Iguales ante Sus ojos: El pecado de la parcialidad

Resumen

Los cristianos no debemos permitir que los factores arbitrarios y temporales dicten la manera en que tratamos a otros.

— Lectura bíblica recomendada: Santiago 2:1-13

Introducción

I. Por alguna razón, la gente tiene la costumbre de categorizar y evaluar a los demás según criterios humanos.

II. Tales distinciones arbitrarias frecuentemente causan división, resentimiento y conflicto.

III. En Cristo, no hay lugar para valorar o desvalorar a la gente de tal manera.

Exposición

I. La realidad triste de la parcialidad.

A. En el primer siglo, la gente hacía distinciones entre judíos y gentiles, ricos y pobres, esclavos y libres, griegos y bárbaros, etc.

B. Las cosas no han cambiado mucho en el siglo XXI, ya que nosotros también hacemos distinciones entre blancos y morenos, ricos y pobres, republicanos y demócratas, educados y no educados, hombres y mujeres, simpáticos y no simpáticos, divertidos y aburridos, etc.

II. La prohibición en cuanto a la parcialidad.

A. La «parcialidad» hace referencia a la «falta de alguien que, cuando es llamado a ejercer un juicio, hace acepción debido a las circunstancias externas del hombre, no debido a sus propios méritos. Por ende, prefiere, como si esto tuviera más valor, al rico, al de posición alta y al poderoso en vez de al que no tiene estas cualidades».[1]

B. Santiago condena claramente el trato preferencial que se basa en distinciones mundanas (Santiago 2:1-4,9).

C. La imparcialidad es una enseñanza bíblica constante (Levítico 19:15; Deuteronomio 1:17; 16:19; Proverbios 24:23; 28:21; 1 Timoteo 5:21; Judas 16).

III. El pecado de la parcialidad.

A. Santiago, el escritor inspirado, se dirigió a la audiencia como «hermanos», lo cual demuestra imparcialidad para con ellos (Santiago 2:1).

B. El problema de la parcialidad es que se encuentra en conflicto con la naturaleza de nuestro Señor.

1. Jesús es nuestro Señor glorioso—es decir, el único que merece la gloria.

2. Si es que existe una clase de parcialidad que es correcta, esta es la parcialidad para con Jesús.

3. Jesús es imparcial (Hechos 10:34-35; Romanos 2:11; Efesios 6:9; Colosenses 3:25); nosotros debemos ser como Él (1 Corintios 11:1; Efesios 5:1). El siervo no es mayor que su amo (Lucas 6:40; Juan 13:16; 15:20).

C. El Padre valora igualmente a todas las personas (Juan 3:16; Romanos 1:16; 10:12-13; 1 Corintios 12:13; Gálatas 3:28; Colosenses 3:11; 1 Pedro 1:17), y nosotros debemos amar a todos los que Él ama (1 Juan 5:1).

D. Si no lo hacemos, llegamos a ser jueces con malos pensamientos (vs. 4; cf. Mateo 7:1; Juan 7:24).

E. Dios honra al rico en la fe, sin importar su posición material, y nosotros también debemos hacer lo mismo (vss. 5-8).

F. La ley real debe cumplirse de manera uniforme; de otra manera, esta nos condenará (vss. 8-11; Mateo 22:36-40; Romanos 13:8-10).

IV. El precio de la parcialidad.

A. La paga del pecado es muerte, y la parcialidad es pecado (vss. 1-4,9).

B. Ya no existe más sacrificio para los cristianos que pecan voluntariamente, sino solo una horrenda expectación de juicio (Hebreos 10:26-31).

Conclusión

I. Todos somos susceptibles al pecado de la parcialidad.

II. Todos tenemos preferencias personales que no son inherentemente pecaminosas.

III. Sin embargo, no debemos permitir que los factores arbitrarios y temporales dicten la manera en que tratamos a otros.

IV. Hacer esto es pecar contra Dios y deshonrar a nuestro Señor.

V. ¡La igualdad que todos ansiamos en esta vida solamente es posible en Cristo!

[1] Thayer, Henry (1977), Un léxico griego-inglés del Nuevo Testamento [A Greek-English lexicon of the New Testament] (Gran Rapids: MI: Baker), p. 551.