Cuando recuerdo la cruz de Cristo, puedo ver los siete enunciados del Salvador (3)
| Resumen | Mientras recordamos la cruz de Cristo, también recordemos que Él murió para que seamos parte de una familia más gloriosa. |
Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa (Juan 19:26-27).
Note que, en medio de Su propio sufrimiento y la agonía de la cruz, Jesús pudo ver el sufrimiento de aquellos a quienes amaba. Allí estaba Su madre. No sabemos lo que ella estuvo pensando, lo que hizo o lo que dijo; pero sí sabemos que, como se había predicho en Lucas 2:35, en ese mismo momento una espada estaba traspasando su propia alma. Allí también estaba Su discípulo amado. Tampoco sabemos lo que Juan estuvo pensando, lo que hizo o lo que dijo; pero sí sabemos que, ya que los otros discípulos habían huido en el huerto (Mateo 26:56), él estaba sufriendo solo al ver a su amado Maestro que colgaba en la cruz. Aunque no lo sabían, estas dos almas solitarias y afligidas se necesitaban mutuamente. Considere lo que Jesús hizo por ellos en la cruz.
El escritor inspirado introdujo las palabras de Jesús señalando que Él vio a Su madre; esta era la madre de Jesús. Jesús también vio al discípulo a quién Él amaba; este era el discípulo de Jesús. Ambos, María y Juan, tenían una relación cercana con Jesús; Le pertenecían de una manera especial, y por ende Jesús pudo darles una nueva relación entre ellos. Esto es lo que el mismo apóstol enseñaría muchos años después: «si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros» (1 Juan 1:7).
Por otra parte, cuando Jesús entregó Su discípulo a María, no le dijo: «he ahí Mi hijo», sino «tu hijo». Tampoco dijo al discípulo: «He ahí Mi madre», sino «tu madre». Lo que era de Jesús llegó a ser de ellos, y ellos llegaron a ser una familia. Jesús dio Su discípulo a María porque ella necesitaba un hijo; dio Su madre a Juan porque Juan necesitaba una madre. En la cruz, Jesús les estaba diciendo: «Una razón por la cual estoy muriendo es para que ustedes estén más cerca el uno al otro», y no hubo tiempo en que ellos estuvieron más unidos que al pie de la cruz.
Mientras recordamos la cruz de Cristo, también recordemos que Él murió para que seamos parte de Su familia (cf. Mateo 12:49). Él supo que muchos de los que nos acercaríamos a la cruz seríamos destituidos, rechazados e incluso aborrecidos por nuestras propias familias, o que perderíamos a los seres queridos que son parte de nuestra familia; por ende, nos dio una familia nueva, más grande, y más gloriosa.
Publicado el 1 de septiembre de 2025 en www.ebglobal.org.