Misión incómoda

Resumen

Dios nos ha mandado a predicar. ¡Pongámonos de pie y decidamos incomodarnos para cumplir la misión que Dios nos ha dado!

Jesús envió a Sus discípulos a Jerusalén, Judea, Samaria y lo último de la tierra (Hechos 1:8). ¿Por qué toleramos la idea de que la gente no conozca el Evangelio? ¿Cuándo sentiremos el celo para evangelizar al mundo y aumentaremos nuestras contribuciones para la obra misionera? ¿Cuándo decidiremos que los perdidos son tan importantes para nosotros que enviaremos a nuestros hijos e hijas para llevarles el Evangelio?

Dios nos ha escogido en Cristo y nos ha dado el propósito más grande para la vida. Ese propósito puede implicar que debemos renunciar a nuestros sueños terrenales y a la comodidad para compartir el Evangelio con los perdidos. Realmente demanda que tengamos una vida santa, sin contaminación en el mundo (1 Pedro 2:4-10). Significa que debemos llevar el Evangelio a toda persona (Marcos 16:15-16).

La misión de Dios requiere que sirvamos a otros y que abramos nuestra boca ante otros. Nuestra sociedad no tolera los enfoques diferentes. Por ejemplo, ellos dicen: «La fe privada está bien, ¡pero no vote por las autoridades según sus creencias!». Satanás está haciendo un buen trabajo en intimidarnos y callarnos.

Sin embargo, escuche lo que el ateo Penn Jillette dice en cuanto al evangelismo:

No respeto a la gente que no evangeliza; no respeto eso en absoluto. […] usted cree que existe un cielo y un infierno y que alguien pudiera ir al infierno o no recibir la vida eterna […], pero realmente siente que no vale la pena decirle esto porque sería socialmente incómodo […]. ¿Cuánto se debe odiar a alguien para no evangelizarlo? ¿Cuánto debe odiar a alguien para creer que la vida eterna existe y no decirle esto?[1]

Usted y yo debemos tener confianza en el Evangelio (Filipenses 1:4-6). Debemos entender que no necesitamos ser elocuentes (1 Corintios 2:3-5); simplemente necesitamos confiar en la Palabra, la cual está llena del poder del Espíritu Santo (Romanos 1:16; Juan 14:25-26; Hebreos 4:12).

Sí, la misión de Dios tiene un gran precio. Él envió a Jesús, Jesús envió a Su iglesia, y Su iglesia envía a sus miembros. Dios pagó un precio alto, Jesús pagó un precio alto, y nosotros debemos estar dispuestos a pagar un precio alto. Compartir el Evangelio no es barato, sea en el aspecto del dinero, el tiempo o los recursos. Yo he sido inspirado por los pensamientos que el apóstol Pablo expresó en Hechos 20:36-38 y 21:10-14.

Por otra parte, los cristianos también pueden llegar a convertir la obra misionera en algo mundano. Para algunos, puede ser «romántico» viajar a un país extranjero para compartir el Evangelio con otros. Pero nuestra obra misionera tiene pocos periodos de emoción, y muchos periodos de trabajo arduo y tedioso. Nosotros podemos hacer mucha obra misionera al ser padres activos, hijos y hermanos influyentes, amigos y vecinos compasivos. ¡Pongámonos de pie y decidamos incomodarnos para cumplir la obra misionera que Dios nos ha encomendado!

[1] «Penn Jillette habla en cuanto a compartir su fe» [«Penn Jillette on sharing your faith»], Unashamed University, 16 de enero, 2016, video en YouTube, 4:26, https://www.youtube.com/watch?v=mqFN0efA_ek.