Lo que la Biblia Dice sobre el Baile

Resumen

Es importante que los cristianos, padres y jóvenes sean honestos en cuanto al baile. El baile no es algo inofensivo.

El verbo “bailar” puede hacer referencia a saltar o brincar con emoción, y ciertamente la Biblia hace referencia a este tipo de baile celebratorio (e.g. Éxodo 15:20; Jueces 11:34; Eclesiastés 3:1-4). Sin embargo, en la sociedad moderna se usa comúnmente este término con relación al movimiento rítmico del cuerpo según pasos y gestos prescritos o improvisados, usualmente para la música. Al menos en la cultura americana, estos pasos y gestos típicamente involucran movimientos de las caderas y el torso que se asemejan a actos sexuales y que frecuentemente son acompañados del contacto físico cercano. Según el erudito Merrill Tenney, aunque se desconoce en detalle el modo del baile en el tiempo bíblico, “es claro que los hombres y mujeres no bailaban juntos generalmente, y no hay evidencia real de que jamás lo hayan hecho. La diversión social no era el propósito principal del baile, y se desconoce en la Biblia el método moderno del baile entre parejas”.[1]

Algunos intentan justificar el baile contemporáneo ya que, en sus propias palabras, “la Biblia no dice que no se puede bailar”, pero este es un enfoque peligroso del tema, e incluso deshonesto. Aunque la Biblia contiene reglas, no es un libro de reglas. Por ende, frecuentemente establece principios sin listar cada actividad específica que el principio prohíbe. Por ejemplo, la prohibición “No hurtarás” (Éxodo 20:15) no enumera toda manera concebida en que alguien pueda tomar lo que no es suyo o todo artículo específico (algunos todavía sin descubrir o inventar) que potencialmente se pueda hurtar. La prohibición general en contra del hurto requiere que no se hurte nada en absoluto. De manera similar, los preceptos bíblicos claros abordan la falta de decoro del baile.

Los Principios Bíblicos

La Biblia condena generalmente la “lascivia” (e.g., Marcos 7:21-23; Gálatas 5:19; 1 Pedro 4:3). Según Vine, el término griego, aselgeia, “denota exceso, licencia, ausencia de freno, indecencia, disolución… La idea que destacar es la de una conducta desvergonzada”.[2] La palabra “licencioso” significa carente de disciplina moral o de restricción legal, especialmente en la conducta sexual, y la palabra “disolución” significa lujuria, inmoralidad o impureza. La conducta desvergonzada es el comportamiento que sugiere que no se necesita privacidad y que no se requiere cubrir ciertas partes del cuerpo del consumo público. Claramente, gran parte del baile público mixto que ocurre en nuestra sociedad implica lascivia ya que involucra el movimiento de las caderas, la cercanía íntima, el contacto erógeno y otras conductas que revelan falta de restricción sexual y disciplina.

Aunque la Biblia prohíbe la lascivia, que se relaciona en gran parte al mensaje que transmitimos con nuestro comportamiento, también impone la responsabilidad afirmativa de evitar las cosas que incitan lascivia en nosotros mismos. Cuando Pablo aconsejó a Timoteo que huyera de las “pasiones juveniles” (2 Timoteo 2:22) y Pedro aconsejó a las iglesias que se abstuvieran de los “deseos carnales” (1 Pedro 2:11), no listaron los deseos o pasiones específicos que se debían evitar. El principio requería que los cristianos evitaran todas estas pasiones. Nosotros no debemos observar cuando otros se involucran en la conducta lasciva (cf. Job 31:1; Mateo 5:28), mucho menos unirnos a esto; y es ingenuo creer que los hombres que naturalmente sienten atracción a las mujeres puedan ver a jovencitas y mujeres que mueven rítmica y seductoramente sus cuerpos sin tener pensamientos impuros. Algunos han dicho, y esto puede ser cierto, que las mujeres son usualmente estimuladas menos por lo que ven que los hombres, pero si incluso esto fuera cierto, no significaría que ellas son ciegas. Las mujeres también son propensas a la estimulación al ver a hombres que bailan. Además, es ingenuo creer que los hombres y mujeres pueden abrazarse y tocarse cercanamente mientras bailan sin sentir lascivia. Esta atracción es natural para los hombres y mujeres (cf. 1 Corintios 7:2-3), especialmente para aquellos que han llegado a la pubertad, pero cuando se la satisface fuera de la relación matrimonial lícita, llega a ser pecaminosa.

También se debe considerar el ambiente en que el baile usualmente ocurre. Desde luego, ocurre en gimnasios como una forma de “ejercicio” y en varios escenarios como una forma de “entretenimiento” (lo cual no lo hace menos pecaminoso). Sin embargo, en nuestra sociedad, una gran parte del baile ocurre en reuniones sociales juveniles como los bailes y promociones escolares o en reuniones de adultos como clubes nocturnos, bares y fiestas. Frecuentemente, ocurre en la noche, con iluminación tenue y acompañado de bebidas alcohólicas, conversación desagradable, música profana y vestimenta inmodesta. No es una coincidencia de que la fornicación y los abusos sexuales estén asociados con tales eventos; se los describe adecuadamente como “orgías”, lo cual la Biblia condena como una obra de la carne que los cristianos deben evitar completamente (vea Gálatas 5:21; 1 Pedro 4:3; cf. Éxodo 32:19).

El Punto Práctico

Es natural que algunos se pregunten si toda clase de baile es erróneo. La respuesta es “no”, ya que el baile no es inherentemente malo. Es malo cuando involucra las partes o la audiencia errónea debido a las actitudes y efectos malos que involucra. No obstante, es posible bailar bajo circunstancias que no fomenten pensamientos y sentimientos ilícitos. Por ejemplo, alguien puede bailar solo en la privacidad de su hogar con propósito de ejercicio o entretenimiento sin experimentar lascivia o fomentarla en otros. Una pareja casada puede bailar junta en privado y disfrutar lícitamente los sentimientos de atracción y el toque corporal. Pero la misma conducta violaría varios preceptos bíblicos si ocurriera públicamente, es decir, ante una audiencia.

Es importante que los cristianos, padres y jóvenes sean honestos en cuanto a lo que el baile implica. Esto no es comportamiento inofensivo. Ya que esta actividad tiene una naturaleza sexual y tiene el diseño de provocar sentimientos lascivos en los que bailan y en la audiencia, generalmente las personas heterosexuales no participan en el baile entre el mismo sexo. Los cristianos deberían ser demasiado modestos y tímidos como para involucrarse públicamente en tal comportamiento (cf. 1 Timoteo 2:9; Jeremías 6:15; 8:12). Recuerde que no debemos involucrarnos en el comportamiento cuestionable (Romanos 14:23), sino debemos procurar “lo bueno delante de todos los hombres” (Romanos 12:17). Estos mandamientos no dejan de regir cuando llega el fin de semana o la temporada de promoción.

Al discernir la legitimidad del baile en una circunstancia dada, se debe considerar, entre otras cosas, las siguientes preguntas: (1) Si mi pareja potencial de baile es un miembro del sexo opuesto, ¿estamos casados? (2) ¿Habrá toque corporal? (3) ¿Me verán otros? (4) ¿Pueden otros considerar probablemente mis movimientos como indecentes? (5) ¿Qué partes de mi cuerpo moveré? (6) ¿Probablemente estimularé a otros? (7) ¿Probablemente me estimularé? (8) ¿Es la atmósfera mala (e.g., alcohol, música, vestimenta)? (9) ¿Bailaría de tal manera si Jesús me estuviera observando (¡Él lo está haciendo!)?

Referencias

[1] Tenney, Merrill, ed. (1976), “Baile” [“Dancing”], La Enciclopedia Bíblica Ilustrada de Zondervan [The Zondervan Pictorial Encyclopedia of the Bible] (Grand Rapids, MI: Zondervan).

[2] Vine, W.E. (1999), Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento Exhaustivo (Colombia: Caribe), 2:485.