Los peligros del favoritismo parental

Resumen

Cualquier padre puede caer en el favoritismo, y evitar esto significa más que tratar a nuestros hijos de la misma manera.

Y amó Isaac a Esaú, porque comía de su caza; mas Rebeca amaba a Jacob (Génesis 25:28). Y amaba Israel a José más que a todos sus hijos, porque lo había tenido en su vejez (Génesis 37:3).

El favoritismo parental es uno de los pecados más comunes que los padres cometen contra sus hijos; se relaciona a la exhibición de preferencia por un hijo sobre otro debido al orden de nacimiento, el género, la personalidad, las necesidades, las capacidades, la apariencia, etc. De hecho, el favoritismo parental ha existido desde el comienzo de la historia humana y ha afectado a padres como a madres. ¿Qué podemos aprender al respecto cuando consideramos el favoritismo que Isaac y Rebeca mostraron hacia sus hijos, y el favoritismo que Jacob mostró hacia José?

Los padres buenos y fieles pueden caer en la trampa del favoritismo

Se pudiera pensar que solamente los padres débiles en la fe caerían presos del favoritismo parental, pero el hecho de que Isaac y Jacob fueran reconocidos como «héroes de la fe» (vea Hebreos 11:20-21) revela que ningún padre cristiano es inmune a esta enfermedad. Simplemente decir que «somos imparciales con nuestros hijos» no significa que lo seamos. Algunos padres que tienen buenas intenciones han permitido que el orgullo cierre las puertas a la idea de analizar honestamente sus vidas en búsqueda de señales de favoritismo parental; ellos no buscan, así que no hallan (Mateo 7:7; cf. Lucas 18:9-14). Ellos tampoco están dispuestos a preguntar y escuchar la perspectiva de sus hijos (incluso de sus hijos adultos), o pueden sentirse atacados si se les señala alguna parcialidad percibida. En este punto, todos los padres deberíamos considerar la advertencia de Pablo: «Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga» (1 Corintios 10:12).

El favoritismo no es fácil de detectar como pudiéramos pensar que lo es

Esta es una razón principal por la cual muchos padres caen en esta trampa. ¿Qué respuesta hubiera dado Isaac, Rebeca o Jacob si se le hubiera preguntado: «¿Eres parcial para con uno de tus hijos, o amas a uno de tus hijos más que a otros?»? Muy probablemente: «Desde luego que no». Después de todo, ¿se esperaría que estos siervos fieles de Dios hicieran algo voluntariamente que supieran que está en conflicto con la naturaleza verdadera del amor? Sin embargo, lo cierto es que ellos mostraron favoritismo, y la Biblia describe claramente tal favoritismo como una «medida de amor» que se da a un hijo y se priva a otro (cf. Génesis 37:3). El favoritismo parental es difícil de detectar porque nos sentimos bien de que no estamos reprimiendo «amor» a todos nuestros hijos, pero realmente no estamos examinando la «cuchara de medir» de nuestro amor para cada uno de ellos.

Los padres deben luchar con la atracción del favoritismo

Todo pecado tiene alguna clase de seducción y placer, sea que lo notemos o no, y esto es lo que lo hace atrayente (Santiago 1:13-15). El favoritismo parental no es la excepción; es atrayente, y es difícil luchar contra él. Yo tengo que analizar constantemente mis pensamientos y acciones para evitar su atracción. Cuando una de mis hijas quiere jugar el deporte favorito de papá, o quiere hacer el trabajo que papá hace, o hace la comida que a papá le gusta, es difícil no querer pasar más tiempo con ella, no amarla más y no estar más orgulloso de ella que de sus hermanas. ¿Por qué? Porque esto es «amor fácil», y a nosotros simplemente nos gusta el amor fácil. Escogemos amigos que son fáciles de amar, una pareja que es fácil de amar y un trabajo que es fácil de amar. Pero no hay nada fácil en el amor que Dios requiere de nosotros (Lucas 10:25-37; Juan 14:15).

Note la razón por la cual Isaac prefería a Esaú: «porque comía de su caza» (Génesis 25:28). A Isaac le gustaba un buen «bistec» (¿cuál es el problema?), y Esaú era la persona indicada para la cacería. Al otro hijo (Jacob) solo le gustaba «acampar», y parece que era un amante de los animales (25:27; cf. 30:25-43). ¿Por qué Rebeca prefería a Jacob? La Biblia no lo dice, pero yo sospecho que ella podía identificarse mejor con un hijo de mamá, limpio y bien afeitado, que con un hombre macho, rudo y peludo que vivía en el bosque (cf. 25:25-27; 27:11). A su vez, ¿por qué Jacob prefería a José? «[P]orque lo había tenido en su vejez» (37:3) y porque era hijo de Raquel, su esposa favorita (29:30). José era un «bebé» en la familia; sus hermanos eran demasiado mayores y eran hijos de la mujer equivocada como para ser amados con la misma intensidad.

Los padres cristianos debemos luchar con la atracción fuerte del favoritismo para con el hijo que escoge el mismo camino por el cual nos gusta viajar. Debemos esforzarnos en aprender a amar a nuestros hijos que son menos similares a nosotros y a quienes les gusta hacer cosas que son menos atrayentes para nosotros.

El favoritismo siempre paga con la moneda equivocada

Nosotros podemos pensar que el favoritismo parental no es un problema grave y podemos tratar de justificarlo. Pero el favoritismo, de cualquier clase, no tiene parte en el cristianismo (Santiago 2:1-13); sus consecuencias son siempre el dolor y el sufrimiento.

En el caso de Isaac y Rebeca, el favoritismo causó que Esaú odiara a su hermano e hiciera planes de matarlo tan pronto como su padre falleciera (27:41). Parece que a él no le importaba mucho hacer sufrir a su madre; él pudo haber pensado: «¿Por qué interesarme tanto por una madre a quien no le intereso mucho?». El favoritismo también causó que Rebeca pidiera a Isaac que enviara lejos a su hijo favorito para salvar su vida, y tal vez nunca logró verlo otra vez (27:42-28:5). De hecho, Jacob no hubiera podido evitar el daño de su hermano si es que Dios no lo hubiera protegido.

¿Qué podemos decir en cuanto al favoritismo de Jacob por José? Bueno, usted conoce la historia: sus hermanos lo odiaron por esto, no podían hablarle pacíficamente, trataron de matarlo y lo arrojaron a un pozo; luego lo vendieron como esclavo y mintieron en cuanto a su paradero. Su padre lamentó por años la pérdida de su hijo, y solamente pudo verlo después de un par de décadas. Alguien pudiera decir: «¿Pero no salió todo bien al final?». Sí, pero esto no significa que el favoritismo dará buenos resultados para nuestros propios hijos; tampoco significa que sea bueno para nuestras familias; y tampoco borra todo el dolor y sufrimiento que todos experimentan, incluso aquellos a quienes se favorece.

CONCLUSIÓN

El favoritismo es una amenaza peligrosa para todo padre. Pero evitar el favoritismo parental no es un asunto de comprar el mismo regalo para cada hijo, dar la misma cantidad de propina/dinero a cada hijo, o incluso tratar a cada hijo de la misma manera. Se trata de hacer el esfuerzo consciente de (1) conocer a nuestros hijos individualmente—sus necesidades, expectativas y preocupaciones; (2) entender y valorar el hecho de que son diferentes—en sus capacidades, gustos, emociones y opiniones; y (3) amarlos intensa y desinteresadamente—para moldear sus corazones, mentes y espíritus para ser todo lo que el Señor (no nosotros) quiere que sean.