Asuma su rol parental

Resumen

Cuando Dios nos inviste de autoridad, demanda que asumamos tal autoridad—sea en el gobierno, la religión o la familia.

Hace algún tiempo atrás, mi esposa estaba diciéndome que había pedido a una de nuestras hijas que llevara al perro afuera a «ocupar el baño», pero ella todavía no lo había hecho. «¿Puedes decirle que lo haga ahora?». Yo respondí: «No te preocupes». Fui al cuarto de mi hija; allí estaban ella y el perro, todavía en la cama. Yo miré directamente a los ojos… del perro y dije: «Mi pequeño amigo, ¡tú necesitas ir al baño!», y luego salí. Yo estaba esperando que mi hija hubiera entendido el mensaje ya que el perro no lo hizo, pero como puede imaginar, treinta minutos después ellos todavía estaban en la cama. Yo tenía la autoridad de demandar que mi hija obedeciera, pero preferí ser «gracioso» y esperar que esto funcionara. En ese momento hacer esto me pareció gracioso… hasta que me di cuenta de que mi esposa no pensaba lo mismo.

Desde luego, usted puede escoger ser «gracioso», «amable» o «indiferente» en un punto de la crianza sin experimentar consecuencias mayores, pero hay momentos en que descuidar el rol de padre es más crítico. En 1 Samuel 2-3, Dios pronunció profecías serias contra la casa de Elí. La razón: «porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado» (3:13). Como sacerdotes, los hijos de Elí debían ser líderes espirituales, pero ellos habían abusado del oficio sacerdotal y habían llegado a ser completamente inmorales. Ya que Dios pronunció esto contra Elí, se pensaría que Elí nunca había reprendido a sus hijos, pero este no fue el caso; de hecho, «les dijo: ¿Por qué hacéis cosas semejantes? Porque yo oigo de todo este pueblo vuestros malos procederes. No, hijos míos, porque no es buena fama la que yo oigo» (2:23-24). ¿Por qué estuvo Dios tan molesto contra Elí si él no aprobó las obras malas de sus hijos, sino que los reprendió? La respuesta: Elí pudo haber hecho más, pero escogió ser «amable». Él era jefe de sacerdotes y pudo haber emprendido la destitución de sus hijos impíos del sacerdocio y haber parado la corrupción rampante en el tabernáculo. Como padre bajo la Ley del A. T., pudo haber llevado el asunto a los ancianos del pueblo (cf. Deuteronomio 21:18-20). Sin embargo, prefirió no usar su autoridad. Se encogió de hombros y dejó que el Señor se encargara de su responsabilidad (1 Samuel 3:18). Luego el Señor cumplió Su profecía contra Elí y su familia (1 Samuel 4).

Lo que aprendemos de la historia de Elí es que, cuando Dios nos inviste de autoridad, espera y demanda que nosotros asumamos tal autoridad—sea en el gobierno, la religión o la familia. No podemos pretender que no tenemos autoridad cuando nuestros hijos que viven bajo nuestro techo se comportan mal, hacen elecciones mundanas o se rebelan contra nosotros o Dios. No estamos llamados a ser amigos de nuestros hijos (aunque este puede ser el caso), sino sus padres. No evitemos nuestras responsabilidades como padres, ni nos cansemos de ellas; en cambio, asumamos el rol parental con todas sus demandas (Efesios 6:4).