¿Solitario?

Como el “Marinero Antiguo”, mucha gente se siente…

Solitario, solitario, completamente solitario,
Solitario en el ancho, ancho mar:
Y nunca un santo es partidario
De mi triste endechar.

John Milton dijo, “La soledad es lo primero que los ojos de Dios declararon que no era bueno”. Él estaba en lo cierto. El primer “problema” registrado en la Biblia fue la soledad de Adán (Génesis 2:18).

Sin embargo, esto no paró en el Edén. Job se sintió abandonado (Job 18:13-19); la furia de Jezabel guió a Elías a la soledad del desierto donde deseó morir (1 Reyes 19); Jeremías se sintió solo (9:1-6). José debió haberse sentido solo en Egipto; Moisés era un solitario en Madián; y Jonás no tenía compañeros en el vientre del pez. Las pruebas más grandes de Cristo se presentaron en la soledad del desierto (Marcos 1:13). El hombre en el estanque de Betesda no tenía a nadie que le ayudara a descender al agua (Juan 5:7), y “ninguno estuvo” con Pablo (2 Timoteo 4:16).

¿QUIÉN ESTÁ SOLO?

La mayoría de gente se siente sola de vez en cuando. Los cambios inesperados—como la muerte de un ser amado o la pérdida del trabajo—frecuentemente producen soledad. Otros se sienten solos la mayor parte del tiempo. Su soledad puede estar relacionada a la muerte, el divorcio, la timidez, la autoestima baja, la falta de habilidad para comunicarse o el pasado doloroso. Por ejemplo, una persona abusada puede no sentir confianza con otras personas. Las encuestas muestran que 1 de cada 4 personas se siente solitaria en algún momento dado.

  • De los norteamericanos que cenaron ayer, el 22% cenó solo (vea Juan 16:32; Salmos 88:18).
  • Estimado de adultos norteamericanos que vivían solos en 1990: 23 millones. Porcentaje de incremento desde 1970: mujeres, 91; hombres, 156 (vea 1 Corintios 7:8).
  • Porcentaje de solteros que quieren casarse (cf. Proverbios 18:22; 1 Timoteo 5:14), entre los de edad de 18 a 24 años: Mujeres, 93; Hombres, 88. Entre los de 25 a 34 años: Mujeres, 70; Hombres, 87. Entre los de 35 a 44 años: Mujeres, 53; Hombres, 56.

La soledad afecta a los hijos. El hijo en una familia donde el papá y la mamá están “casados con su trabajo”, puede sentirse muy solitario. El divorcio y el abandono también han contribuido grandemente a la soledad de los niños.

La soledad afecta a los adolescentes. Los adolescentes que buscan independencia pueden sentirse solos hasta que formen relaciones fuertes fuera de sus familias. Se separan de sus padres pero no encuentran la misma satisfacción en otras relaciones.

La soledad afecta a los estudiantes universitarios. Los jóvenes adultos que por primera vez viven lejos de sus familiares se sienten solos. Por ejemplo, en el centro de salud de la Universidad Stanford la soledad es el problema más común de los estudiantes que buscan ayuda psiquiátrica—más de 750 al año.

La soledad afecta a los nuevos casados. Cuando las expectativas enfrentan la realidad, el resultado puede ser la soledad. Algunos dejan a los amigos debido a las restricciones de tiempo, la mudanza a ciudades diferentes y el cambio de estilo de vida (ya no encajan con los solteros). Para evitar el conflicto, algunos dejan de compartir pensamientos e intereses como pareja. Otras parejas tienen tres trabajos en combinación, y no tiene suficiente tiempo y energía para conversar detenidamente.

La soledad afecta a las madres. Las madres que sabiamente escogen quedarse en casa con sus hijos pueden sentir soledad si no tienen contacto con otros adultos o si sus esposos ignoran su necesidad de conversación o de salir de vez en cuando.

La soledad afecta a la gente mayor. Muchos de sus amigos están confinados a sus hogares debido a la mala salud; otros han fallecido. Cuando el cónyuge de muchos años muere, la casa está demasiado silenciosa, y parece que no se puede soportar el dolor.

¿QUÉ EFECTOS PUEDE TENER LA SOLEDAD EN NOSOTROS?

La soledad causa que algunos se aíslen. Ellos esperan que otros se acerquen, en vez de tomar el primer paso. Algunos llegan a deprimirse, mostrando poco interés en la vida (cf. Eclesiastés 9:10). Algunos tienen problemas de concentración, sufren dolores de cabeza, dolores de estómago, problemas de respiración o fatiga.

Otros llegan a ser hiperactivos, tratando de distraerse al estar constantemente ocupados. Algunos llegan a sentir ira o amargura constante. Otros llegan a concentrarse en sí mismos o en su infelicidad (cf. Filipenses 2:4; Colosenses 3:19; Santiago 3:14). Algunos llegan a estar tan desesperados por compañía que buscan afecto a través del sexo (cf. Hebreos 13:4), se casan precipitadamente o se juntan con cualquiera que les permita ser su amigo.

Algunos caen presos de hábitos dañinos (comer excesivamente, consumir alcohol o drogas) [1 Corintios 6:19-20; 1 Pedro 2:11]. Algunos llegan a auto-criticarse—creen que están solos porque son desagradables. Otros llegan a desanimarse y pensar que nada puede cambiar su situación.

¿CÓMO SE PUEDE LIDIAR CON LA SOLEDAD?

Podemos buscar vencerla activamente. En un sentido, cada ser humano debe combatir en su propia batalla (Gálatas 6:5), así que probablemente tendremos que dominar este problema por nosotros mismos. El hombre sabio dijo que aquel que tiene amigos “ha de mostrarse amigo” (Proverbios 18:24). Levante el teléfono y llame a alguien. Escriba una carta a un viejo amigo. Entre a su auto y vaya a visitar a una familia de la iglesia. Planee un paseo e invite a amigos (o futuros amigos) a ir con usted. Organice una parrillada o noche de juegos de mesa en su casa.

Podemos sacar ventaja de nuestra “soledad”. Carl Sandburg dijo, “Shakespeare, Leonardo da Vinci, Benjamin Franklin y Lincoln…no tenían temor de estar solos porque sabían que ese era el momento cuando la habilidad creativa en ellos funcionaba”. Nosotros también debemos aprender a usar el “tiempo a solas” como un beneficio (2 Corintios 4:8-10; Filipenses 4:10-13). Use el tiempo desocupado para llegar a ser bueno en algún pasatiempo, o aun mejor, para llegar a conocer muy bien las Escrituras. Sumérjase en su trabajo o actividades de la iglesia y busque la satisfacción en el éxito y el avance.

La soledad puede ser un dragón que consume el gozo, el propósito y la felicidad de la vida cristiana, o puede ser una fuente de fortaleza para acercarnos más a Dios. Frecuentemente Jesús se apartó para orar a solas (cf. Mateo 14:13,23). Se pudiera escribir mucho en cuanto al beneficio del tiempo a solas entre una persona y su Dios (cf. Salmos 46:10; Mateo 6:6).

Podemos aprender a estar cómodos con nosotros mismos. Debemos agradarnos a nosotros mismos antes que nos acerquemos a otros. Muchos pasajes implican la necesidad de la autoestima saludable (Mateo 19:19; 22:39; Efesios 5:28).

Podemos aprender a considerar las necesidades de otros. Aunque vivamos solos, no debemos vivir para nosotros solos. El egoísmo guía a la soledad (Mateo 16:24; 25:31-46; Gálatas 5:13). Si ayudamos a otros, entonces esto también nos ayudará a sentirnos mejor. Todos somos parte de una familia a través de una sangre común (Hechos 17:26), así que en un sentido todos prosperamos o sufrimos juntos (Romanos 14:7).

¿CÓMO PODEMOS AYUDAR A OTROS QUE SE SIENTEN SOLOS?

Búsqueles y ofrézcales su amistad (Santiago 1:27). Debemos sobrellevar las cargas de los demás (Gálatas 6:2). James Lee era un padre joven de Chicago que llamó al reportero de un periódico para decirle que había enviado un sobre contando su historia y que se iba a suicidar. El reportero trató desesperadamente de rastrear la llamada pero fue demasiado tarde.

La policía llegó y encontró a Lee caído en la cabina telefónica de una taberna con un bala en su cabeza. También encontraron un dibujo a crayón, muy doblado, en el cual estaba escrito, “Por favor, dejen este dibujo en el bolsillo de mi abrigo. Quiero que se me entierre con él”. El dibujo estaba firmado con letras de una niña, su hija Shirley, quien había muerto en un incendio cinco meses antes.

Lee había sido golpeado tanto con el dolor que había pedido a algunas personas extrañas que asistieran al funeral de su hija para que ella pudiera tener un “buen” servicio. Él dijo que no había familia que asistiera, ya que su madre había muerto cuando Shirley tenía dos años. El padre desconsolado dijo al reportero que todo lo que tenía en la vida se había ido. Se sentía demasiado solo. Dio su propiedad modesta a la iglesia a la que Shirley había asistido y dijo, “Tal vez en diez o veinte años, alguien verá la placa y se preguntará quién fue Shirley Ellen Lee, y dirá, ‘Alguien debió haberla amado mucho’”.

Jesús ayuda a la gente a través de Su pueblo (2 Corintios 1:2-4). Muchos judíos vinieron a consolar a María y Marta en su soledad después de la muerte de su hermano Lázaro (Juan 11). ¿Cuántos “James Lees” hay alrededor de nosotros? Jesús vio a la gente no solamente como una muchedumbre vasta, sino como personas solitarias, agobiadas y sin esperanza, cada uno en necesidad de Dios. Ellos no tienen letreros que dicen, “Me siento solo; ¿puede ayudarme?”.

Busquémosles…ahora.