Feliz en Mi Ignorancia

Algunas veces el conocimiento puede deprimirnos. Salomón escribió:

Hablé yo en mi corazón, diciendo: He aquí yo me he engrandecido, y he crecido en sabiduría sobre todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; y mi corazón ha percibido mucha sabiduría y ciencia. Y dediqué mi corazón a conocer la sabiduría, y también a entender las locuras y los desvaríos; conocí que aun esto era aflicción de espíritu. Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y quien añade ciencia, añade dolor (Eclesiastés 1:16-18).

Cuanto más aprendo de economía, más me preocupo en cuanto a dónde se dirige los Estados Unidos. El conocimiento puede ser poder, pero también conlleva cierta responsabilidad—o al menos, el sentimiento de que somos responsables de hacer algo.

Desafortunadamente, mucha gente está “feliz en su ignorancia” en cuanto a la salvación en Cristo. La actitud es: “La ignorancia es felicidad”. Pero esa simplemente no es la manera en que Dios considera las cosas.

El apóstol Pablo dijo a una multitud de incrédulos en Atenas: “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hechos 17:30-31).

Como puede ver, nadie puede ser salvo por medio de la ignorancia. Primero, “sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay” (Hebreos 11:6). Segundo, “sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea…que [Él] es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6).

Simplemente no podemos salvarnos en nuestra ignorancia. Podemos ser felices, pero estaremos “felizmente” perdidos. Recibamos el mensaje de salvación, y llevémoslo a los perdidos en este año.