Fortaleza en Debilidad

Resumen

Todos tenemos debilidades, pero si confiamos en Dios, Él puede usar nuestras debilidades para demostrar Su gran poder.

Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte (2 Corintios 12:7-10).

Hay mucha especulación en cuanto al “aguijón en la carne” de Pablo. ¿Fue alguna clase de dolor crónico—tal vez dolores de cabeza debido al estrés de sus viajes y la preocupación de las iglesias? ¿Fue malaria u otra enfermedad que le causó problemas de visión (cf. Gálatas 4:15; 6:11)? Estas son solamente algunas de las posibilidades que varios escritores han propuesto, pero mi propósito aquí no es hablar de lo que este aguijón pudo haber sido, sino aprender lo que nos enseña en cuanto a la manera en que Dios puede fortalecernos más en los momentos que parecen que somos más débiles.

Todos tenemos debilidades con las cuales lidiamos de vez en cuando. Considere la actitud de Pablo ante su aguijón. Pablo dijo que le “fue dado” un aguijón. Esto parece indicar que él llegó a reconocer su aflicción como un “regalo”, aunque no pareció ser una bendición cuando lo obtuvo. Por otra parte, también lo describió como “un mensajero de Satanás”, ya que Satanás usará para lo malo lo que Dios quiere que se use para lo bueno. Dios da solamente buenos dones (Santiago 1:17), pero Satanás usará las cosas buenas contra nosotros si así lo permitimos. Pablo se dio cuenta de que su debilidad era una protectora de su humildad. Como apóstol, Pablo pudo haber caído fácilmente en el hoyo del orgullo debido a las formas maravillosas en que Dios lo había usado como evangelista y profeta (2 Corintios 12:4). En una ocasión, ¡se pensó que Pablo era un dios (Hechos 14:11)! Esta aflicción previno que Pablo cayera preso del engaño del orgullo (cf. 1 Timoteo 3:7). Cuando Pablo oró para que se le quitara el aguijón, también aceptó humildemente la respuesta del Señor: “Bástate mi gracia”. Si Pablo se hubiera llenado de orgullo, él y otros pudieran haber llegado a pensar que “la excelencia del poder” (2 Corintios 4:7) era algo que pertenecía a los hombres mortales. Pero al aceptar el hecho de que él mismo estaba lleno de debilidades, permitió que el poder maravilloso de Cristo reposara sobre él (2 Corintios 12:9).

De ninguna manera Pablo fue el único que fue fortalecido en su debilidad (Hebreos 11:32-38), ya que la fortaleza de Dios se exhibió en la debilidad de Gedeón, quien nunca, a menos que Dios estuviera con él, hubiera podido derrotar a los madianitas con su banda lamentable de soldados que tomaban agua como lo hacen los perros (Jueces 6:15; 7:2-7). La fortaleza de Dios fue mostrada en Sansón—después que una mujer le quitara todas sus fuerzas (Jueces 16:15-21). Y todos sabemos que, sin la ayuda de Dios, un muchacho no puede matar a un oso o un león con solamente sus manos (1 Samuel 17:34-37)—¡mucho menos a un guerrero gigante con una honda y piedra!

Si piensa adicionalmente en esto, puede ver que encontramos nuestra fortaleza en la “debilidad” de Jesús. ¿No son los momentos más celebrados de Su vida aquellos momentos en que parece que fue más vulnerable? ¿Qué puede ser más débil que un bebé recién nacido? ¡Pero incluso los ángeles se regocijaron en el nacimiento de Jesús! ¿Qué puede ser más débil que un hombre a quien se le arresta, golpea y cuelga en una cruz sin ofrecer resistencia? Nuestro Señor tomó la apariencia de debilidad (Filipenses 2:5-8) para que pueda darnos el poder de llegar a ser hijos de Dios (Juan 1:12).