serviremos a Dios o a nuestra naturaleza carnal? En cuanto a la comunicación, ¿serviremos a Dios con nuestras palabras, o serviremos a nuestras emociones (Mateo 5:38-45)? La práctica de la Palabra de Dios comienza en el hogar. ¿Deberíamos tratar a nuestro cónyuge de una manera inferior a la que Dios nos manda tratar a nuestros enemigos? Nuestro hogar es el primer campo de servicio al Señor.

El Amor

La razón principal de todo servicio a Dios debe ser el amor, pero muchos no entienden lo que es el amor. A diferencia del pensamiento popular, el amor no es un sentimiento vago o una atracción sexual. En breve, el amor es la decisión de poner a los demás en primer lugar (Filipenses 2:5; 1 Corintios 13:4-7). La manera de amar a Dios en nuestro matrimonio es amarle a través del amor a nuestro cónyuge. Todos somos poco dignos de amor en ocasiones, pero Dios nos enseña a no permitir que los demás determinen nuestro comportamiento (Mateo 5:39-47; Romanos 12:1-2). Debemos tratar a nuestro cónyuge de la manera que Dios manda, no según las acciones de nuestro cónyuge. Nuestro amor a Dios, que es la obediencia a Su Palabra, determina nuestro comportamiento. El motivo detrás de todo lo que hacemos como cristianos es agradar a Dios a través de la obediencia. Mi cónyuge puede cosechar los beneficios, pero esto no se trata de mi cónyuge; todo se trata de Dios. En el juicio, no podremos traer a nuestros cónyuges y usar la excusa de que ellos fueron la razón de nuestro comportamiento pobre. Ellos no deben ser nuestros dioses; pero les elevaremos a tal posición si permitimos que determinen lo que hacemos.

La Expectativa

Un área que puede producir un matrimonio débil o fracasado es la expectativa incorrecta. Cuando nuestro cónyuge no satisface nuestras expectativas, esto puede guiarnos a la desilusión, los sentimientos heridos y la ira. Dios nunca dijo que debemos esperar perfección de alguien excepto de Él (Salmos 62:5). Todos, incluso nosotros mismos, somos falibles; e incluso cuando tenemos las mejores intenciones, podemos no cumplir nuestra palabra. Solamente Dios garantiza que Él cumplirá Su Palabra. Cuando reconocemos que todo lo bueno viene de Dios (Santiago 1:17) y que Dios usa a la gente en nuestra vida para Sus planes, podemos abandonar las expectativas poco realistas que tenemos en cuanto a nuestro cónyuge y otras personas. Debemos asegurarnos de no elevar a nuestros cónyuges al lugar que solamente Dios merece. No debemos esperar que nuestros esposos hagan lo que Dios promete que Él hará. El consuelo (2 Corintios 1:3-4), la paz (Isaías 26:3) y la satisfacción verdadera (Hebreos 13:5) son bendiciones que solamente Dios promete proveer—si hacemos lo que dice que hagamos. Debemos honrar a Dios por cuidar de nosotros, incluso si Él usa a nuestros cónyuges para lograr tales cosas o nos usa a nosotros para hacer esto por ellos. Es Dios quien satisface tales cosas. Si nuestros cónyuges no lo hacen, Dios todavía suplirá la satisfacción de nuestras necesidades verdaderas (Filipenses 4:19).

Conclusión

Debemos asegurarnos de conservar a Dios en el trono de nuestros corazones, y buscar, amar y obedecer Su Palabra en la relación con nuestro cónyuge. Aunque no podemos controlar a los demás, este amor activo por Dios garantizará que hagamos todo lo que podemos para producir un matrimonio exitoso. Dios bendiga nuestros esfuerzos de agradarle y nos acepte como sacrificios vivos y adecuados para Sus planes.