Críelos adecuadamente: Sabiduría bíblica de Deuteronomio 6:6-7 para la crianza moderna
| Resumen | Los padres cristianos debemos enseñar a nuestros hijos las virtudes cristianas que el mundo nunca podrá enseñarles. |
En este pasaje, Dios dijo a Israel: «Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes».
El deseo principal de Dios en la crianza de los hijos es que los padres les enseñen a desarrollar carácter. Nosotros debemos ejemplificar tal carácter, siguiendo las instrucciones de Dios tanto como podamos. Todos sabemos que los niños aprenderán más de lo que hacemos que de lo que decimos.
Lo que Deuteronomio 6 sugiere es que debemos aprovechar toda oportunidad que tengamos para hablar a nuestros hijos en cuanto a la diferencia entre lo bueno y lo malo y guiarlos a hacer lo que es correcto según los mandamientos, directrices e instrucciones que Dios ha dado. Podemos aprovechar tales oportunidades en todo tiempo.
Cuando nuestras hijas eran pequeñas, nosotros mirábamos un programa de televisión llamado La Doctora Quinn. Como muchos otros programas, este enseñaba ética situacional. Pero frecuentemente, yo pausaba el programa y hablaba con mis hijas en cuanto a una mejor manera en que algún personaje del programa pudiera haber lidiado con la situación, en vez de hacer algo que Dios dice que es equivocado. Nosotros hicimos algo similar cuando nuestra hija menor llegó a la adolescencia.
Los padres necesitan entrenar a sus hijos para que ellos entiendan que pueden controlar sus pensamientos y desarrollen razonamiento adecuado. Jesús enseñó en pasajes como Mateo 5:27-28 que podemos controlar nuestros pensamientos y que seremos responsables de estos. En 2 Corintios 10:5, el apóstol Pablo escribió que necesitamos someter nuestro pensamiento en obediencia a Jesucristo. Para hacer esto, debemos hablar de la Palabra de Dios regularmente con nuestros hijos.
Esto también se relaciona al método de disciplina que usamos. Ciertamente, Dios permite, y prescribe, el castigo corporal en estos pasajes: Proverbios 13:24; 22:15; 23:13-14; 29:15. Aquí hay algunas advertencias: solamente se debería emplearlo para la desobediencia (no cuando un niño olvida algo o comete un error), a una edad temprana y cuando los padres tienen el control completo de su temperamento, y la corrección nunca debería dejar marcas permanentes.
Así como se solía hacer en el colegio, si el niño tiene la edad suficiente para escribir, dele papel y lápiz y dígale que se puede levantar de la mesa cuando haya escrito algo que se relacione a su castigo. Yo tenía que escribir frecuentemente este poema cuando estaba en la primaria: «Un búho sabio se sentó en un roble. Cuanto más oyó, menos habló. Cuanto menos habló, más oyó. ¿Por qué no puedo ser como este búho sabio?». Desde luego, el propósito era que aprendiera a escuchar más que a hablar. ¡Tal vez esto me ayudó un poco! Los maestros solían hacer cosas como estas como castigo, para enseñar y disciplinar a los niños en cuanto al pensamiento correcto con el fin de producir el comportamiento correcto. Nosotros podemos usar el mismo método en el hogar.
Los padres pierden autoridad moral cuando discuten por cosas sin importancia. Simplemente no debería haber peros; los padres son la autoridad, y los hijos deben obedecer. Piense en lo que causa incomodidad a su hijo y use tal cosa para ayudarle a controlar sus pensamientos y comportamiento. A nuestra hija mayor le podíamos decir que le quitaríamos sus libros (a ella le gustaba leer más que cualquier otra cosa). Desde luego, no se puede hacer esto con todos los niños, pero esto funcionaba con ella.
En Proverbios 25:28, el sabio aconsejó: «Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda». También debemos enseñar a nuestros hijos a controlar sus emociones. Cuanto más bajas sean nuestras expectativas, más toleraremos el comportamiento que no debería ser aceptado, y más indisciplinados llegarán a ser nuestros hijos.
Cuando el futuro presidente de los Estados Unidos, Dwight Eisenhower, era niño, su madre no le permitió salir a pedir caramelos en la Noche de Brujas. Él se enfadó tanto que salió y golpeó un manzano con su puño. Luego regresó a su cuarto, llorando por el dolor físico y la frustración. Su madre se sentó con él y le habló de la importancia de controlar su carácter. Eso es lo que los padres cristianos deben hacer para infundir la Palabra de Dios en los corazones de sus hijos.
Por muchos años, los padres son la primera influencia en la vida de sus hijos, y ellos pueden continuar siéndolo a través de los años de adolescencia. Para conservar tal influencia en tales años, debe:
amar a cada uno de sus hijos incondicionalmente y respetar su individualidad. No compare a uno de sus hijos con otro, sea favorablemente o no. Cada uno es una persona.
escucharlos y comunicarse abiertamente con ellos, incluso cuando ellos necesiten hablar en algún momento inconveniente.
ejemplificar el cristianismo honestamente delante de ellos en todo tiempo. Deles consejos cristianos. Cuando pierda la paciencia, reconózcalo y pida perdón.
darles más libertad, en la medida en que ellos muestren más responsabilidad.
Un aspecto principal del carácter que debemos ejemplificar y enseñar a nuestros hijos es la humildad. Ellos pueden ser firmes y seguros, y al mismo tiempo evitar la arrogancia. La humildad triunfa sobre la arrogancia. Tal vez una razón por la cual Jesús pudo humillarse (Filipenses 2:5et. seq.) fue que Él sabía Quién era y a dónde iba. Sin humildad, la autoconfianza puede ser peligrosa.
Si tiene un hijo con problemas de carácter, haga una lista de tales problemas. Luego trate de categorizar los problemas según las virtudes que a él le falten. Entonces puede comenzar a enfocarse en desarrollar tales virtudes y corregir aquellas que se necesiten corregir.
Nosotros podemos enseñar a nuestros hijos las virtudes cristianas que el mundo nunca podrá enseñarles.
Publicado el 10 de noviembre de 2025 en www.ebglobal.org. Traducido por Moisés Pinedo. Publicado originalmente en Familia Cristiana 7.3 (2022): 4-5.