Fuera de las drogas, fuera de las pandillas y fuera de la iglesia

Resumen

Los padres queremos que nuestros hijos estén fuera de las pandillas y las drogas, y especialmente fuera del infierno.

Para comenzar, consideremos dos escenarios diferentes. Primero, tenemos a la «Familia Cristiana A». Ambos padres son cristianos y entienden que los hijos son un regalo de Dios (Génesis 33:5; 48:9). Así que invierten en sus hijos el tiempo, la energía y las finanzas razonables que pueden. Ellos quieren que sus hijos crezcan siendo felices. La familia pasa mucho tiempo junta, especialmente en las actividades fuera de la escuela y en las vacaciones. Ellos asisten a las reuniones de la iglesia cada domingo en la mañana. Cuando se hace una pregunta bíblica, el padre responde lo mejor que puede según el conocimiento que tiene por haber escuchado al predicador los domingos en la mañana. La filosofía de los padres es: «Las manos desocupadas son el taller del diablo». Ellos quieren que sus hijos estén ocupados y activos, haciendo cosas que contribuyan a su desarrollo físico, académico y emocional.

Los hijos son buenos. No son perfectos, pero son ejemplares según el estándar popular. Ellos tienen buenas notas en el colegio. Nunca se involucran en las drogas o en la inmoralidad sexual. Interactúan saludablemente con sus amigos y el sexo opuesto. Según toda medida externa, la «Familia Cristiana A» es exitosa. Cuando los hijos llegan a la adultez y piensan en cuanto a su infancia, la palabra que llega a sus mentes es: «Familia».

Ahora, consideremos a la «Familia Cristiana B». Esta familia también está constituida de dos padres cristianos que entienden que son administradores de sus hijos, quienes pertenecen a Dios (cf. 1 Corintios 14:1-2). Aunque ellos creen que la unidad familiar es esencial para la salud familiar, también creen que Cristo necesita ser el centro de la vida familiar. Decir que «Cristo» es el centro de la familia significa que Su Palabra y Su iglesia tienen prioridad. Los padres quieren que sus hijos crezcan siendo fieles a Dios. Aunque la familia pasa mucho tiempo junta, una gran parte de tal tiempo se pasa en actividades relacionadas a la iglesia. Ellos asisten a las clases bíblicas siempre que las puertas del lugar de reunión están abiertas. Asisten a la adoración dominical de la mañana y la noche, como también a los estudios bíblicos de entre semana. Cuando se programa un día de trabajo en la iglesia, los padres llevan a sus hijos y a toda la familia para servir a la iglesia del Señor.

Ya que los padres están involucrados activamente en la crianza de sus hijos, también están involucrados en las actividades de ellos fuera de la escuela. Están tan involucrados en tales actividades que cuando hay alguna práctica o deporte en el mismo horario de los servicios de la iglesia, ellos piden respetuosamente al encargado de tal actividad que excuse a sus hijos ya que ellos tienen un compromiso de antemano con su Salvador. Respetando las convicciones religiosas de la familia, el encargado de tal actividad consiente hacerlo.

Cuando se hace una pregunta bíblica, el padre puede dar una respuesta basada en la Biblia ya que la estudia personalmente (como lo hace la madre) y también ha memorizado muchos pasajes bíblicos. La filosofía de los padres es: «Los hijos son como saetas en manos del valiente y deben ser apuntados de regreso a Dios» (cf. Salmos 127:3-5). Así que ellos quieren que sus hijos crezcan teniendo una influencia piadosa en el hogar y en la iglesia, haciendo cosas que fortalezcan su fe en Cristo y su compromiso con su Salvador.

Estos hijos también llegan a ser buenas personas. Otra vez, no son perfectos, pero son extraordinarios según el estándar popular. Tienen buenas notas, y no se involucran en las drogas y en la inmoralidad. Tienen interacciones saludables. La «Familia Cristiana B» no solamente es un éxito en las expectativas espirituales, sino también sus hijos (cuando llegan a ser adultos) toman su propia decisión de ir a los servicios e involucrarse en sus congregaciones locales. De adultos, recuerdan su infancia, y la primera palabra que llega a sus mentes es: «Cristo».

Según un estudio en cuanto a las familias cristianas,[1] el 70% de los jóvenes abandona la iglesia después de la secundaria. Solamente el 35% retoma la asistencia regular. ¿Por qué? Porque muchas familias cristianas reflejan la descripción de la «Familia Cristiana A», y pocas reflejan la descripción de la «Familia Cristiana B».

En la década de 1970, las iglesias comenzaron a contratar a ministros de jóvenes. «Cuanto más grande, mejor» era la filosofía que gobernaba a muchos de los programas juveniles. Después de todo, se sugería que no se podía enseñar a los jóvenes si primero no se los atraía. Se los atraía con la comida, los instrumentos musicales (entre los protestantes) y el canto. Si se tenía un programa juvenil vibrante, se atraía a más familias a la iglesia. Luego muchos padres cristianos comenzaron a delegar la crianza de sus hijos a los ministros de jóvenes (muchos de los cuales también eran jóvenes sin hijos que de recién habían dejado la adolescencia). El principio de acción llegó a ser: «Mantengamos a nuestros hijos ocupados. Esto también los mantendrá fuera de las pandillas y de las drogas».

El problema fue, y es, que, sin dirección, consistencia, involucración paternal sacrificial, el ministerio de jóvenes produjo muchas familias cristianas del tipo «A». Hoy la iglesia tiene muchos «cristianos» que están fuera de las pandillas y drogas. Esto es bueno. Pero tales cristianos tampoco son fieles a la iglesia del Señor. Durante las cinco décadas pasadas, el enfoque de muchas familias cristianas ha sido mantener a los jóvenes ocupados en vez de desarrollar fidelidad en ellos.

Entonces, ¿qué podemos hacer?

Primero, todos los padres debemos entender este concepto único y fundamental: ¡la salvación del alma es la meta más importante de todos nosotros! Lo que yo, como padre, pongo en las mentes y corazones de mis hijos en el aspecto espiritual, ¡es más importante que lo que pongo en sus estómagos! Nuestros hijos pueden ir al cielo sin buena salud, sin destrezas atléticas e incluso con estómagos vacíos. ¡Pero ellos no pueden ir al cielo con el corazón desprovisto de Jesucristo!

Muchos de nosotros hemos visto fotos en sitios sociales que muestran que una persona comete un error serio, y luego la descripción dice: «¡Solamente tenías un trabajo que hacer!». Los padres tenemos un trabajo que hacer: enviar a nuestros hijos de regreso a Dios (Salmos 127:3-5). Esencialmente, cada vez que Dios permite que una mujer llegue a estar embarazada (incluso si la mujer no está casada), está diciendo a la madre y al padre que tal bebé es una vida y que ellos lo deben preparar para regresar a Dios. Esta es la responsabilidad de cada padre: Preparar al hijo para regresar a Dios.

Segundo, esto significa que la madre y el padre deben tener un rol activo en la enseñanza e instrucción de los hijos y el servicio a Cristo y a Su iglesia. Los padres deben tener su propia vida de oración personal y sus propios hábitos de estudio bíblico.

Tercero, cuanto más activos los padres sean con la iglesia, más oportunidad tendrán los hijos de desarrollar su propia fe y relación con Cristo. No deje a sus hijos en el local de la iglesia para que el ministro de jóvenes los críe. Lleve a su hijo y sea parte de las actividades. Estoy seguro de que a una gran parte de los ministros de jóvenes y diáconos que instruyen a los jóvenes le gustaría la ayuda extra y el apoyo familiar.

Finalmente, queremos que nuestros hijos estén fuera de las pandillas y las drogas, y especialmente fuera del infierno. Ayudémosles a aferrarse lo más que puedan a Cristo. Los coros y dramas no logran esto. Los juegos de béisbol o fútbol no logran esto. En cambio, un hogar centrado en Cristo y en Su iglesia puede lograr esto.

[1] Wright, Dave (2012), «Una historia breve del ministerio de jóvenes» [«A brief history of youth ministry»], The Gospel Coalition, https://www.thegospelcoalition.org/article/a-brief-history-of-youth-ministry/.