Dios no necesita su ayuda

Resumen

Dios no necesita ninguna «ayuda» que ignore Su voluntad. En el alcance de almas, prediquemos fielmente lo que Él quiere.

Una de las primeras cosas que aprendemos de Saraí (a quien Dios llamaría «Sara» en Génesis 17:15) es que ella era estéril (Génesis 11:30). Sin embargo, Dios prometió que de ella y su esposo Abram saldría una gran nación (Génesis 12:1-3), una «descendencia como el polvo de la tierra» (Génesis 13:16), «como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar» (Génesis 22:17).

Después de diez años sin poder tener hijos, Saraí decidió «ayudar» a Dios al dar a su sierva Agar a su esposo Abraham para que pudiera tener hijos a través de ella (Génesis 16:1-2). Ismael nació de tal relación, pero era a través de Abram y Saraí que Dios traería al hijo prometido, Isaac. Dios no necesitaba tal clase de ayuda. Note el énfasis en Génesis 21:3 en cuanto a de quién descendió Isaac: «Y llamó Abraham el nombre de su hijo que le nació, que le dio a luz Sara, Isaac». Evidentemente, el registro inspirado indica firmemente que ¡Dios no necesita las maquinaciones del hombre para cumplir Sus planes! A través del hijo prometido, Isaac (la simiente o el hijo de Abram y Saraí), finalmente el Cristo llegaría al mundo, por medio de Quien «todas las familias de la tierra» serían bendecidas (Génesis 12:3).

Hoy la iglesia del Señor tiene la responsabilidad y el privilegio de dar a conocer que este descendiente de Abram y Saraí, Jesús, vino a salvar al mundo (Mateo 28:18-20; Efesios 3:10-11; cf. Mateo 1:21). Sin embargo, frecuentemente surgen problemas cuando se realiza gran esfuerzo pero se ignora el Evangelio puro. En tal punto, y a menudo con gran sinceridad, los cristianos buscan «ayudar» a Dios. ¿Qué hacen? Ellos comienzan a enseñar un Evangelio más «atractivo». Comienzan a cuestionar sus convicciones en cuanto a la Palabra de Dios y abandonan sus posturas y enseñanzas en cuanto a las doctrinas que causan que la gente rechace al Señor y a Su iglesia. Ellos buscan extender un mensaje más seductor. Se debe enfatizar que muchas veces esto comienza con intenciones buenas. Sin duda, la intención es similar a la de Saraí cuando dio a su sierva Agar a su esposo Abram.

Aunque es cierto que podemos adaptar los métodos (vea 1 Corintios 9:19-23), nunca debemos cambiar el mensaje del Evangelio (vea Lucas 21:33; 1 Pedro 1:25). Aprendamos de la historia de Abram, Saraí y Agar, que Dios no necesita esta clase de «ayuda» para cumplir Su voluntad. La fidelidad ante Él es aquello que satisface Su voluntad. Prediquemos la Palabra de Dios (2 Timoteo 4:2), no las palabras de los hombres (1 Pedro 4:11). No caigamos en la tentación de predicar un Evangelio diferente por el bien del número. La Palabra de Dios logrará lo que Él quiere que logre cuando se plante en corazones buenos. Enseñemos fielmente Su Palabra con un espíritu de amor (Efesios 4:15).