Mateo 7: ¿Juzgar o No Juzgar?

“¿Quién es usted para juzgar?”. Es muy probable que haya escuchado este enunciado alguna vez, especialmente si ha decidido señalar el comportamiento cuestionable de alguien. Generalmente se apela a Mateo 7 para excusar el comportamiento incorrecto y censurar a aquellos que lo desaprueban. Se sugiere que en este pasaje Jesús estaba condenando toda clase de juicio. La idea es que solamente Dios es el Juez, y ya que nadie está en la posición de Dios, entonces nadie tiene el derecho de juzgar a nadie. Tal propaganda errónea en cuanto al juico produce una sociedad sin vergüenza, en la cual todo comportamiento, de toda clase, es permitido (cf. Jeremías 6:15).

Desde luego, se debe reconocer que Dios es el Juez absoluto y final de cada alma humana (Hebreos 12:23), y que nadie está en la posición de Dios (Génesis 50:19), pero no es cierto que Jesús estaba condenando toda clase de juicio en Mateo 7. En cambio, estaba condenando el juicio severo, irreflexivo y farisaico. Jesús no solamente aprobó el juicio justo en otros pasajes, sino también lo requirió (Juan 7:24; cf. 1 Corintios 5:3). De hecho, Mateo 7 es otro ejemplo de esta demanda de justicia y juicio. No debemos usar la declaración de Jesús (“No juzguéis, para que no seáis juzgados”), ignorando su contexto, para condenar toda clase de juicio.

El enunciado, “saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano” (vs. 5), aclara el hecho que Jesús quiere que Sus siervos corrijan primero sus propias faltas para que estén capacitados para corregir a otros. Jesús no estaba excusando la “paja” del ojo del hermano; esa paja todavía debía ser quitada. Pero quería que el que intentaba remover la paja analizara su propia vida para detectar alguna falta que primero debía ser removida (cf. Romanos 2:1,3)—en algunos casos, una falta mayor (la viga) que hiciera que el juzgador fuera atrapado en juicio farisaico. Sin embargo, la emisión de juicio no requiere perfección absoluta, sino inocencia general (cf. Gálatas 6:1).

En vez de censurar todo juicio en absoluto, este capítulo censura el juicio hipócrita, y a la vez demanda que el cristiano sea juicioso para analizar:

  • Sus propias faltas (vss. 1-5). ¿Somos demasiado rápidos e inflexibles en condenar las faltas pequeñas en otros, pero excusamos nuestras faltas personales?
  • A los demás (vs. 6). Por otra parte, ¿somos indiscriminadamente ingenuos en nuestro trato con los demás (cf. Mateo 10:16)?
  • La bondad del Padre (vss. 7-12). ¿Meditamos en la bondad del Padre para desarrollar fortaleza espiritual y extender la misma bondad hacia otros?
  • Su camino (vss. 13-14). ¿Estamos siguiendo el camino que conduce a la vida eterna, o estamos siguiendo a la mayoría que está en el camino equivocado?
  • La verdad (vss. 15-20). ¿Amamos la verdad lo suficiente como para analizar las enseñanzas y  obras de aquellos que nos instruyen?
  • Su religión (vss. 21-23). ¿Tenemos una religión que es en espíritu y en verdad (Juan 4:23-24), la cual se basa en el cumplimiento de lo que Dios dice, de la manera en que lo dice?
  • Su disposición (vss. 24-27). ¿Somos hacedores de la Palabra de Dios, o simplemente oidores pasivos que se engañan a sí mismos (cf. Santiago 1:22)?

¡“[J]uzgad con justo juicio” (Juan 7:24)!