Una Pregunta que No Le Gustó a Jesús

Resumen

Un maestro de la Ley preguntó a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?”. Pero a Jesús no Le gustó la pregunta. ¿Cómo lo sabemos?

Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? (Lucas 10:29).

Esta pregunta causó que Jesús contara una historia muy conocida—la Parábola del Buen Samaritano (Lucas 10:30-35). Usted podrá recordar que, al mirar al hombre que había sido asaltado, maltratado y dado por muerto, el sacerdote y el levita continuaron su camino. No estuvieron dispuestos a ayudar.

Frecuentemente cuando contamos esta historia a nuestros hijos, describimos al sacerdote y al levita como personas frías y faltos de compasión. Pero cuando examinamos la historia más profundamente, descubrimos que no son muy diferentes a nosotros. Este camino particular (entre Jerusalén y Jericó) era un camino real y muy peligroso. Era como si este camino abandonado y rodeado de lugares escondidos y cuevas, hubiera sido diseñado para la actividad criminal. La historia revela que una sección particular era conocida como “El Paso de Sangre”, donde se había matado a una gran cantidad de gente. Tal vez la historia describa a este hombre que es atacado en ese mismo lugar.

Cuando el sacerdote y el levita vieron a este hombre desamparado en el camino, ¿por qué no pararon? ¡Porque fueron inteligentes! Si alguien viera a una persona que ha sido atacada, golpeada y dejada casi muerta, ¿qué pensaría? ¡Que sus atacantes probablemente están cerca! De hecho, ¡esta pudiera ser una trampa!

Usted puede ver que el sacerdote y el levita—cuya parte de su trabajo era ayudar a los necesitados—no eran muy diferentes a nosotros. Hay muchas razones por las cuales pueden no haberse detenido. Ellos pudieron haberse justificado—como lo hizo el maestro de la ley que presentó la pregunta a Jesús.

El maestro preguntó: “¿Y quién es mi prójimo?”. Pero a Jesús no Le gustó la pregunta. ¿Cómo lo sabemos? Porque no la respondió directamente, sino que la replanteó.

Este erudito religioso que hablaba con Jesús (si era como los judíos autojustificados) debe haber aborrecido a los samaritanos—quienes eran israelitas mezclados. Sus antepasados no solamente habían sido culpables de rebelión contra Dios (haciendo que Dios los desapareciera del mapa), sino también se habían casado con los asirios que habían conquistado su tierra (cf. 2 Reyes 17:24). Esto creó una nueva “raza” de gente: los samaritanos. Ya que habían desobedecido a Dios y se habían casado con extranjeros, adoptaron el paganismo asirio y rechazaron una gran parte de la Ley de Dios. Los samaritanos practicaban herejías (cf. Juan 4:22), y los judíos los aborrecían por esto.

No había nadie que fuera tan distante para este erudito religioso que un samaritano. Así que Jesús escogió a un samaritano para que fuera el protagonista improbable. De toda la gente que pudiera haber rescatado a este hombre abandonado y casi muerto, ¡tuvo que ser un samaritano! Este samaritano no solamente sacrificó su tiempo y dinero para ayudar al hombre, sino también arriesgó su vida. Él le ofreció amistad, protección y atención médica.

“¿Y quién es mi prójimo?”. La respuesta a esta pregunta no es el punto principal de la Parábola del Buen Samaritano. Nosotros sabemos la respuesta: todos. Nosotros debemos ser benévolos para con todos. Sí, debemos hacer un mejor trabajo en ayudar a los pobres, los abandonados y los destituidos. Frecuentemente esta historia nos hacer sentir culpables por no hacer lo que sabemos que debemos hacer.

¿Quién es mi prójimo? Todos. Pero recuerde otra vez que a Jesús no Le gustó la pregunta y entonces la replanteó.

Su respuesta a la pregunta no es “Todos—incluso los samaritanos despreciados”. Su respuesta es: “¿Quién…fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?”. La clave de la parábola es esta: “¿Dónde calza usted en esta historia?”.

Yo soy la persona que fue dada por muerta, y mi única esperanza es un Hombre a Quien he aborrecido. Él no solamente arriesgó Su vida, sino sacrificó Su vida por mí.

Si no entiendo mi lugar en la historia, ayudaré a la gente solamente debido a la culpabilidad. Pero Jesús no quiere que lo haga simplemente porque me siento culpable; quiere que lo haga debido a la gratitud. De hecho, esta parábola no es principalmente en cuanto a la ayuda a los necesitados en sí, sino se trata de la manera en que considero a:

  • Los nuevos cristianos que todavía están desarrollando su entendimiento de la doctrina cristiana, pero que todavía no entienden muchas cosas.

  • Los compañeros de trabajo confundidos que tienen buenas intenciones pero que sostienen ideas políticas erróneas.

  • Los miembros de la iglesia que están luchando por vencer un pecado en particular.

  • Los homosexuales, drogadictos, abusadores, borrachos, adúlteros, etc.

  • Los cristianos débiles que no pueden diferenciar entre la doctrina y la tradición.

  • Los hijos de Dios que pecan y que solamente muestran una chispa casi apagada de fe.

  • La gente que es muy diferente a mí—sea en términos de edad, cultura, personalidad o inteligencia.

Nunca terminaremos de preguntarnos “Quién es mi prójimo” sino hasta que miremos a esta gente y nos demos cuenta de que realmente no somos diferentes. Seremos buenos prójimos cuando nos demos cuenta de que Jesús es el único Buen Samaritano. Entonces ayudaremos debido a la gratitud, en vez de la culpabilidad.