¡Usted cumple los requisitos!

Resumen

Mientras llevamos el Evangelio al mundo, no supongamos que alguien no deseará oírlo; ¡solamente prediquemos a todos!

¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios (1 Corintios 3:5-6).

La mayoría de nosotros probablemente ha recibido una notificación en el correo para solicitar una tarjeta de crédito, con las siguientes palabras: «¡Usted cumple los requisitos para solicitar crédito!». Yo siempre me he preguntado cómo, sin nunca haberme conocido, estos financieros pueden precalificarme para recibir crédito. Independientemente del proceso que usen, ellos obtienen suficiente información en cuanto a mí para extenderme tal oportunidad basados en ciertas suposiciones en cuanto a mi capacidad de pagar. Se realiza muchas investigaciones antes que se hagan tales ofrecimientos. Yo tengo un par de tarjetas de crédito guardadas ya que «he mordido este anzuelo»; así que sé que esto funciona. Aunque esta estrategia funciona bien para las empresas que dan crédito, y es aceptable bajo la ley de los Estados Unidos, los hijos de Dios debemos tener cuidado de no usar esta técnica al buscar candidatos para la obediencia al Evangelio.

Un hombre que había predicado por mucho tiempo contó en cuanto a una campaña evangelista en la cual trabajó con su congregación local. Su grupo de trabajo fue encomendado con la tarea de visitar las casas en la parte más eludida del pueblo. Ellos se sintieron nerviosos de ir a tal vecindario, pero decidieron poner a un lado sus ideas preconcebidas y hacer el trabajo del Señor. En otras palabras, determinaron no hacer un «sondeo de precalificación» para determinar quiénes cumplían los requisitos para oír el Evangelio.

Ellos llegaron a una casa antigua «en ruinas» al final de la comunidad, la cual fue causa de preocupación adicional para el predicador. Él luego confesó lo que pasó por su mente: «Yo miré el lugar y pensé: “Quienquiera que viva allí con seguridad no querrá escuchar lo que tenga que decir”. Él admitió que estaba tan atemorizado cuando tocó la puerta que sintió alivio cuando nadie contestó. Entonces colgó una bolsa con información en cuanto a la campaña y la iglesia en la manija de la puerta.

Esa misma noche, cuando era hora de la predicación del Evangelio, un hombre de apariencia áspera entró al lugar de reunión con la bolsa de información y dijo con voz fuerte: «¿Quién puso esta bolsa en mi puerta?». Él predicador le preguntó dónde vivía, y después de ser informado, confesó con vacilación que él lo había hecho. La respuesta del hombre sorprendió a todos. Él dijo que había leído el material y que estaría asistiendo cada noche de la campaña. Al final de la campaña, el hombre obedeció al Evangelio, siendo bautizado en Cristo. Pero ese no fue el final de la historia, ya que él ayudó a convertir a cada miembro de su familia.

Si este predicador hubiera seguido sus impulsos y hubiera «calificado» al hombre basado en sus circunstancias externas, nunca hubiera tocado la puerta o dejado el material. Como resultado, no solamente un alma, sino varias almas hubieran permanecido perdidas en sus pecados. El principio de sembrar la semilla de la Palabra en toda clase de tierra es un principio que el Nuevo Testamento enseña extensamente.

En Juan 4, Jesús habló con la mujer samaritana en el pozo. Esto parece ser algo común para nosotros, pero así como la mujer señaló a Jesús, los judíos evitaban la interacción con los samaritanos (vs. 9). Además, los hombres judíos no hablaban usualmente con las mujeres, como Él lo hizo (vs. 27). Una vez Pablo se presentó en medio de una multitud de idólatras y proclamó al Cristo en la ciudad de Atenas (Hechos 17:16-21). Muchos de nosotros pudiéramos pensar que a ellos no les interesaría escuchar el Evangelio y simplemente no diríamos nada. Pero Pablo atrajo la atención de los filósofos principales de la ciudad e incluso convirtió a algunos de ellos (Hechos 17:22-34).

Teniendo esto en cuenta, determinemos no suponer que alguna persona no oirá el Evangelio; en cambio, cumplamos la tarea que Dios nos ha dado de sembrar y regar; Él hará el resto (1 Corintios 3:5-7).