Mateo 3: El Bautismo de Nuestro Salvador

Jesús viajó desde Galilea (la parte norte de Palestina) hasta el Jordán (su río más importante), para ser bautizado por Juan. Sin duda, ser bautizado fue una parte esencial del comienzo de Su ministerio. ¿Por qué fue Jesús bautizado?

Ya que nunca cometió pecado (Hebreos 4:15), Jesús fue bautizado para cumplir “toda justicia” (vs. 15)—Jesús debía cumplir los requerimientos divinos al someterse al bautismo; Juan debía hacerlo al administrar el bautismo. En Su bautismo, los designios del Padre se cumplieron en (1) la sumisión y obediencia del Hijo; (2) la identificación mesiánica con el pecado humano y el medio de acceder al perdón divino; (3) la declaración pública del Hijato de Jesús, y Su ungimiento real por medio del Espíritu Santo; (4) el anticipo simbólico de la muerte, sepultura y resurrección del Cristo; y (5) el ejemplo supremo para los futuros seguidores del Mesías.

Entonces, se puede decir que Jesús fue bautizado por Dios (para cumplir Su voluntad), por Él (para ser confirmado) y por nosotros (para darnos un ejemplo). ¿Cuáles son las lecciones que Jesús nos enseñó por medio de Su bautismo?

  • Jesús no despreció, evitó o minimizó el bautismo, sino lo buscó y exigió; cada creyente debe hacer lo mismo. Jesús mismo dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo” (Marcos 16:16). La esencialidad del bautismo no se relaciona a algún “poder” del agua o del que bautiza, sino se relaciona al hecho que Dios ha unido tal acto con la salvación. De parte de Dios, el bautismo es una expresión de Su gracia que opera a favor de la salvación del hombre (Juan 1:17); de parte del hombre, el bautismo es una expresión de su fe que accede a la gracia inmerecida de Dios (Hechos 16:30-34). Entonces, cada creyente debería demandar: “Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?” (Hechos 8:36).

  • Jesús estaba interesado en cumplir la voluntad de Dios, no del hombre; cada creyente debe tener el mismo interés. Ya que Jesús no tenía pecado, estaba en una posición más “excusable” de objetar al bautismo que ninguna otra persona en la Tierra, pero no lo hizo. Él sabía que era “conveniente” (vs. 15) ya que era parte del plan de Dios para Él. El bautismo todavía es parte del plan de Dios para nosotros (1 Pedro 3:21). Entonces, cada creyente debería declarar: “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad” (Hebreos 10:7; cf. Lucas 7:30).

  • Jesús fue declarado Hijo de Dios después de Su bautismo; cada creyente también lo es. De la misma manera que nadie puede llegar a ser un hijo o hija sin un nacimiento físico, nadie puede llegar a ser hijo de Dios sin un nacimiento espiritual (Juan 3:3-5). Los que han sido bautizados en Cristo (Gálatas 3:27-29) han llegado a ser una “nueva criatura” (2 Corintios 5:17), y han recibido una nueva vida (Romanos 6:4). Son declarados “hijos de Dios”, no por el poder del agua, sino por “el poder de Dios que le levantó [a Cristo] de los muertos” (Colosenses 2:12). Entonces, cada creyente debería desear “ser adoptado hijo suyo por medio de Jesucristo, según el puro afecto de [la] voluntad” de Dios (Efesios 1:5; cf. Romanos 8:15).

El Líder del cristianismo se sometió al bautismo (vss. 13-17), administró el bautismo (Juan 4:1) y enseñó el bautismo (Mateo 28:18-20). Sus seguidores fieles también harán lo mismo (Hechos 2:38; 22:16).