Una generación perdida

Resumen

Si los padres y la iglesia no son fieles en transmitir la fe, entonces seguiremos perdiendo a las generaciones futuras.

Mientras que el libro de Josué se trata del triunfo, el libro de Jueces se trata del fracaso. Josué fue un personaje poderoso que tuvo gran influencia al punto de poder estabilizar al pueblo de Dios por dos generaciones sucesivas. «Y el pueblo había servido a Jehová todo el tiempo de Josué, y todo el tiempo de los ancianos que sobrevivieron a Josué, los cuales habían visto todas las grandes obras de Jehová, que él había hecho por Israel» (Jueces 2:7). Sin embargo, la siguiente generación se apartó de Dios y siguió un camino de apostasía indiscutible.

Y toda aquella generación también fue reunida a sus padres. Y se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que él había hecho por Israel. Después los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová, y sirvieron a los baales. Dejaron a Jehová el Dios de sus padres, que los había sacado de la tierra de Egipto, y se fueron tras otros dioses, los dioses de los pueblos que estaban en sus alrededores, a los cuales adoraron; y provocaron a ira a Jehová. Y dejaron a Jehová, y adoraron a Baal y a Astarot (Jueces 2:10-13).

¿Qué pasó? Varios factores en conjunto guiaron a la caída del pueblo de Dios.

Hubo crisis en el hogar y en la religión ya que no se inculcó reverencia, respeto y obediencia al Dios todopoderoso en la siguiente generación

El hogar es el primer lugar donde se debe adoctrinar a los hijos con la Palabra de Dios. Jehová quiso que los padres inculcaran Su Palabra en sus hijos y nietos.

Estos, pues, son los mandamientos, estatutos y decretos que Jehová vuestro Dios mandó que os enseñase, para que los pongáis por obra en la tierra a la cual pasáis vosotros para tomarla; para que temas a Jehová tu Dios, guardando todos sus estatutos y sus mandamientos que yo te mando, tú, tu hijo, y el hijo de tu hijo, todos los días de tu vida, para que tus días sean prolongados (Deuteronomio 6:1-2).

Dios quiso que los padres enseñaran Sus caminos de manera regular (no esporádicamente) a sus hijos y nietos.

Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas (Deuteronomio 6:5-9).

No las encubriremos a sus hijos, contando a la generación venidera las alabanzas de Jehová, y su potencia, y las maravillas que hizo. Él estableció testimonio en Jacob, y puso ley en Israel, la cual mandó a nuestros padres que la notificasen a sus hijos; para que lo sepa la generación venidera, y los hijos que nacerán; y los que se levantarán lo cuenten a sus hijos, a fin de que pongan en Dios su confianza, y no se olviden de las obras de Dios; que guarden sus mandamientos (Salmos 78:4-7).

Bajo el patriarcado, antes de la implementación del judaísmo, Abraham fue un padre que consideró con seriedad instruir a sus hijos en el conocimiento y camino de Dios. «Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él» (Génesis 18:19). En el Nuevo Testamento, descubrimos que Timoteo fue el producto de la enseñanza piadosa de una generación a otra a través de su madre y abuela (2 Timoteo 1:5).

Si los padres y la iglesia no son celosos y fieles en transmitir la Palabra de Dios a las generaciones futuras y guiarlas a la fe en Dios, entonces no están cumpliendo su responsabilidad dada por el Dios todopoderoso.

La gente impía se unió con Israel durante el tiempo de los jueces e influenció al pueblo de Dios a tal punto de que ellos se apartaron de Jehová y practicaron toda clase de pecados

Israel no arrojó a toda la gente impía con sus religiones e idolatría pagana (Jueces 1:27-35). Por ende, tal pueblo idólatra que fue dejado en la tierra fue «tropiezo» para Israel (Deuteronomio 7:16). Dios había dicho:

Cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra en la cual entrarás para tomarla, y haya echado de delante de ti a muchas naciones, al heteo, al gergeseo, al amorreo, al cananeo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo, siete naciones mayores y más poderosas que tú, y Jehová tu Dios las haya entregado delante de ti, y las hayas derrotado, las destruirás del todo; no harás con ellas alianza, ni tendrás de ellas misericordia. Y no emparentarás con ellas; no darás tu hija a su hijo, ni tomarás a su hija para tu hijo. Porque desviará a tu hijo de en pos de mí, y servirán a dioses ajenos; y el furor de Jehová se encenderá sobre vosotros, y te destruirá pronto. Mas así habéis de hacer con ellos: sus altares destruiréis, y quebraréis sus estatuas, y destruiréis sus imágenes de Asera, y quemaréis sus esculturas en el fuego. Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra (Deuteronomio 7:1-6).

Una lección para nosotros hoy es que no podemos vivir como el mundo y hacer las cosas que el mundo hace y todavía agradar a nuestro Dios. El compañerismo con la gente impía y mundana todavía influenciará a los cristianos a dejar a Dios y Sus caminos. «No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres» (1 Corintios 15:33).

No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré (2 Corintios 6:14-17).

Así como en los tiempos antiguos, casarse con gente idólatra e impía es peligroso espiritualmente. En el tiempo de Noé, el matrimonio entre el pueblo de Dios y la gente impía guio a un diluvio global y la eliminación divina del pecado en el planeta. «…viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas» (Génesis 6:2). Lo mismo sucedió durante el tiempo de los jueces. «Así los hijos de Israel habitaban entre los cananeos, heteos, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos. Y tomaron de sus hijas por mujeres, y dieron sus hijas a los hijos de ellos, y sirvieron a sus dioses» (Jueces 3:5-6). Frecuentemente sucede lo mismo hoy cuando el pueblo de Dios se casa indiscriminadamente con personas mundanas.

Los cristianos no son del mundo, aunque viven necesariamente en el mundo (Juan 17:14-16). El apóstol Pablo escribió: «Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz» (Efesios 5:8). Estamos perdiendo generaciones subsiguientes en nuestras propias familias debido a que el hogar y la iglesia no están adoctrinando adecuadamente a los jovencitos en el camino de Dios. Tampoco debemos subestimar el gran impacto que el mundo impío tiene sobre nuestros hijos.