Desarrollando el Corazón de un Niño

Resumen

Nuestros hijos comienzan como una masa de arcilla, y por ende, nuestro trabajo es moldearles a la imagen de Cristo.

Varios años atrás, regresé a casa del trabajo y encontré a mi hijo de ocho años, el menor de tres varones, sentado en la cerca de los cerdos mirando a un cerdo de 400 libras. Él estaba vestido con su sombrero y botas de vaquero, con espuelas, que habíamos comprado en una subasta algunas semanas atrás. Le pregunté: "Hijo, ¿qué estás haciendo?". Él respondió: "¡Estoy buscando algo que montar!". Yo no crecí con cerdos, botas o espuelas, pero en ese momento me di cuenta que él se parecía mucho a mí.

En 2006, Rodney Atkins (sin relación conmigo) estrenó una canción titulada, “Observándote”. La letra describe a un niño que ama mucho a su padre, y dice: “Te he estado observando, papá, ¿no crees que es genial? Soy tu vaquero; quiero ser como tú”. Esta canción describe al padre que se da cuenta que su hijo está observándole y aprendiendo todo lo que hace—sea bueno o malo. La canción continúa con el arrepentimiento del padre:

Regresamos a casa y fui al establo, incliné mi cabeza y oré profundamente, diciendo: “Señor, por favor ayúdame a vencer mi necedad”. Luego a la hora de dormir, cuando prendí la luz de noche de Scooby Doo de mi hijo, le vi salir de su cama y ponerse de rodillas. Cerró sus pequeños ojos y juntó sus manos y habló con Dios como si estuviera hablando con un amigo. Yo le dije: “Hijo, ¿dónde aprendiste a orar de esta manera?”. Él respondió: “Te he estado observando, papá, ¿no crees que es genial? Soy tu vaquero; quiero ser como tú”.

Se dice que la imitación es la mejor forma de halago, así que me pregunto: “¿De qué manera me imitan mis hijos? ¿Paso tiempo con ellos, enseñándoles diligentemente a amar al Señor con todo su corazón, cuando nos sentamos, andamos o acostamos (Deuteronomio 6:4-7)? ¿Les enseño que Dios les ama y que quiere que Le adoren y glorifiquen?”.

El escritor de Proverbios señaló: “Oíd, hijos, la enseñanza de un padre, y estad atentos, para que conozcáis cordura. Porque os doy buena enseñanza; no desamparéis mi ley” (4:1-2). Como padres, la instrucción requiere paciencia para ayudar a nuestros hijos a obtener entendimiento. Esto no es siempre fácil, y requiere sabiduría (4:5). Debemos enseñar a nuestros hijos a pedir sabiduría en oración a Dios, para que puedan conocer la paz que el amor de Dios concede y para atar la Palabra en sus corazones y enlazarla a sus cuellos (6:21).

Como padres, algunas veces podemos olvidar la gracia que Dios nos ha dado a través de la cruz, y por ende, podemos olvidar compartir la misma gracia con nuestros hijos. Olvidamos que nuestros hijos no comienzan como una obra de arte perfecta, sino como una masa de arcilla. Nuestros hijos cometen errores, y es nuestra responsabilidad enseñarles a no abrigar negativismo debido a nuestra severidad, injusticia, parcialidad o ejecución irrazonable de la autoridad. Tal actitud dura e irrazonable hacia nuestros hijos solamente fomentará el mal en sus corazones. Nuestro trabajo como padres es enseñarles que Dios es amor; y solamente a través de la reverencia a Dios y Su amor, ellos encontrarán paz y satisfacción. La paz y la satisfacción son el resultado de la obediencia a Dios, evitando la ignorancia y necedad que Satanás ha inyectado en el mundo.

Como padres, nuestro trabajo es proveer un sentido de fortaleza, sabiduría y reverencia a Dios. ¿Cuál es el rol de la madre? Mi esposa de 26 años continuará escribiendo…

Tratar de inculcar buenas cualidades de carácter en nuestros hijos tiene gran importancia para mí como madre. Tenemos la tendencia de pensar en la obediencia primero e incluso la diligencia cuando pensamos en el desarrollo del carácter. Pero con el tiempo me di cuenta que tener un corazón servicial y mostrar compasión por otros debían ser mi enfoque en la crianza de hijos que amen al Señor: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6). Si ellos realmente desarrollan un corazón de siervo, todo lo demás tendrá sentido.

Cuando nuestros hijos eran pequeños, comenzamos a plantar las semillas de un corazón servicial y les animamos a hacer cosas por otros. Hacíamos cosas como familia para ayudar a otros, incluso a los extraños, siendo los ejemplos para nuestros hijos y reafirmando el gozo de tener un corazón de siervo. Les pedíamos que hicieran cosas como dibujos para aquellos que estaban enfermos o que necesitaban ánimo; luego, cuando eran más grandes, ellos añadían notas a sus dibujos y hacían tarjetas. Otras cosas simples que les enseñábamos a hacer es abrir la puerta para los demás o ayudar a cargar cosas dentro del lugar de confraternidad, y les llevábamos temprano al local para ayudar a limpiar la nieve de la entrada, o limpiar las mesas al final de alguna confraternidad. Estas eran cosas simples que los niños podían hacer, y el reconocimiento y la gratificación que recibían promovían el crecimiento de sus corazones serviciales. Mientras las semillas plantadas germinaban, les asegurábamos que Dios conocía las obras que hacían, y ellos comenzaban a buscar maneras de ayudar sin necesidad de dirección nuestra.

Guiar por medio del ejemplo es una parte importante de ser un padre o una madre. Una cita de Benjamin Franklin dice: “Bien hecho es mejor que bien dicho”. Esto es similar a lo que Pablo escribió en 1 Corintios 11:1: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”. Tener un corazón de siervo es asegurarse de tener una actitud piadosa; pero ¿cómo sabemos que la tenemos? Aquí hay cuatro cosas que considerar: (1) Considere lo que se necesite hacer y hágalo; (2) haga la tarea alegremente; (3) dé su tiempo libremente; y (4) sirva discretamente (Mateo 6:1-4; Filipenses 2:3-5; Colosenses 3:23). No debemos temer que nuestros hijos nos imiten. Nuestros hijos deberían ver nuestros corazones serviciales mientras mostramos compasión por otros.

Hay muchas oportunidades para servir a otros. No solamente debemos enseñar a nuestros hijos a ver las oportunidades, sino también la manera de abordar las oportunidades—con la actitud correcta. Debemos enseñarles a imitar a Cristo para que el mundo Le pueda ver a través de las obras de nuestros hijos.

Es nuestra oración que Dios le dé la sabiduría en la crianza de sus hijos para que lleguen a ser buenos maestros y predicadores, conservando corazones serviciales que darán un ejemplo de ánimo, y permitiendo que el mundo vea a Cristo a través de ellos cada día. Amén.