El Camino de la Cruz

Resumen

Aunque hace mucho tiempo se ha olvidado la ruta de la Vía Dolorosa, se ha preservado el camino de la cruz que guía al cielo.

Era la preparación de la pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro Rey! Pero ellos gritaron: ¡Fuera, fuera, crucifícale! Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los principales sacerdotes: No tenemos más rey que César. Así que entonces lo entregó a ellos para que fuese crucificado. Tomaron, pues, a Jesús, y le llevaron. Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio (Juan 19:14-18).

Cada año miles de peregrinos visitan Jerusalén y caminan por la Vía Dolorosa, una ruta que pasa por la ciudad antigua hacia la tumba moderna del Santo Sepulcro, el sitio tradicional del sepulcro de Jesús. Desde luego, no se conoce con precisión el curso que tomó nuestro Salvador el día que fue crucificado, ya que casi todos los puntos de referencia que los evangelios registran se han perdido en la historia. La Vía Dolorosa real es más que calles de piedra de una ciudad antigua. Este camino es más largo y más antiguo que la vía de media milla al Calvario. Se puede decir que este camino comenzó con la caída del hombre, cuando Dios reveló Su plan para la redención humana (Génesis 3:15). Este camino fue diseñado por el Padre, fundado por los profetas, nivelado y enderezado por Juan el Bautista (Mateo 3:3) antes que Jesús pusiera un pie en él. Este camino guío de Belén a Egipto y luego de regreso a Nazaret, donde entrecruzó Galilea y finalmente terminó en Jerusalén. Aunque hace mucho tiempo se ha olvidado la ruta precisa del camino final de Jesús antes de Su muerte, se ha preservado el camino de la cruz que guía al cielo para nosotros en Cristo y Su Palabra (Juan 14:1-6).

Se puso el fundamento del camino de la cruz en tiempos antiguos.

Se realizó esto al seguir un curso determinado por Dios mismo (Hechos 2:23; 4:28; Apocalipsis 13:8). Se anunció el curso de este camino en la profecía, la cual se extendió durante las vidas de Abraham (Génesis 12:3), Isaac (21:12), Jacob (28:14) y Judá (49:10). Adicionalmente se trazó su curso en los tipos y sombras como el cordero de la Pascua (Éxodo 12:23), los ritos sacrificiales del Día de la Expiación (Levítico 16) y todos los sacrificios que se pusieron sobre el altar del gran templo.

Se marcó el camino de la cruz con adversidad.

En el camino a la cruz, Jesús enfrentó a enemigos en el tiempo de Su nacimiento (Mateo 2), en Su propio pueblo (Lucas 4:29-30), y de los mismos líderes autonombrados del pueblo de Dios (Mateo 21-22). Como si esto no fuera suficiente, uno de Sus discípulos más íntimos Le negó (Mateo 26:30-75), y otro Le entregó en manos de pecadores (cf. Salmos 41:7-11). Así como Simei el Benjamita arrojó piedras e insultó a David mientras salía de Jerusalén con vergüenza durante la rebelión de su hijo (2 Samuel 16:5-8), la gente ignorante insultó al Mesías mientras Él sangraba y moría en la cruz por ellos (Mateo 27:39-43). Cuando Jesús enfrentó el camino terrible hacia la cruz, la carga en Su espalda añadió dolor. Tres de los evangelistas registran que un hombre llamado Simón tuvo que cargar la cruz de Jesús por una parte del camino (cf. Lucas 23:26), pero hubo un peso de dolor que Jesús cargó, incluso en Su agonía en el huerto (Mateo 26:38)—un peso con el cual nadie Le podía ayudar sino solamente el Padre.

El camino de la cruz es uno que todo cristiano debe seguir.

El camino de la cruz todavía está marcado con tribulación (Juan 16:33; 2 Timoteo 3:12). Jesús mismo dijo que es un camino estrecho y difícil (Mateo 7:13-14). Afortunadamente, tenemos un Guía que ha viajado por este camino antes. Cuando los israelitas estuvieron en la parte final de su camino hacia Canaán, Josué les ordenó que siguieran el arca y dejaran un espacio de media milla entre el arca y ellos, ya que dijo: “por cuanto vosotros no habéis pasado antes de ahora por este camino” (Josué 3:4). Nosotros no hemos pasado por este camino antes, pero nuestro Señor lo ha hecho, y cuando crucemos los valles oscuros de soledad, Su vara y callado—como el de un pastor amoroso—nos ayudarán a recorrer este sendero peligroso (Salmos 23:4).

El camino de la cruz puede no ser fácil, ¡pero este camino guía a casa!