Preguntas relacionadas a la sanidad del siervo del centurión

Resumen

La sanidad del siervo del centurión es un relato muy conocido de los Evangelios, pero propone varias interrogantes.

Al comparar los relatos de Mateo y Lucas en cuanto a la sanidad del siervo del centurión, rápidamente se puede ver que hay diferencias marcadas. Esto da origen a algunas preguntas que merecen ser consideradas y respondidas. Exploremos algunas de las preguntas y presentemos algunas de las respuestas.

¿Se presentó el centurión personalmente ante Jesús?

Mientras que Mateo registra claramente que «vino a él [Jesús] un centurión» (8:5), el relato paralelo en Lucas declara que el centurión «le envió unos ancianos de los judíos» (7:3). A primera vista, esto parece ser una contradicción, pero lo cierto es que ninguno de los evangelistas afirmó brindar todo detalle en cuanto a los relatos que incluyó. En relación con esta pregunta, Lucas proveyó más detalles: El centurión oyó de Jesús y Le envió una comitiva de ancianos judíos para rogarle que fuera a su casa para sanar a su siervo. Pero cuando Jesús estaba cerca de la casa, el centurión envió algunos amigos (vs. 6) para decirle que no Se molestara en entrar a su casa, sino que simplemente pronunciara la «palabra de sanidad». Por ende, la consideración de ambos relatos guía a la conclusión de que el centurión pudo no haber hablado personalmente con Jesús en absoluto.

¿Pero por qué Mateo parece sugerir que el centurión lo hizo?

Ya que el registro de Mateo tiene el propósito de ser un relato abreviado de este evento, entonces decir quién hizo el requerimiento sin extender la narración al añadir los medios por los cuales lo hizo, está en armonía con tal propósito. Boles explicó que «[e]ra una manera común de expresar lo que alguien hacía a través de otro como si la misma persona lo hubiera hecho».[1]

Se puede ver un ejemplo claro de esta manera flexible de expresión en Juan 19:1, donde el evangelista dice que «tomó Pilato a Jesús, y le azotó» (cf. Mateo 27:26). Desde luego, Pilato no azotó personalmente a Jesús, sino lo hizo por medio de un agente. Pero ya que él ordenó que fuera azotado, entonces se dice que él lo hizo. De la misma manera, el centurión no hizo el requerimiento personalmente, pero ya que fue quien inició el requerimiento y envió ambas comitivas a Jesús, entonces se registra brevemente que él lo hizo.

¿Por qué el centurión no quiso que Jesús entrara a su casa?

La primera razón obvia parece ser: porque el centurión era un gentil. Ya que el relato de Lucas sugiere que el centurión tenía cierta afinidad y conocimiento de la religión y costumbres judías (7:5), entonces él pudo haber sabido que era abominable «para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero» (Hechos 10:28). De hecho, la Misná (una colección escrita de tradiciones judías orales) explica: «Las moradas de los que no son judíos son inmundas» (18:7).

Adicionalmente, como Barnes ha sugerido, el enunciado «no soy digno de que entres bajo mi techo» (Mateo 8:8) es «una expresión de gran humildad. Sin duda, hace referencia al aspecto de su falta de mérito “personal”, no simplemente al hecho de que fuera “gentil”».[2]

¿Qué era tan «extraordinario» en la fe del centurión como para hacerla digna del elogio más grande de Jesús?

Jesús no solamente dijo que «ni aun en Israel he hallado tanta fe», sino también Se «maravilló» (Mateo 8:10). Pero ¿qué hay de la fe de otros siervos de Dios en el Nuevo Testamento? ¿Ninguno tuvo fe comparable? De hecho, el centurión demostró tal calidad de fe que era básicamente desconocida en Israel, incluso entre los discípulos más cercanos y apóstoles de Jesús.

Considere un par de ejemplos. Marta y María, amigas muy amadas de Jesús, pensaban que Jesús debía estar presente en Betania para sanar a su hermano (Juan 11). Nunca se les ocurrió que ellas podían simplemente pedir a Jesús que sanara a su hermano desde el lugar donde estaba. Ambas se lamentaron: «si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto» (11:21,32). Los apóstoles, quienes habían atestiguado muchos milagros, pensaban que Jesús debía estar despierto para salvarlos de una tormenta (Mateo 8:25).

Parece que los discípulos de Jesús siempre estaban esperando una demostración más grande de Su poder. Sin embargo, este centurión, incluso con la poca información que hubiera obtenido en cuanto a Jesús, sabía que, si Jesús podía hacer lo que estaba haciendo, entonces hacerlo de larga distancia no era una tarea más difícil para Él. El centurión aplicó su entendimiento del poder (autoridad) de Jesús a su propia vida y autoridad (Mateo 8:9), y por ende, su fe reflejó tal poder.

[1] Boles, H. Leo (1952), Un comentario sobre el Evangelio según Mateo [A commentary on the Gospel according to Matthew] (Nashville, TN: Gospel Advocate), p. 188.

[2] Barnes, Albert (2006), Notas de Barnes sobre el Nuevo Testamento [Barnes’ notes on the New Testament], sobre Mateo 8:10 (Altamonte Springs, FL: Accordance).