¿Desaprueba el Sufrimiento Humano la Existencia de un Dios Benévolo?

En el capítulo seis del libro de Jueces, se lee que los madianitas paganos invadieron a los hijos de Israel. Por siete años, el pueblo de Dios fue víctima de estos oponentes impíos. El cultivo de Israel fue destruido, su ganado fue confiscado, y su gente fue forzada a buscar refugio en guaridas y cuevas de montes distantes. Durante ese periodo de dificultad, el mensajero del Señor apareció a un hebreo llamado Gedeón y le declaró: “Jehová está contigo, varón esforzado y valiente” (Jueces 6:12). El israelita respondió: “Ah, señor mío, si Jehová está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto?” (6:13). Aquellos que languidecen bajo el sufrimiento del cual la humanidad ha llegado a ser heredera han repetido esta triste súplica durante siglos. “Si Dios existe, ¿por qué murió mi hijo en un accidente de tránsito?”. “Si Dios existe, ¿por qué soy afligido con cáncer?”. “Si Dios existe, ¿por qué mi bebé nació con retardo mental?”. “Si Dios existe, ¿por qué mi esposa adquirió la enfermedad de Alzheimer?”. Estas y miles de preguntas similares captan el corazón humano y reclaman alguna clase de respuesta.

EL PROBLEMA DECLARADO

Para mucha gente, el mayor obstáculo para creer en Dios es el problema de la maldad y el sufrimiento. Ya que los hombres no pueden someter todo sufrimiento a un análisis significativo, muchas veces se llega a la suposición de que no puede existir un Dios de amor como la Biblia indica.

Ciertamente el problema no es nuevo. El filósofo griego Epicuro (342-270 a.C.) presentó este problema. Él argumentó de esta manera: Si Dios desea prevenir la maldad, pero no puede, entonces no es todopoderoso; si puede prevenir la maldad, pero no desea, entonces no es bueno; si tiene el poder y la voluntad de eliminar la maldad, entonces, ¿por qué existe la maldad en el mundo? Desde luego, la falacia del argumento es la suposición de que no se puede presentar ningún propósito bueno para el permiso de la maldad y el sufrimiento en el mundo.

Probablemente, ninguno sería tan atrevido como para aseverar que el hombre puede entender completamente el problema de todo sufrimiento. Aparte de lo que Dios ha revelado en Su Palabra, el hombre desconoce la mente y los propósitos del Señor; “¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! (Romanos 11:33). Sin embargo, la Biblia sugiere suficientes respuestas para aceptar ese porcentaje inexplicable según el fundamento de la fe (Romanos 10:17), confiando en el Dios de amor que siempre hace lo que es justo (Génesis 18:25).

EL PROBLEMA ABORDADO

Primero, se debe señalar que cuando una persona sugiere el tema de la “maldad”, inadvertidamente está apelando a un sistema universal de justicia que la maldad viola. Pero si no existe Dios, y por ende no existe ningún sistema universal de “justicia”, entonces, ¿cómo pudiera existir tal cosa como la “maldad”? ¿No sugiere la palabra “maldad” la violación de algún estándar? Por tanto, deje que el ateísmo trate de definir algún estándar por el cual pueda señalar que ciertas cosas son “malas”. Ningún ateo consistente con su propia filosofía, incluso puede presentar el problema de la maldad.

Segundo, se debe señalar algo en cuanto a la naturaleza de Dios y la manera en que Él ha constituido a la humanidad. La naturaleza de Dios se establece progresivamente en Su revelación inspirada verbalmente: la Biblia. Una de las características de Dios es Su amor. Las Escrituras afirman que “Dios es amor” (1 Juan 4:8). Por tanto, la creación del hombre fue una expresión de Su amor. Además, Dios demostró Su amor al dotar a la humanidad de libre albedrío; se nos concedió la libertad de escoger (cf. Génesis 2:16-17; Josué 24:15; Isaías 7:15; Juan 5:39-40; 7:17; Apocalipsis 22:17). ¿Pudiera alguien imaginar a Dios como un Dios de amor que creara seres inteligentes, pero que después les programara para servirle como esclavos sin ningún poder de voluntad personal? ¡No! Entonces, se puede sugerir lo siguiente:

  1. Dios es amor.
  2. El amor permite libre albedrío.
  3. Por ende, Dios permite libre albedrío.

Adicionalmente, si se permite libertad de elección, también llega a existir la posibilidad de que las criaturas finitas hagan elecciones equivocadas; y las elecciones equivocadas deben implicar algunas consecuencias adversas. Piense en esto: si todas las acciones (elecciones), tanto buenas y malas, produjeran exactamente el mismo efecto, ¿cómo pudiera alguien aprender a escoger lo bueno y rechazar lo malo? Así que es claro que a los seres finitos con libre albedrío se les debe permitir sufrir las consecuencias de sus elecciones equivocadas con el fin de que aprendan a valorar lo bueno sobre lo malo. A la luz de esto, consideremos varios tipos de sufrimiento.

EL SUFRIMIENTO EN NUESTRO MUNDO

1. Las Elecciones Personales Equivocadas

Frecuentemente traemos sufrimiento sobre nosotros mismos a causa de las malas decisiones que tomamos. En el caso específico de los israelitas que consideramos anteriormente (Jueces 6), se nos informa que “los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová; y Jehová los entregó en mano de Madián por siete años” (6:1). En el Nuevo Testamento, Pedro amonestó: “Así que ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo ajeno” (1 Pedro 4:15). Si un hombre roba y va a la cárcel, ¿no es su culpa? Si un hombre mata y es ejecutado, ¿debería culparse a Dios? Pero alguien pudiera argumentar: “Dios pudo haber prevenido el crimen, por ende, el sufrimiento”. ¡No—si Él quisiera preservar el libre albedrío del hombre! Dios limita Su propia actividad al conceder amorosamente libre albedrío al hombre.

2. Las Elecciones Equivocadas de Otros

Una parte considerable del sufrimiento se debe a las elecciones equivocadas de nuestros prójimos. No se puede argumentar que a nosotros se nos debe permitir el libre albedrío, pero que se le debe negar a otros. Dios no hace acepción de personas (Hechos 10:34; Romanos 2:11). Por ende, alguien inocente puede morir en un accidente automovilístico que un conductor borracho causa. En tiempo de guerra, muchos mueren como consecuencia de las decisiones malas de pocos líderes. Frecuentemente pagamos el precio del libre albedrío de otros.

3. Las Elecciones Equivocadas de Generaciones Pasadas

Una gran parte del sufrimiento del mundo es el resultado del abuso del libre albedrío en manos de generaciones pasadas. Si cosechamos los beneficios de las labores de generaciones antiguas (e.g., descubrimientos científicos), ¿podemos evitar cosechar también lo malo? Dios advirtió que rechazarle afectaría a generaciones todavía no nacidas (vea Éxodo 20:5-6). Niños inocentes mueren de hambre en ciertos países ya que sus antepasados se apartaron de Dios y ahora adoran a los animales (los cuales sus padres no usarán como comida).

En relación a este punto, se puede hacer algunas observaciones adicionales. Numerosas enfermedades azotan a la humanidad. ¿Por qué creó Dios gérmenes letales? Este es un área altamente compleja, pero podemos señalar lo siguiente. Primero, y fundamentalmente, la enfermedad está relacionada a la elección equivocada del hombre (el pecado). Antes de su trasgresión, la enfermedad y la muerte no afectaban a Adán y Eva. Pero cuando ellos se rebelaron, fueron privados del “árbol de la vida” (Génesis 3:22-23), y nosotros llegamos a ser herederos de las condiciones que ellos introdujeron en el mundo (cf. Romanos 5:12; 8:29et.seq.). Segundo, aunque muchos organismos son algunas veces dañinos (e.g., las bacterias), también pueden ser beneficiosos. Por ejemplo, ciertos tipos de bacterias facilitan la digestión o descomposición de desperdicios. Si no fuera por esas bacterias, ¡la Tierra sería un gran depósito de basura!

Pero ¿qué hay del sufrimiento en el mundo debido a los fenómenos meteorológicos como huracanes, terremotos, etc.? La primera pregunta que se debe hacer es esta: ¿Qué produce las condiciones físicas violentas en este planeta? La respuesta es: las características geofísicas drásticamente diferentes en el globo, e.g., las cordilleras, los desiertos, las áreas de presiones variables, etc. Pero ¿qué produjo estas condiciones divergentes que precipitan los desastres de los cuales somos víctimas? Muchos eruditos creen que el Diluvio universal del tiempo de Noé (Génesis 6-8) preparó las condiciones que facilitan el suceso de tormentas, terremotos, etc.[1] Pero ¿cuál fue la razón de esa inundación universal? La maldad humana (Génesis 6:5-7). Si no hubiera sido por la maldad del hombre, el Diluvio no hubiera llegado, las características de la Tierra no hubieran sufrido alteración severa, y el hombre moderno no estaría sufriendo las consecuencias.

4. El Sufrimiento de los Animales

Alguien pudiera preguntar, “¿Pero qué hay del sufrimiento de los animales? ¿No pudo hacer Dios un mundo en el cual los animales no tuvieran que sufrir?”. Se puede abordar esta pregunta en varias maneras. Primero, la creación entera sufrió las consecuencias de una Tierra maldita debido al pecado. “Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora” (Romanos 8:22). Segundo, el dolor es un fenómeno del cerebro. Ya que los cerebros de los animales son menos sofisticados emocionalmente, no se debe suponer que el dolor afecta tan intensamente a los animales como a los humanos. Las acciones de algunas criaturas parecen probar esto. Por ejemplo, un cangrejo continuará comiendo (¡y disfrutando!) a un cangrejo pequeño, mientras que otro cangrejo más grande le devora a él mismo. Tal acción muestra que el cangrejo no siente dolor, ya que uno de los efectos universales del dolor es eliminar el placer de la comida. Tercero, incluso los ateos han reconocido que es necesario algo de sufrimiento para preservar el balance en la naturaleza. El fallecido Isaac Asimov escribió: “Una especie puede depender para su bienestar que otra especie se alimente de ella. Por ejemplo, los conejos tienen una mejor situación ya que los armiños existen”.[2]

5. Nuestro Mundo de Leyes Naturales

Vivimos en un mundo regido por la ley natural. Ya que este es el caso, una parte del sufrimiento es inevitable. Por ejemplo, ya que la ley de gravedad funciona consistentemente, una edificación puede caer sobre alguien, matándole o causándole lesión. Jesús mencionó el incidente del colapso de la torre de Siloé y la muerte de 18 hombres (Lucas 13:4-5), pero señaló que esos hombres no fueron mayores pecadores que sus compañeros. Nosotros nos beneficiamos grandemente de las leyes de la naturaleza, y sufrimos las consecuencias cuando las quebrantamos—sea debido a la ignorancia o a alguna otra razón. Suponga que un avión colisionara y algo de 20 personas murieran; ¿deberíamos culpar a Dios porque algún ingeniero, mecánico, navegador o piloto pasó por alto o ignoró un principio de la aeronáutica, o tal vez porque no se consideró adecuadamente algún factor climático? Pero el que objeta pudiera preguntar, “¿Por qué no podría Dios intervenir y prevenir tal desastre?”. ¿Qué clase de mundo sería este si Dios directamente interviniera, suspendiendo Sus leyes naturales, cada vez que una de Sus criaturas se encontrara en peligro? Esto causaría que el sistema de ley de nuestro planeta fuera completamente inseguro, y que la vida fuera un ámbito de confusión. De hecho, ¡tal sistema desordenado argumentaría más a favor del ateísmo que del teísmo!

CONCLUSIÓN

Honestamente, debemos admitir que existen algunos beneficios en el sufrimiento. Por ejemplo, ¿qué pasaría si no pudiéramos experimentar ningún dolor? Suponga que la ropa de alguien llegara a tener contacto con el fuego; el fuego pudiera envolver a la persona antes que supiera lo que está sucediendo. Algunas veces el dolor nos lleva al doctor en busca de tratamiento y cura. También nos ayuda a desarrollar cualidades muy nobles. Si no existiera el sufrimiento, ¿se pudiera cultivar tales características como la paciencia, la valentía, etc.? Donde solamente existe la luz del Sol, solamente existe desierto. El sufrimiento y la maldad sirven para recordarnos que la Tierra nunca tuvo el propósito de ser la morada permanente del hombre. Somos extranjeros en el mundo (Hebreos 11:13; 1 Pedro 2:11). Existe un lugar donde los “impíos dejan de perturbar, y allí descansan los de agotadas fuerzas” (Job 3:17). El Señor ha preparado un mejor hogar para aquellos que Le sirven, y el sufrimiento nos ayuda a sentir “nostalgia”. Se puede ver que el sufrimiento en sí no es contrario a la bondad de Dios en el hecho sencillo que incluso el Hijo de Dios estuvo sujeto al sufrimiento (cf. Hebreos 5:8; 1 Pedro 2:21et.seq.). ¡Nadie pudiera quejarse delante de Dios debido el sufrimiento al considerar la escena del Calvario!

Nosotros podemos no entender cada faceta del sufrimiento humano, pero podemos encontrar explicaciones suficientes como para negar la acusación de que la miseria es incompatible con la existencia de Dios. Si el hombre empleara la sabiduría con la cual Dios le ha dotado, pudiera usar las adversidades de la vida para moldear la clase de carácter que complace al Señor.

[1] Vea Whitcomb, John y Henry Morris (1961), El Diluvio de Génesis [The Genesis Flood] (Grand Rapids, MI: Baker), pp. 240et.seq.; Jackson, Wayne (1980), “Terremotos—Una Perspectiva Bíblica” [“Earthquakes—A Biblical Perspective”], Christian Courier, 16:6-7, junio.

[2] Asimov, Isaac, (1974), “Ecología” [“Ecology”], Words of Science (Londres: Harrap), énfasis añadido.