Las declaraciones audaces de Jesús

Resumen

Jesús hizo algunas de las declaraciones más audaces que ningún hombre jamás hiciera. ¿Cuál será su respuesta ante ellas?

Alrededor del año 30 d.C., un rabí llamado Jesús llegó a una villa galilea que nunca había visitado antes. Imagine la conmoción que causó cuando, en el curso de Sus declaraciones, informó que era el mismo Dios del cielo que los visitaba (Mateo 4:12-16; Juan 1:14).

Suponga que un desconocido llegara un día a su comunidad y mencionara que es el Mesías que el mundo ha esperado por mucho tiempo. ¿Qué pensaría la gente? Tal vez la gente se reiría o probablemente lo trataría bien, pero no haría que sus hijos fueran a conocerlo; tal vez se llamaría a la policía, y todos pensarían que está loco. No se consideraría sus declaraciones con seriedad.

Jesús hizo docenas de declaraciones audaces. ¿Qué pensó la gente en cuanto a tales declaraciones?

Las declaraciones más audaces de Jesús

  • Había existido incluso antes de Su propio nacimiento (Juan 8:58).

  • Había conocido a Abraham (Juan 8:56-58).

  • Moisés había escrito en cuanto a Él en la Escritura (Juan 5:39,45-46).

  • Era más grande que Jonás y Salomón (Mateo 12:41-42).

  • Conocía a Dios el Padre personalmente (Mateo 11:27).

  • Dios era Su Padre (Juan 5:17-18).

  • Había venido del cielo (Juan 8:42).

  • Era el único camino al Padre (Juan 14:6).

  • Era el Mesías del mundo (Juan 4:25-26).

  • Era el único camino de salvación del pecado (Juan 5:24; 3:13; cf. Romanos 14:11).

  • Su sangre producía remisión (Mateo 26:28).

  • No tenía pecado (Juan 18:23).

  • Daba vida a Sus elegidos (Juan 5:21).

  • Sus seguidores debían participar de Su cuerpo y sangre (Juan 6:53).

  • Los creyentes podían orar y recibir la respuesta a sus oraciones (Mateo 21:22).

  • Los muertos oirían Su voz (Juan 5:28-29).

  • Él juzgaría al mundo (Juan 5:22).

  • Sus seguidores nunca perecerían (Juan 8:51).

Los contemporáneos de Jesús Lo consideraron con seriedad

La generación contemporánea a Jesús llegó a ser los ojos y oídos de la humanidad. Ellos miraron, oyeron, tocaron y escudriñaron a Jesús (1 Juan 1:1-3). Juzgaron Sus palabras, Sus obras y Su carácter directamente; nosotros no tenemos la oportunidad de hacer esto (cf. Juan 20:29). Si se tiene en cuenta que el registro es exacto, y que la gente era razonablemente inteligente y básicamente honesta, entonces se puede decir que las conclusiones a las que llegaron hubieran sido las nuestras.

¿Cómo reaccionaron aquellos que escucharon directamente estas palabras increíbles? La gente común Lo oía de buena gana (Marcos 12:37). Sus enemigos Lo escuchaban con odio (Lucas 6:11). Muchos consideraban que era digno de ser creído—aceptándolo como el Mesías a Quien el pueblo esperaba (Juan 7:40-41).

Otros pensaban que las declaraciones de Jesús eran blasfemas (Mateo 26:65) y orgullosas, pero no las descartaron por completo. Ellos Lo confrontaron con las siguientes palabras: «¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Abraham, el cual murió? ¡Y los profetas murieron! ¿Quién te haces a ti mismo?» (Juan 8:53). Ellos Lo odiaron, pero no pudieron ignorarlo.

Sus seguidores eran testigos creíbles; Sus enemigos eran hostiles, pero todavía eran testigos. Ninguno de los grupos aceptó las declaraciones de Jesús sin consideración adecuada (Marcos 9:19; 16:14; Lucas 24:25; Juan 20:27). Aquellos que Lo conocieron Lo amaron u odiaron, pero ninguno dijo: «Jesús es un buen maestro. Sus declaraciones pueden ser mentiras, pero es un buen maestro de moralidad».

¿Cuáles fueron las credenciales que hicieron que las declaraciones de Jesús fueran creíbles?

La calidad de Su vida. Las palabras y acciones son las ventanas principales del carácter de una persona. Mateo, Marcos, Lucas y Juan registraron las declaraciones y acciones de Jesús.

Los críticos declaran que los relatos del evangelio no son registros históricos fidedignos. Pero realmente estas biografías de Jesús son los registros disponibles más antiguos y mejores. En muchos casos, son reportes de testigos oculares; en todo caso, son fuentes contemporáneas del primer siglo. Son fidedignas; no se ha probado que contengan ninguna contradicción o error real.

La arqueología confirma que las cuatro biografías de Cristo se escribieron durante el tiempo de la gente que vio, oyó y siguió a Jesús. William F. Albright (1891-1971), un arqueólogo asociado por muchos años con la Universidad Johns Hopkins y director de la Escuela Americana de Investigación Oriental en Jerusalén, dijo que no hay razón para creer que las biografías de Jesús se escribieron después del año 70 d.C. Estos registros no fueron alterados durante los siguientes siglos. La evidencia manuscrita muestra que la Biblia original tenía la misma información que la Biblia moderna.[1]

Si se rechazara el registro bíblico en cuanto a Jesús, entonces no hubiera más nada que decir sobre Él. Prácticamente, no se supiera nada en cuanto a Él sin la Biblia. Es ilógico declarar creer en la Biblia y al mismo tiempo rechazar partes del registro en cuanto a Él (como Sus milagros y declaraciones de divinidad). Si alguien no acepta la Biblia, entonces no puede saber lo que debe creer en cuanto a Jesús. Por otra parte, si alguien acepta la Biblia, no tiene la opción de escoger lo que quiere creer de ella o no.

La combinación de la moralidad y las enseñanzas de Jesús constituye un caso fuerte a favor de Sus declaraciones. Su carácter impecable está al nivel de Sus declaraciones audaces. Él nunca tuvo que disculparse, confesar pecado o pedir perdón (incluso de Dios el Padre). Él venció a Satanás en una confrontación épica en el desierto (Mateo 4:1-11; Lucas 4:1-13). Incluso Sus enemigos no pudieron probar que hubiera pecado. Después que los retara a hacerlo («¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?»—Juan 8:46), ellos solamente Lo insultaron y recogieron piedras con la intención de matarlo (8:48,52,59).

Las profecías cumplidas (Juan 13:19). En Mateo solamente, se lista 68 profecías cumplidas del Antiguo Testamento en la vida de Jesús. Esto está más allá del reino de la coincidencia o el engaño.

Los milagros de Jesús. Jesús dijo: «aunque no me creáis a mí, creed a las obras» (Juan 10:38). Juan explicó: «Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo» (20:31).

Jesús demostró constantemente poder de sanidad y compasión. Sanó a los enfermos, brindó corrección corporal a los que tenían malformaciones, restauró a los mutilados, y devolvió el control a los poseídos por demonios (Mateo 15:30; Marcos 1:40-45; 5:15). Dio poder al cojo para caminar, al sordo para oír y al ciego para ver (Mateo 8-9). Cuando un hombre nacido ciego fue curado, las autoridades lo interrogaron con la esperanza de atrapar a Jesús. La respuesta del hombre fue clásica: «una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo» (Juan 9:25). Es difícil contradecir tal declaración. Él no podía entender por qué ellos no podían reconocer que su Sanador era el Hijo de Dios. Él señaló: «Desde el principio no se ha oído decir que alguno abriese los ojos a uno que nació ciego» (9:32).

La resurrección. Ya que tenía poder milagroso, Jesús podía haber evitado el arresto y la crucifixión. Él escogió no hacerlo porque Su propósito fue morir por el pecado. Antes de Su arresto, dijo: «yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo» (Juan 10:17-18). Durante Su arresto, Pedro trató de defenderlo, pero Jesús dijo: «Vuelve tu espada a su lugar» (Mateo 26:52).

Después de azotarlo, los soldados clavaron Sus manos y pies a una cruz de madera. Después de seis horas de agonía, murió. Luego un soldado traspasó Su costilla para confirmar que había muerto. Se removió el cuerpo, se lo envolvió en sábanas y se lo colocó en una tumba de piedra. Se hizo rodar una gran piedra en la entrada.

Ya que Sus enemigos sabían que Jesús había predicho que resucitaría en tres días (Mateo 27:63-64), pusieron una guardia en la tumba y la sellaron. Sin embargo, tres días después la piedra fue removida, el cuerpo desapareció, y solamente las sábanas quedaron.

Jesús apareció vivo por 40 días a más de 500 personas, incluyendo las varias veces que apareció a Sus apóstoles (1 Corintios 15:1-8).

¿Qué haremos con las declaraciones audaces de Jesús?

¿Cuál es la diferencia entre los dos escenarios de Jesús que visita una villa y alguien más que hoy puede declarar ser el Mesías? Esa generación estaba buscando a un Mesías que el Antiguo Testamento había predicho que llegaría en tal tiempo (Daniel 9:25-27; cf. Juan 1:41-42; 4:25,29,42). Si hay evidencia suficiente para que una persona razonable concluya que Pedro estaba en lo cierto al declarar que Jesús era el Hijo de Dios (Mateo 16:15-17), entonces la gente inteligente en toda generación también debería creer esto.

¿Hay suficiente evidencia? Muchos han declarado ser Dios y el Mesías esperado. A la mayoría se la ha descartado en poco tiempo. Con Jesús, esto no es tan simple. Él tenía las credenciales. No se podía negar Sus obras (Juan 11:47). No fue un loco que podía ser desacreditado fácilmente. No tenía ninguna enfermedad mental. «[L]es enseñaba como quien tiene autoridad» (Mateo 7:29). Superó a Sus oponentes con Sus argumentos (Mateo 22:41-46).

La audacia de Jesús nos fuerza a creer que fue una de dos cosas: un hombre muy malo o el Hijo santo de Dios. Sus enunciados son blasfemos si no es el Hijo de Dios. Son objetables si no los pudo cumplir. Los enunciados de Jesús son una blasfemia o son la verdad. No hay término medio.

Si son un engaño, entonces su megalomanía increíble no tiene comparación histórica. Si no es divino, no merece respeto, porque hubiera sido un engañador del nivel más alto; hubiera guiado al error y puesto en peligro a personas sinceras. Hubiera pertenecido a la clase de charlatanes mentirosos.

La elección final es una de cuatro opciones: Jesús fue un engañador, un demente, irreal o divino. No podemos elevar a Jesús como solamente un gran maestro, rechazarlo como un psicótico, o describirlo como una leyenda. Esto solamente deja una alternativa en pie: Él es el Hijo de Dios (Juan 20:31).

El novelista judío Sholem Asch (1880-1957) declaró: «No hay camino intermedio que sea fácil de navegar. Usted debe aceptar a Jesús o rechazarlo. Se puede ignorar a Mahoma o Buda, pero no se puede ignorar a Jesús. Debe aceptarlo o rechazarlo». Si respetamos a Jesús como maestro y hombre, entonces debemos hacer caso a Sus palabras.

Debemos investigar Sus declaraciones con la Escritura (Hechos 17:11; cf. Filipenses 2:12). Lo que decidimos en cuanto a Jesús no es simplemente algo intelectual. Hay mucho en juego (Juan 8:24). Negar la deidad de Jesús previene la relación con el Padre (Juan 5:23; 1 Juan 2:23).

Si las enseñanzas de Jesús son correctas, entonces hay vida en el más allá; puede ser placentera o dolorosa (Lucas 16:19-31), y no hay otra oportunidad después de la muerte (Hebreos 9:27). Así que es importante tomar la decisión correcta ahora (2 Corintios 6:2). El Jesús audaz lo invita a una eternidad propicia.

[1] «Hacia un enfoque más conservador» [«Towards a more conservative view»], p. 3.