Unidad incómoda

Resumen

Poner a un lado las opiniones para conservar la unidad es difícil, pero podemos lograr esto con Cristo y con Su Palabra.

Algunos han llegado a Cristo teniendo antecedentes ateos. Otros teniendo antecedentes protestantes o católicos. Otros han llegado a Cristo después de haber sido criados en hogares cristianos, pero sin haberlo obedecido en los años pasados. Todos tenemos antecedentes que impactan la manera en que practicamos el cristianismo. Algunos tienen antecedentes más flexibles, y otros tienen antecedentes más conservadores.

Jesús oró para que Sus seguidores estuvieran unidos en las enseñanzas de Sus apóstoles, con el fin de que el mundo crea que el Padre Lo había enviado (Juan 17:20-22). Cuando nos reunimos como iglesia, proclamamos al mundo que estamos unidos bajo Dios y por medio de nuestra relación con Su Hijo.

Entonces, la unidad es muy importante. En Efesios 4:4-6, Pablo presentó el fundamento de la unidad que debemos buscar. La unidad también es un mensaje poderoso en un mundo que está dividido por una infinidad de temas. Sin embargo, Jesús enseñó que Sus discípulos estarían unidos, y que ellos serían conocidos por su amor (Juan 13:35). Nuestra unidad también es importante porque tenemos una batalla con un enemigo común. Satanás quiere más que nada que los hijos de Dios peleen entre ellos debido a opiniones.

Lo cierto es que Dios ha dejado mucho en el reino de la opinión o juicio personal. Esto se relaciona tanto al aspecto individual y al aspecto congregacional. De hecho, hay diferencias geográficas, raciales y culturales que impactan la manera en que los cristianos viven individualmente, como también la manera en que la congregación funciona colectivamente.

Así que, ¿cómo podemos conservar nuestra unidad si al mismo tiempo tenemos opiniones tan arraigadas que podemos pensar que Dios también promueve nuestras opiniones? Primeramente, debemos examinar humilde y honestamente lo que las Escrituras enseñan. ¿Ha enseñado Jesús claramente en cuanto a un asunto particular? Si lo ha hecho, entonces eso pone punto final al tema. Nuestra obediencia debe reflejar lo que Él manda. Pero también debemos reconocer un segundo punto: Es tan erróneo prohibir lo que Dios no ha prohibido como autorizar lo que Dios no ha autorizado. En otras palabras, una de las cosas que desagrada a Dios es presumir que tenemos la autoridad de hablar en reemplazo de Él.

Por otro parte, se debe permitir la diversidad en áreas de opinión. No debemos crear mandamientos que Dios no ha dado. No debemos imponer los preceptos del Antiguo Testamento en los cristianos del Nuevo Testamento. No debemos tomar las Escrituras fuera de su contexto para forzar a otros a aceptar nuestras opiniones. Tal actitud está en conflicto con la Palabra de Dios.

En realidad, someternos a la voluntad de Dios para conservar la unidad es difícil. Requiere humildad y amor, pero es posible con la fortaleza de Dios. Él nos acerca mutuamente, y solamente a través de Sus enseñanzas podemos tener unidad (Juan 17:17; 1 Corintios 1:10).