¿Cómo reacciona cuando alguien responde al llamado de arrepentimiento?

Resumen

Dejemos que el pecado sea perdonado, extendamos gracia y recibamos al penitente como el Padre misericordioso lo hace.

En la iglesia del Señor, no solamente se invita a los que no son cristianos a obedecer al Evangelio, sino también se invita al arrepentimiento a los cristianos que han pecado. Cuando alguien responde a tal llamado, ¿se pregunta si tal persona realmente es sincera?

Años atrás, cuando trabajaba con los jóvenes en una congregación, había un hombre cristiano que tenía problemas con el alcohol; él tenía algo de cincuenta años. En el par de años que trabajé con esa congregación, él probablemente respondió al llamado de arrepentimiento algo de tres o cuatro veces, lo cual sería cada seis meses. Una vez otro cristiano cuestionó la sinceridad de tal hombre. ¿Hacemos esto algunas veces? ¿Cuestionamos a las personas que se arrepienten de sus pecados, especialmente si lo hacen varias veces (Lucas 17:3-4)? En tal tiempo yo no tenía la madurez suficiente para analizar la situación, pero ahora tal vez respondería de esta manera: «Si él no fuera sincero, no hubiera venido al servicio en absoluto. Si no fuera sincero, no hubiera respondido a la invitación. Muy probablemente su problema no es la deshonestidad, sino la debilidad».

¿Por qué actuamos así? ¿Qué esperamos cuando un hermano o hermana responde al llamado de arrepentimiento? ¿Traeremos un detector de mentiras para probar su arrepentimiento? ¿Nos convertiremos en partidarios del catolicismo y requeriremos penitencias para asegurar de que alguien sea sincero en su arrepentimiento? El catecismo católico requiere que el pecador confiese sus pecados de manera específica y brinde satisfacción adecuada por tales pecados; se conoce a esto como «penitencia». El Catecismo de la Iglesia católica dice:

La penitencia que el confesor impone debe tener en cuenta la situación personal del penitente y buscar su bien espiritual. Debe corresponder todo lo posible a la gravedad y a la naturaleza de los pecados cometidos. Puede consistir en la oración, en ofrendas, en obras de misericordia, servicios al prójimo, privaciones voluntarias, sacrificios, y sobre todo, la aceptación paciente de la cruz que debemos llevar.[1]

¿Es esto bíblico? Desde luego que no. Cuando los cristianos pecamos, confesamos nuestras faltas los unos a otros (no a un confesor; Santiago 5:16), nos arrepentimos de nuestros pecados y somos inmediatamente recibidos en comunión con Jesucristo. Esto es exactamente lo que Pedro dijo a Simón el samaritano cuando pecó después de llegar al cristianismo: «Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios» (Hechos 8:22). Los demás cristianos debemos seguir el ejemplo del padre en la historia del hijo pródigo, no del hermano mayor (cf. Lucas 15).

Dios puede olvidar y perdonar nuestro pasado. ¿Por qué nosotros no podemos perdonar a otros? Dios arroja nuestros pecados en las profundidades del mar (Miqueas 7:19) y pone un letrero en la orilla con las palabras: «Se prohíbe la pesca».

En el tiempo antiguo, las profundidades del mar eran completamente inaccesibles. Solamente se podía llegar hasta donde los pulmones lo permitían. Pero ahora tenemos equipos y submarinos que nos permiten bajar a kilómetros de profundidad, así que no apreciamos tanto la ilustración de Miqueas. Tal vez ahora podemos decir que Dios arroja nuestros pecados en un basurero espacial fuera de nuestra galaxia. ¡Eso es perdón!

Dejemos que el pecado se vaya (cf. Levítico 16), extendamos gracia y recibamos al penitente como el Padre lo hace.

[1] Catecismo de la Iglesia católica, «Artículo 4: El sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación», VII, 1460, El Vaticano, https://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p2s2c2a4_sp.html, texto en itálicas en original.