¡Corrija apropiadamente!

Resumen

La corrección de los niños en muchas familias se ha tornado en abuso, pero los cristianos deben corregir apropiadamente.

El escritor de Hebreos (12:7-11) nos dice algunas cosas en cuanto a la disciplina al comparar la corrección paternal con la corrección espiritual del Padre. Primero, la disciplina indica una relación—una relación de padre a hijo. El escritor supone que los padres corregirán a sus hijos. Si no hay disciplina, entonces el hijo es «ilegítimo». Segundo, la disciplina motiva (y debería motivar) al hijo a respetar a los padres.

Tercero, la disciplina es solamente por «pocos días», es decir, por un tiempo corto. Probablemente tenemos 18 años o menos para disciplinar a nuestros hijos y guiarlos en el camino correcto. Cuarto, debemos disciplinar a nuestros hijos de la mejor manera. Aunque las Escrituras nos dan instrucciones generales, surgen muchas ocasiones cuando debemos aplicar principios y tomar decisiones con la ayuda de nuestro cónyuge. Quinto, ninguna disciplina es causa de gozo. De hecho, si la disciplina punitiva no duele en cierta proporción, no es punitiva y no prevendrá el comportamiento negativo futuro. Sexto, la disciplina finalmente dará como resultado la justicia. Debemos disciplinar con una meta: producir adultos cristianos fieles.

Teniendo en cuenta esto, consideremos algunos puntos adicionales sobre la corrección. Dios no requiere el castigo corporal, pero ciertamente lo aprueba. Muchos «eruditos» se oponen al castigo corporal, supuestamente basados en la investigación. El problema con tales investigaciones es que no toman en cuenta todos los factores. El hogar es un ambiente complejo, y hay muchos factores que influencian el comportamiento del niño (no solamente el castigo corporal o un factor único). El niño que es castigado corporalmente en un hogar donde tal castigo realmente es un abuso físico no responderá de la misma manera que el niño a quien se castiga corporalmente de la manera que Dios lo aprueba.

El castigo corporal es como «levantar la voz». A nadie le gusta que se le levante la voz. Sin embargo, cuando se quiere enfatizar algo, levantar la voz puede ser eficaz. Pero si lo hace todo el tiempo, incluso con los niños, esto pierde su eficacia y probablemente causará que pierda el respeto. De igual manera, en algunas ocasiones, el castigo corporal puede ser muy eficaz ya que los niños, especialmente los pequeños, quieren evitar el dolor. Pero si el padre usa el castigo corporal con mucha frecuencia, puede perder su eficacia y causar que el niño pierda el respeto por los padres. El castigo corporal es una herramienta en la caja de herramientas de la disciplina de los hijos.

Ya que Dios requiere que los padres conserven el dominio propio (Gálatas 5:23; Efesios 6:4; Colosenses 3:21), es importante que los padres no pierdan el control cuando castigan corporalmente. Si un padre tiene problemas con su temperamento, entonces tal vez no debería recurrir al castigo corporal. La disciplina no debe transformarse en un abuso—golpes en el rostro o bofetadas. El abuso ocurre cuando los padres causan moretones, abrasiones o marcas físicas que perduran. Si es un padre que ha adoptado a un niño o un padre de acogida temporal, tal vez tenga que evitar el castigo corporal debido al historial y las experiencias de abuso físico del niño.

El castigo corporal puede no ser eficaz con algunos niños. Esto no significa que se debería castigar más fuerte o más frecuentemente. En cambio, significa que tal vez tenga que buscar otra clase de disciplina indeseable para el niño. Si el comportamiento malo está frustrando al padre pero no al hijo, entonces el padre debe buscar algo que sea indeseable para el niño con el fin de que su comportamiento cambie. A mi hija mayor podía decirle que le quitaría su lapicero, cuadernos y libros para motivarla a cambiar su comportamiento (aunque obviamente esto no funcionará con todos los niños). Piense en lo que puede funcionar con sus hijos. Cada niño es único y tiene sus propios intereses y puntos que puede usar con propósitos de disciplina.

Hay una edad apropiada cuando el castigo físico es más eficaz. La edad es un asunto de la decisión de los padres. El pediatra James Dobson recomienda castigar físicamente entre las edades de 18 meses y 10 años.[1i] Es adecuado dar una pequeña palmada en la mano o pierna de un niño pequeño. Por ejemplo, esto funciona cuando un niño pequeño está quitando los lentes a alguien o torciéndole la nariz. Pero cuando el niño crece, alrededor de tres años, un castigo mayor es más eficaz. Por otro lado, cuando un niño llega a los años de adolescencia, se puede razonar con él en cuanto a la obediencia de las reglas. En tal periodo los padres también cuentan con otras opciones de disciplina. Adicionalmente, el dolor causado por el castigo corporal no impacta a los adolescentes tan fuertemente como a los niños pequeños.

Alguien pudiera preguntar si se debe realizar el castigo corporal con la mano, una vara o una correa. Personalmente, yo escogí usar mi mano para poder sentir la intensidad del dolor que estaba causando a mis hijas. Esto me ayudó a controlar mi disciplina. Otros han sugerido usar un instrumento que no sea directo, como una correa o una regla. Al final, los padres tendrán que decidir lo que es mejor en su caso.

Debido a la naturaleza extrema del castigo corporal, nuestro enfoque es que se debe reservar para las ofensas serias. La desobediencia persistente, la agresión, la mentira, el hurto, etc. son formas de comportamiento que, en nuestro juicio, garantizan el castigo corporal. Pero si hay otros comportamientos que contribuyen a tal desobediencia, se puede usar otras formas de disciplina en vez del castigo corporal, o juntamente con el castigo corporal. Por ejemplo, si un niño solamente quiere estar mirando la televisión o jugando juegos de video y no presta atención a su madre, se debe hacer algo concerniente a la televisión y los juegos de video juntamente con la disciplina por la desobediencia.

También instamos a que, con cualquier forma de disciplina, pero especialmente con el castigo corporal, los padres expliquen la ofensa en términos adecuados para cada edad. Después del castigo, abrace a su hijo y explique que su responsabilidad como padre es enseñarle a obedecer. Luego explique cuál es el comportamiento adecuado, señalando que usted espera que su hijo siga las reglas. Mientras el niño crece y quiere agradar a Jesús, explique el comportamiento que es apropiado de aquel que desea seguir a Cristo. «Lo que es más importante, los hijos deben entender que los padres están actuando sinceramente por el bien de ellos».[2] Es el trabajo de los padres explicar la naturaleza de tal bien.

Se debe señalar algo más en cuanto al castigo corporal en público. Esto puede ser especialmente eficaz con los niños pequeños. ¡Ellos se sienten tan castigados por la naturaleza pública del castigo, así como por el castigo mismo! Tal vez esto pueda causar que los padres se sientan un poco incómodos, pero hace que el niño se sienta aun más incómodo. Solamente se debe evitar hacer una escena en público ya que esto puede ser desagradable para otros padres. Una palmada suave es suficiente.

En su libro, El manual cristiano de crianza, el Dr. Scott Turansky y Joanne Miller aconsejan adecuadamente que la meta de la disciplina es el cambio de corazón.[3] Si el castigo corporal muestra de manera satisfactoria que los padres no aprueban un comportamiento, entonces será eficaz. De otra manera, se puede recurrir a otras formas de disciplina. En las palabras del psicólogo pediatra John Rosemond, la disciplina adecuada no se trata tanto de los métodos, sino del liderazgo.[4]

[1] Dobson, James (1992), El nuevo desafío de la disciplina [The new dare to discipline] (Wheaton, IL: Tyndale), p. 20.

[2] Schlessinger, Laura (2000), Crianza por delegación [Parenthood by proxy] (Nueva York: Cliff Street), p. 175.

[3] Turansky, Scott y Joanne (2013), El manual cristiano de la crianza [The Christian parenting handbook] (Nashville, TN: Thomas Nelson), p. 134.

[4] Rosemond, John (2007), Criando según el Libro [Parenting by the Book] (Nueva York: Howard), p. 221.