Gratitud y solemnidad: Fuentes de fidelidad

Resumen

La gratitud produce contentamiento por las bendiciones de Dios, y la solemnidad evita la rebeldía ante nuestro Dios.

Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras (Tito 2:11-14).

Este pasaje debería provocar una mezcla de gratitud y solemnidad debido al conocimiento de lo que Dios ha hecho a través de Su Hijo y de la respuesta que espera de nosotros ante lo que ha hecho. Estos dos elementos son esenciales en nuestro esfuerzo de desechar las obras de la carne y producir el fruto del Espíritu (Gálatas 5:16-24). La gratitud produce contentamiento que reduce la atracción de las cosas prohibidas con las cuales Satanás espera seducirnos (cf. 1 Timoteo 6:6). La solemnidad reduce la tendencia de minimizar los efectos letales de la rebeldía ante Dios (Romanos 6:23a; Hebreos 10:26).

La gratitud

Naturalmente, la gratitud es el resultado de entender la naturaleza de la gracia de Dios. Tres principios claves de esta verdad maravillosa promueven la gratitud: (1) El significado de la gracia, (2) el precio de la gracia, y (3) la bendición de la gracia. Este enfoque triple de la gracia profundiza nuestro entendimiento del amor de Dios para con nosotros y fortalece nuestro amor por Él (1 Juan 4:19).

El significado de la gracia

La definición básica de la gracia es «favor inmerecido», lo cual significa que no merecemos los favores y bendiciones de Dios. Él nos concedió estos favores cuando estábamos enemistados con Él y en un estado de rebeldía (Romanos 5:6-10). Es una cosa recibir el favor de aquellos a quienes hemos tratado bien, pero es algo completamente diferente recibir el favor de Aquel ante Quien nos hemos rebelado.

El precio de la gracia

El precio de la gracia magnifica adicionalmente esta verdad. Tito 2:11-14 y Romanos 5:6-10 hablan del gran precio de la gracia de Dios; ese precio fue el sacrificio de Su Hijo en la cruz. Alguien ha dicho que la gracia es las riquezas de Dios a expensas de Cristo. Sin esta gracia maravillosa, estaríamos separados de Dios por la eternidad, sufriendo el terror del infierno (2 Tesalonicenses 1:9).

La bendición de la gracia

Afortunadamente, Su gracia nos concede bendiciones eternas en Jesucristo. Al considerar nuevamente Tito 2:11-14, podemos ver cuatro bendiciones particulares: (1) La salvación, (2) la redención, (3) la purificación y (2) la adopción. La gracia de Dios se ha manifestado para salvación (vs. 11, cf. Lucas 19:10), Cristo Se dio a Sí mismo para redimirnos (rescatarnos) de toda obra mala (vs. 14; cf. Romanos 6:16-18). A través de Su sangre redentora, nos purificó para Sus propósitos santos (vs. 14; Hebreos 9:14). Al hacerlo, nos adoptó como Su pueblo (vs. 14; cf. Éxodo 19:5-6). ¿Cómo no pudiéramos estar agradecidos por tales regalos?

La solemnidad

Habiendo dicho esto, también se debe señalar que la gratitud debe estar unida con la solemnidad. Debemos reconocer que la gracia de Dios no carece de condiciones. Las condiciones de la recepción y la conservación de Sus bendiciones no descartan la realidad de que la gracia no se puede merecer o comprar. El Nuevo Testamento enseña claramente que hay condiciones unidas a tales bendiciones. Todas las bendiciones espirituales están en Cristo Jesús (Efesios 1:3; Romanos 3:24; 6:23; 8:1-2; 2 Corintios 5:17; Gálatas 3:26-28). Si todas las bendiciones espirituales están en Cristo, entonces no hay bendición espiritual fuera de Cristo. Si la Biblia demanda alguna acción para llegar a estar en Cristo, entonces tal acción es una condición para recibir Su gracia. Gálatas 3:26-28 une a la fe y el bautismo como condiciones para llegar a estar en Cristo.

Tito 2:11-14 promueve el arrepentimiento y la vida santa como condiciones para aquellos que han recibido Su gracia (cf. Romanos 1:5; 16:25-26; Efesios 2:10). Muchos creen que es imposible reconciliar esta demanda de obediencia con el hecho de que la salvación es un regalo de gracia. El Señor previó que algunos considerarían esto como una dificultad, y clarificó el hecho, como también descartó la noción de que la gracia da licencia para el pecado (Romanos 6:1-2, 15-16; Judas 3-4). Las consecuencias de continuar en el pecado después de recibir Su gracia son severas (Hebreos 2:1-3; 10:26-31). Por esta causa, debemos proceder teniendo en cuenta el balance adecuado de gratitud y solemnidad.