“Heme Aquí, Envíame a Mí”

Resumen

En vez de tener la actitud que dice, “Envía a alguien más”, adoptemos la actitud que declara: “Heme aquí, envíame a mí”.

Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado. Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí (Isaías 6:5-8).

Cuando Dios llamó a Moisés desde la zarza ardiente y le mandó a sacar a Israel de Egipto, Moisés ofreció razón tras razón de por qué no era el hombre para este encargo. Dijo: “¡Ay, Señor! envía, te ruego, por medio del que debes enviar” (Éxodo 4:13). Sin duda, Moisés estaba a favor de la idea de liberar a Israel, pero no entendía como él (un pastor de 80 años) podía ser de alguna ayuda a Dios para realizar esto. Creo que hay tiempos en que cada uno de nosotros se siente incapaz de hacer lo que Dios nos pide que hagamos. Pero lo cierto es que Dios conoce nuestras fortalezas y debilidades mejor de lo que nosotros nos conocemos a nosotros mismos, ¡y puede ser una sorpresa ver lo que podemos hacer cuando finalmente decidamos ponernos de pie y tratar de hacer lo que Él nos dice! En vez de tener la actitud que dice, “Envía a alguien más”, adoptemos la actitud que dice: “Heme aquí, envíame a mí”.

Hay momentos en que nos sentimos incapaces de hacer lo que Dios espera de nosotros. Moisés tuvo temor de que no pudiera responder las preguntas del pueblo (Éxodo 3:13), de que ellos no creyeran en él (4:1) y de que él fuera torpe con sus palabras (4:10). También pensaba que su oportunidad de liberar al pueblo ya había pasado. De niño, fue educado en la sabiduría de los egipcios (Hechos 7:20-22). Incluso pensó en cierto tiempo que Dios usaría su posición noble para liberar a su pueblo de la esclavitud, pero cuando esto no sucedió, Moisés huyó a Madián y se convirtió en un pastor de ovejas (vss. 23-29). Cuando Dios le llamó para liberar a Israel, él tenía 80 años (Éxodo 7:7), no tenía audiencia en la corte de Faraón y probablemente había olvidado mucho de lo que había aprendido en su juventud. Entonces Moisés pensó que otra persona era más apta para el trabajo. Preguntó a Dios: “¿Quién soy yo…?” (Éxodo 3:11).

Tal vez puede sentirse inepto para el trabajo que Dios tiene para usted. Tal vez siente que ya ha pasado la plenitud de su vida o que otra persona es más apta para el trabajo. Pero considere el hecho de que Dios no llamó a Moisés cuando Moisés pensaba que estaba listo; le llamó cuando se sentía débil, ya que era entonces cuando Dios podía mostrar mejor Su propia fuerza.

Debemos darnos cuenta de que Dios conoce nuestras capacidades mejor de lo que nosotros las conocemos. Dios nunca dudó del éxito de Moisés, ya que Él estaría con Moisés (Éxodo 4:11-12). Moisés no pensó que podía ser persuasivo, pero llegó a ser uno de los hombres más persuasivos de la historia humana (cf. Lucas 16:31). Gedeón también se sintió inepto (Jueces 6:15), pero Dios le dijo: “Ciertamente yo estaré contigo” (vs. 16). Jeremías se sintió inepto (Jeremías 1:6), pero Dios le dijo: “contigo estoy” (vs. 8). ¿Es bueno presentando excusas? Adoptemos la actitud que dice: “Heme aquí, envíame a mí”. Si vamos donde Él nos envía, ¡Él irá con nosotros y los resultados nos sorprenderán!