Si no es ahora, ¿cuándo?

Resumen

Si no es ahora, ¿cuándo obedecerá al Evangelio y llegará a ser un hijo de Dios, o regresará al Señor si se ha descarriado?

Si no es ahora, ¿cuándo obedecerá al Evangelio? Lo cierto es que los que no obedecen al Evangelio permanecerán perdidos. Por medio del Espíritu Santo, los apóstoles Pablo y Pedro advirtieron que los que no obedecen al Evangelio se perderán eternamente. Segunda a los Tesalonicenses 1:8 enseña que Jesús regresará a Su Segunda Venida «en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo». Primera de Pedro 4:17-18 presenta una advertencia para los cristianos que también declara la consecuencia de no obedecer al Evangelio: «Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? Y: Si el justo con dificultad se salva, ¿en dónde aparecerá el impío y el pecador?». Ambos pasajes de la Escritura describen una imagen eterna terrible para todos los que no obedecen al Evangelio.

Nunca habrá un «tiempo más oportuno» para obedecer al Evangelio que el presente. El gobernador romano Félix escuchó la proclamación del Evangelio, pero pospuso el tiempo para llegar al cristianismo: «Algunos días después, viniendo Félix con Drusila su mujer, que era judía, llamó a Pablo, y le oyó acerca de la fe en Jesucristo. Pero al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Félix se espantó, y dijo: Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré» (Hechos 24:24-25). Hasta donde sabemos, Félix nunca se permitió la «oportunidad» para obedecer al Evangelio. En cuanto a la salvación y al gobernador Félix, la respuesta para la pregunta, «Si no es ahora, ¿cuándo?», fue «¡Nunca!».

Ciertamente, cuando una persona muere, ya es demasiado tarde para responder la pregunta en cuanto al tiempo de llegar a la salvación. El hombre rico de Lucas 16 esperó demasiado para llegar a interesarse en la salvación:

Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos (Lucas 16:19-31).

En cuanto a este hombre rico y su salvación, la respuesta para la pregunta, «Si no es ahora, ¿cuándo?», también fue «¡Nunca!». Solamente los vivos pueden escoger llegar a la salvación.

En cuanto a la elección de la salvación, se debe considerar que nadie sabe cuándo llegará el fin de esta vida. Nadie sabe cuándo será la Segunda Venida del Señor: «Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre» (Mateo 24:36). Además, nadie sabe cuánto tiempo vivirá. El tiempo típico de vida puede ser setenta u ochenta años, según Salmos 90:10: Sin embargo, los bebés también mueren. Los jóvenes mueren, así como la gente de edad muere. Nadie sabe cuándo morirá. Por tanto, la prudencia y el sentido común requieren que todos escojan la salvación hoy. Las Escrituras dicen: «He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación» (2 Corintios 6:2).

En cuanto a la salvación de las almas, la respuesta para la pregunta, «Si no es ahora, ¿cuándo?», debería ser «¡Ahora!». Después de la muerte será demasiado tarde para obedecer al Evangelio. Con el apóstol Pablo, debemos decir: «Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree» (Romanos 1:16). Además, no debemos atrevernos a esperar un tiempo «más oportuno» ya que tal tiempo puede nunca llegar. Nadie debería posponer la llegada al cristianismo en vista de que nadie puede saber el tiempo de su muerte o del regreso del Señor. Nosotros solamente disponemos del presente, y esto también llega a ser muy pronto parte del pasado. Nuestro futuro en esta vida no está garantizado.

Si no es ahora, ¿cuándo obedecerá al Evangelio de Cristo y llegará a ser un hijo de Dios? Si no es ahora, ¿cuándo regresará al Señor si es un cristiano que se ha descarriado? «Si no es ahora, ¿cuándo?» es la pregunta que debemos considerar seriamente. La respuesta debe ser: «¡Ahora!».