La respuesta a una oración ferviente

Cada mañana un agricultor próspero oraba fervientemente a la hora del desayuno familiar a favor de los pobres de la villa en que vivía, pero él nunca hacía nada para ayudar a los pobres.

Una mañana, después de terminar su oración usual por los pobres y destituidos, su pequeño hijo le dijo: «Lo siento, papá. ¡Me gustaría tener tu granero de maíz!».

El padre le preguntó: «¿Por qué, hijo mío?».

El niño respondió: «¡Porque entonces yo mismo podría responder tu oración!».