¿Por qué murió Jesús?

Resumen

La muerte de Jesús no fue un suceso improvisto, sino fue determinado por voluntad divina para la remisión de los pecados.

Ciertamente, la muerte es el final de la vida, y frecuentemente es devastadora para el éxito y la continuación de cualquier movimiento que la persona estaba liderando antes que muriera. Los hombres muertos no fundan organizaciones, pero este no fue el caso de Jesús de Nazaret. La muerte de Jesús dio origen al cristianismo con el comienzo de la iglesia menos de dos meses después de Su crucifixión en el Calvario (vea Hechos 2). Sin duda, Su muerte fue significativa.

Primero, Jesús murió porque Su muerte había sido profetizada en los pasajes del Antiguo Testamento. La muerte de Jesús fue sugerida incluso tan temprano como en Génesis 3:15. En este pasaje, se la comparó con una herida en vista de la victoria fatal contra Satanás—cuando Él resucitó de los muertos como Hijo de Dios y subsiguientemente se proclamó el Evangelio y se estableció Su iglesia. Otras referencias bíblicas en cuanto a la muerte de Cristo se pueden encontrar en los pasajes como Salmos 22:1, 13, 16, 18, 34:20, 69:21 y Zacarías 12:10. Isaías 53:3-12 también tiene aplicación mesiánica y profetiza de la muerte del Mesías o el Cristo.

Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca. Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos. Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.

Daniel (9:26) también profetizó que se quitaría la vida al Mesías.

Jesucristo mismo profetizó concerniente a Su muerte inminente. «Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches» (Mateo 12:40; cf. 16:4). Luego el Señor señaló claramente Su muerte y resurrección. «Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día» (Mateo 16:21; 17:22-23; 20:17-19; 26:2). La muerte de Jesucristo no debería haber sido una sorpresa, pero inicialmente Sus discípulos estuvieron confundidos (Lucas 24:19-21) y fueron esparcidos (Mateo 26:56; Juan 16:32). El apóstol Pablo resumió el mensaje de las profecías del Antiguo Testamento en cuanto al Cristo de la siguiente manera: «Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder: Que el Cristo había de padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo y a los gentiles» (Hechos 26:22-23).

Segundo, la muerte del Mesías fue necesaria como un sacrificio perfecto para la remisión o el perdón de pecados. El punto central del mensaje del evangelio aparece en 1 Corintios 15:3-4: «Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras». Los sacrificios de animales ofrecidos bajo el patriarcado y el judaísmo fueron tipos del sacrificio perfecto por los pecados que fue ofrecido en la muerte de Jesucristo (Hebreos 10:1-4). Los sacrificios de animales no pudieron remitir los pecados, pero los pecados pueden ser perdonados o remitidos a través de la aplicación adecuada de la sangre de Jesús derramada en la cruz (Efesios 1:7; Colosenses 1:14; Apocalipsis 1:5). Se contacta la sangre de Cristo a través de la imitación de Su muerte, sepultura y resurrección por medio de la inmersión en las aguas del bautismo (Romanos 6:3-5). Esto corresponde a otros pasajes que se relacionan con la salvación (Marcos 16:16; Hechos 2:38; 22:16; 1 Pedro 3:21).

Tercero, Jesús murió porque dio Su vida voluntariamente para beneficiar a todos los que llegarían a Él según Sus términos para recibir el perdón de pecados. «Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre» (Juan 10:17-18). Nuestro Señor añadió: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas» (Mateo 11:28-29). El hombre no tiene el derecho de determinar la manera de llegar a Dios para recibir salvación; él tiene que obedecer los términos del Salvador. «No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad» (Mateo 7:21-23).

En conclusión, la muerte de Jesucristo, el Mesías, en la cruz del Calvario sucedió según el plan divino para la remisión del hombre. Se requirió un sacrificio perfecto—Jesucristo, lo cual dio como resultado Su muerte y el derramamiento de Su sangre. Jesús dejó voluntariamente la gloria y magnificencia del cielo para tomar forma humana, y aunque era el Creador mismo, Se humilló hasta la muerte. «Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Filipenses 2:5-8).