“Esta Mañana Maté a Mi Abuela”

Se cuenta que una vez el Presidente Franklin Roosevelt se cansó de todas las cenas que tenía que auspiciar en la Casa Blanca. Dudaba de que sus invitados realmente pusieran atención a lo que decía, y sospechaba que ellos solamente querían conocer al presidente. Así que una noche hizo un experimento. Cuando un invitado se acercaba para saludarlo, él sonreía y decía: “Esta mañana maté a mi abuela”. Todos respondieron, “¡Qué bueno!” o “¡Continúe así!”, excepto un diplomático extranjero. El hombre se acercó a su oído y respondió silenciosamente: “Ella probablemente se lo merecía, Sr. Presidente”.

—En Skip Heitzig (2009), La Huella de Dios [Godprint] (Alachua, FL: Bridge-Logos), pp. 31-32.