La Manera de Entrar al Reino

Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo (Juan 3:3-7).

En los Estados Unidos, somos bendecidos ya que hemos nacido en una de las naciones más grandes del mundo. Somos libres de escoger nuestra religión, nuestras ocupaciones académicas y profesionales, nuestros cónyuges, y mucho más. Sin embargo, aunque esta nación es grandiosa, hay un reino más grandioso del cual debemos desear ser ciudadanos. Esta es la herencia que los patriarcas vieron por fe (Hebreos 11:8-16; Filipenses 3:20). Cuando Jesús prometió establecer Su reino, indicó que tendría una entrada que se abría solamente con llave (Mateo 16:18-19). La manera en que alguien entra a esta institución gloriosa es asunto de debate serio en la comunidad religiosa, pero veamos lo que el Fundador de esta institución dice al respecto.

  • Jesús dijo a Nicodemo que se entra al reino de los cielos al nacer de nuevo. Debemos nacer de nuevo para entrar ya que “la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios” (1 Corintios 15:50). Pablo nació con ciudadanía romana (Hechos 22:25-28), pero tuvo que nacer de nuevo para obtener su ciudadanía en el reino de los cielos (Hechos 22:16). Se nace de nuevo de agua y del Espíritu “por la resurrección de Jesucristo de los muertos” (1 Pedro 1:3). Experimentamos este nuevo nacimiento con la resurrección gloriosa de Cristo cuando somos sepultados con Él en el bautismo y comenzamos una vida nueva con Él (Romanos 6:3-5).
  • Jesús también dijo que entrar al reino requiere que se llegue a ser como un niño (Mateo 18:3-4). Los pequeños niños no se consideran mejores que los demás. Dependen completamente de otros para recibir todo lo que necesitan, sabiendo que ellos no pueden proveer para sí mismos. Los niños pueden sentirse contentos con las cosas más pequeñas. Son tan inocentes que no sienten la necesidad de esconder nada. Ellos perdonan libremente y completamente.
  • Jesús también dijo que se debe obedecer la voluntad de Dios para entrar al reino de los cielos (Mateo 7:21). Jesús mismo no vino a hacer Su propia voluntad, sino la del Padre (Juan 7:16; Hebreos 10:8-9). Para seguir este ejemplo, primero debemos aprender cuál es la voluntad del Señor para nosotros (Efesios 5:14-18), y esto solamente se puede lograr por medio del estudio cuidadoso de la revelación de Dios. Entre otras cosas, es la voluntad de Dios que lleguemos al arrepentimiento (2 Pedro 3:9), nos abstengamos de la fornicación (1 Tesalonicenses 4:3), nos regocijemos (1 Tesalonicenses 5:16), confesemos que Cristo es el Señor (Filipenses 2:11) y adoremos a Dios en espíritu y en verdad (Juan 4:23-24).

Si desea entrar al reino de los cielos, debe hacer la voluntad del Señor, nacer de nuevo, llegar a ser como un niño y encomendarse al Señor (Hechos 14:23). No sea como el joven rico que permitió que el amor de este mundo le separara del reino de Dios (Marcos 10:17-25). El reino de Dios es el único lugar donde se puede encontrar la plenitud de las bendiciones de Dios.