El Enfoque Bíblico de la Gracia

Muchos estamos familiarizados con la letra de la canción, “Sublime Gracia”. El concepto de la gracia de Dios genera humildad y fascinación. Es el tema más grande y majestuoso en la Biblia, y tal vez sea la “llave” para abrir todos sus misterios. Alguien puede memorizar cada palabra del Nuevo Testamento, pero a menos que entienda el concepto de la gracia de Dios, no puede comprender completamente las verdades profundas del Evangelio.

La palabra “gracia” viene del término griego caris, y se puede encontrar varias formas de este término casi 200 veces en el Nuevo Testamento. Se ha definido comúnmente caris, o “gracia”, como “favor inmerecido”. Pero esta definición no revela completamente la extensión de la gracia. La gracia no es simplemente “inmerecida”; en cambio, es exactamente lo opuesto del mérito. Cuando declaramos que no merecemos la gracia de Dios, ¡realmente estamos diciendo que somos merecedores de lo que es completamente opuesto a la gracia de Dios!

Pablo señaló esto en Efesios 2:1-10. En los versículos 1-3, se describe a los hombres como “muertos en delitos y pecados”, “seguidores de la corriente de este mundo”, “hijos de desobediencia”, “hacedores de la voluntad de la carne y de los pensamientos”, e “hijos de ira por naturaleza”. Sin embargo, en los versículos 4-6, Pablo escribió que por Su misericordia y gran amor por nosotros, Dios puso a un lado la ira que el hombre merecía.

El amor (griego agape) de Dios por nosotros dio como resultado la gracia misericordiosa de Dios para la humanidad. Agape es amor deliberado; amor que no se caracteriza por la emoción o la deuda, sino por el deseo de hacer lo que es mejor para el ser amado. Agape no busca su propio interés; en cambio, es amor que simplemente dice, “Te amo”, en vez de, “Te amo porque…”, o “Te amo si…”.

Nosotros merecíamos ira y muerte (Romanos 6:23), pero recibimos lo opuesto, es decir, amor y vida. Esa es la definición de la gracia de Dios. “[P]or gracia [somos] salvos” (Efesios 2:5). La gracia es tanto la bondad inmerecida y la expresión del amor agape de Dios. ¿Qué logró la gracia de Dios? “[N]os dio vida juntamente con Cristo” (Efesios 2:5), “nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (vs. 6). Pablo señaló que la manera en que se administra esta gracia de Dios en la vida personal es a través de la fe y la obediencia en el bautismo (Colosenses 2:12-13).

LA NATURALEZA DE LA GRACIA

Dios ha manifestado Su gracia a través de Cristo. Aunque merecíamos ira y muerte, Dios envió a Su Hijo al mundo debido a Su amor agape, “para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:17). Por ende, hemos sido comprados por precio (1 Corintios 6:20; 7:23), un precio incalculable. No somos nuestros. Cuando alguien cree y es bautizado, hace morir al viejo hombre (Romanos 6:4) y llega a ser una nueva persona bajo un nuevo Amo. Como Jesús dijo a Nicodemo, tal persona “nace de nuevo” (Juan 3:3,5). Ha sido libertada del pecado y ahora es sierva de Dios (Romanos 6:22).

Al tratar de entender la gracia de Dios, debemos reconocer que no es algo a lo cual tenemos derecho. Aunque nuestra sociedad siente que tiene “derecho” a todo (ayuda del gobierno, seguro médico, seguridad, etc.), no tenemos derecho en absoluto a la gracia de Dios. La gracia de Dios es un regalo gratuito (Efesios 2:8), pero no es barata. Debemos perseverar en nuestra salvación gratuita (1 Corintios 15:2) con una actitud de sumisión humilde ante Dios y un espíritu dispuesto a servir a Su Hijo (Santiago 2:17). Sin sumisión humilde y gratitud por la gracia de Dios, caeremos de la gracia (Gálatas 5:4).

LA ENSEÑANZA BÍBLICA DE LA GRACIA Y EL ENFOQUE RELIGIOSO MODERNO

Ahora que entendemos la naturaleza de la gracia de Dios y lo que significa para nosotros, examinemos la enseñanza bíblica de la gracia en comparación a las enseñanzas de la cristiandad en general. Respondamos algunas preguntas en cuanto a la gracia.

¿Serán todos los hombres salvos automáticamente?”.

La salvación por gracia no significa que todos los hombres serán salvos. La gracia de Dios hace posible la salvación de todos los hombres. Considere esto: la simple posesión de medicina no sanará a un hombre; tal hombre debe consumir la medicina. La simple posesión de alimento no satisfará a un hombre hambriento; tal hombre debe comerlo para ser satisfecho. Lo mismo se aplica a la gracia de Dios. El hecho de que la gracia de Dios se haya manifestado a todos los hombres (Tito 2:11) no significa que todos los hombres serán salvos. Todos los que desean ser salvos deben hacer lo que se requiere. Jesús preguntó: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lucas 6:46). Cuando Pablo escribió en cuanto al regreso de Cristo, advirtió que Jesús dará “retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio” (2 Tesalonicenses 1:7-9).

“¿Debo hacer alguna clase de obra para ir al cielo?”.

Pablo señaló que no somos salvos por obras (Efesios 2:9), pero Santiago dijo que somos salvos por obras (Santiago 2:24-26). Ya que la Biblia, la Palabra de Dios, no contiene contradicciones, entonces debe estar hablando de dos clases de obras. En Efesios 2:8-9, Pablo estuvo enseñando que las obras de mérito están excluidas de la salvación. En Santiago 2:24-26, el escritor estuvo enseñando que las obras de obediencia son necesarias para la salvación. Se espera que seamos fieles a Dios si deseamos beneficiarnos de la gracia de Dios y entrar al cielo (Mateo 25:14-30; 2 Timoteo 4:7-8).

“¿Pasará Dios por alto mi pecado en el Día del Juicio?”.

Muchos abusan de la idea de la gracia de Dios al creer que su salvación no requiere ningún esfuerzo de su parte. La gracia de Dios no significa que podemos continuar pecando después de haber sido bautizados en Cristo. Pablo escribió: “¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?” (Romanos 6:1-2). La Biblia está llena de pasajes que advierten a los cristianos de la muerte eterna si no viven fielmente ante Dios. Juan escribió:

Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda (Apocalipsis 21:8).

Dios espera que permanezcamos fiel a Él (Apocalipsis 2:10) después de habernos arrepentido de nuestros pecados (Lucas 13:3) y haber sido bautizados en Cristo (Hechos 2:38; Romanos 6:4). Jesús dijo:

Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan (Mateo 7:13-14).

Obviamente, a muchos no se les pasará por alto sus pecados. Nosotros debemos asegurarnos que “corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús” (Hebreos 12:1-2).

CONCLUSIÓN

No merecemos la gracia de Dios; merecemos lo opuesto. Pero ya que Dios abunda en misericordia (debido a Su amor agape), ofrece Su gracia al hombre. Cuando somos bautizados en Su Hijo, llegamos a ser beneficiaros de Su gracia. Sin embargo, debemos recordar que para continuar recibiendo los beneficios de la gracia de Dios, también debemos continuar guardando Sus mandamientos.

La salvación del hombre no es producto solamente de la gracia, sino consta de dos partes. Primero, la gracia, que es la parte de Dios; y segundo, la obediencia, que es nuestra parte. Dios ya ha hecho Su parte, y ahora es nuestro turno de hacer la nuestra. La gracia de Dios es un regalo gratuito para todos, pero no es barata. Produce libertad del pecado, pero no licencia para seguir en él. La gracia de Dios es hermosa, y todos podemos entenderla, recibirla y conservarla.