El fruto del Espíritu y nuestro cónyuge: Paciencia
| Resumen | Parte de la dificultad en el matrimonio tiene su fuente en la falta de la paciencia que debemos producir como cristianos. |
El hijo casado de Dios debe andar conforme al Espíritu. El apóstol Pablo escribió a la iglesia en Galacia para animarle a hacer esto:
Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley (Gálatas 5:16-18).
Al andar en el Espíritu, el cristiano naturalmente producirá el fruto del Espíritu:
Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu (Gálatas 5:22-25).
Con el tiempo, nuestra fidelidad a Dios producirá fruto variado. Ciertamente, la vida del cristiano se trata de la producción de fruto (Colosenses 1:10). Este proceso es continuo durante nuestra existencia terrenal y debería influenciar toda faceta de la vida, incluyendo el matrimonio. Un aspecto del fruto del Espíritu que debería ser demostrado con nuestro cónyuge y Dios es la paciencia (Efesios 4:2-3).
¿Qué es la paciencia?
La palabra «paciencia» viene del término griego makrothumia. Esta palabra tiene como su raíz los términos makros, que significa «largo», y thumos, que significa «temperamento». Así que la palabra significa «tener temperamento largo». El concepto de la «paciencia» es dilatar por un periodo largo antes de manifestar nuestro temperamento.
La virtud de la paciencia debería extenderse en todo aspecto de la vida. Deberíamos ser pacientes con nosotros mismos, con nuestra familia, con nuestros amigos, con los creyentes y con los que no lo son. Pablo señaló nuestra responsabilidad ante el mundo de esta manera:
También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los ociosos, que alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos (1 Tesalonicenses 5:14).
Una de las áreas en las cuales puede ser difícil practicar la paciencia es el matrimonio.
La paciencia es difícil
No nos gusta que nos traten mal. Cuando se nos trata mal, sentimos la necesidad de reaccionar. Para muchos, el temperamento reactivo es reconfortante. Lo cierto es que reaccionamos impulsivamente cuando no somos pacientes. Estamos acostumbrados a ver a otros como nuestros siervos en vez de ser siervos de los demás, como Cristo enseñó (Marcos 9:35). Este modo de pensar estorba a la paciencia; es contradictorio pensar que podemos reaccionar impulsivamente y ser pacientes al mismo tiempo. Esto es imposible. Si realmente queremos ser pacientes, especialmente con nuestro cónyuge, debemos aprender a controlar nuestros impulsos (1 Corintios 13:4-5).
La impulsividad es contraria a la paciencia
Se puede cambiar el hábito de la impulsividad. Primero, debemos hacer lo que el Señor ha dicho y amar a Dios con todo nuestro corazón, mente y alma (Mateo 22:37). Si Lo amamos, haremos lo que Él desea; dejaremos nuestro egoísmo a un lado. Segundo, debemos tratar a otros de la manera en que queremos ser tratados (Lucas 6:31; Mateo 22:39). Si me irrito fácilmente con un ser querido o con un extraño, ¿estoy tratándolo como quisiera ser tratado? Tercero, nuestro carácter impulsivo puede tener su fuente en la falta de paz personal. La paz es otra virtud del Espíritu que interactúa con nuestro nivel de paciencia con otros. Jesús hizo recordar a Sus seguidores de la paz que deberían disfrutar:
La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo (Juan 14:27).
Se nos anima regularmente a analizar nuestra vida para ver si estamos fallando en algo (Lamentaciones 3:40; Romanos 12:2). Si carezco de paz, necesito averiguar la razón. La paz y armonía en el corazón se basan en la gracia y el amor de nuestro Salvador. Debemos recordar lo que Él ha hecho por nosotros para tener paz con Dios.
La murmuración es contraria a la paciencia
La persona paciente debe soportar dolor y sufrimiento sin murmurar. La definición anterior aclara que la paciencia se relaciona con la conservación del buen carácter. La paciencia no da lugar a la murmuración, y la vida cristiana tampoco lo hace (Filipenses 2:14). Recordemos que Dios es paciente con todos. Pablo hizo recordar a los cristianos: «¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?» (Romanos 2:4).
Dios conoce nuestros fracasos y debilidades, pero todavía nos ama y es paciente con nosotros. Sabe que Su paciencia hará que los corazones honestos lleguen al arrepentimiento. Si esto es cierto con relación a Dios, también se debe aplicar a nosotros y a nuestro cónyuge. Nuestra paciencia carente de murmuración puede guiar a nuestros seres queridos al arrepentimiento. Pedro instruyó a las mujeres a continuar viviendo fielmente ante Dios a pesar de la incredulidad de sus esposos (1 Pedro 3:1). Esta vida fiel involucra la paciencia que puede producir fe y arrepentimiento en el cónyuge. Otra vez, esta vida de paciencia excluye la murmuración.
La paciencia incluye buscar lo mejor
Sí, sufriremos en nuestro matrimonio, pero esa no debe ser la totalidad de nuestra existencia (Romanos 12:12). Si constantemente estamos sufriendo por los mismos problemas, es prudente y bíblico buscar soluciones. Nuestro enfoque para encontrar una solución debe basarse en la Escritura, no en nuestra intuición o emociones. En cuanto a las dificultades maritales, el divorcio no debe ser una opción, a menos que haya adulterio (Mateo 19:9). En cualquier otro caso, y algunas veces incluso en el caso del adulterio, los esposos deben buscar soluciones para minimizar o evitar completamente los problemas que surgen.
El matrimonio es difícil, y parte de esa dificultad tiene su fuente en la falta de la paciencia que debemos desarrollar como hijos fieles de Dios. Cuando llegamos a ser una sola carne (Génesis 2:24), todavía experimentamos tiempos difíciles en nuestra relación. Pero, así como Dios busca nuestro mayor beneficio y lo hace sin quejarse, nosotros debemos cumplir el voto nupcial que hemos hecho y vivir pacientemente con nuestro cónyuge.
Publicado el 8 de septiembre de 2025 en www.ebglobal.org. Traducido por Moisés Pinedo. Publicado originalmente en Familia Cristiana 9.2 (2024): 4-5.