«Todos somos pecadores», ¿o no?

Resumen

En nuestro vocabulario, los cristianos debemos evitar el lenguaje ambiguo con el fin de transmitir el mensaje deseado.

No es inusual escuchar de vez en cuando que algún cristiano declare ante sus compañeros cristianos que «todos somos pecadores». Tal vez esta frase es pronunciada en la oración pública, cuando alguien se dirige a Dios de parte de la congregación completa y expresa que «todos somos pecadores». Tal vez la frase es pronunciada por un cristiano reprendido que procura excusar sus acciones reprochables al sugerir que, en el fondo, «todos somos pecadores». O tal vez la frase es pronunciada por un cristiano con buenas intenciones, quien, después de haber presenciado la confesión publica de algún cristiano penitente, trata de consolarlo y asegurar la acogida congregacional al declarar que «todos somos pecadores». Pero ¿somos los cristianos, y especialmente todos, pecadores?

El concepto

¿Qué se espera que otros entiendan cuando se usa la frase «todos somos pecadores» con referencia a los cristianos? Note que la pregunta no es: «¿Qué es lo que yo quiero decir con esta frase?». Yo puedo pensar: «Para mí, esto significa…», pero lo que significa para mí puede no ser lo que significa para otra persona, y realmente, puede no ser el significado de la frase en absoluto. Por ende, para comunicar nuestros pensamientos de manera exacta, es importante emplear el vocabulario exacto.

Generalmente, los que tienen una perspectiva saludable de la moralidad cristiana y que emplean esta frase, quieren indicar que todo cristiano, en algún momento o circunstancia, cede al pecado. Esta realidad es afirmada por el apóstol Juan: «Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros» (1 Juan 1:8). Sin embargo, decir «que tenemos pecado» no es lo mismo que decir que «todos somos pecadores», y desde luego, no comunica lo mismo.

En el Nuevo Testamento, generalmente se usa la palabra «pecador» en dos sentidos: para hacer referencia a (1) la persona no regenerada que está fuera de la comunidad de los justificados o santificados por Dios; i. e., alguien que no es cristiano (1 Timoteo 1:15), y (2) el cristiano que se extravía de la verdad doctrinal o práctica y que necesita ser restaurado para la salvación de su alma (Santiago 5:19-20). Esta palabra está asociada comúnmente con la práctica del pecado (cf. Lucas 7:37; 1 Juan 3:4-10; Santiago 5:20).

Ya que la palabra «pecador» no es una descripción apropiada para los cristianos fieles; i. e., aquellos que usualmente son designados como «santos» o «santificados» (Romanos 8:27; 12:13; 15:25, 26; 16:15; 1 Corintios 1:2; 6:1; 2 Corintios 1:1; 13:13; Efesios 1:1; 3:8; Filipenses 1:1; 4:21, 22; Colosenses 1:2), entonces el uso de la frase «todos somos pecadores» con referencia a la iglesia de los santos (1 Corintios 14:33) es desacertada.

Las objeciones

Pero si este es el caso, ¿por qué Pablo escribió que «todos pecaron» (Romanos 3:23) y Juan que los cristianos «tenemos pecado» (1 Juan 1:8)? En Romanos 3:23, Pablo estaba lidiando con la condición del hombre aparte de la justicia que es por medio de la fe en Cristo (vss. 24-26); estaba hablando de aquellos que «están destituidos de la gloria de Dios» (vs. 23), no de los cristianos que han sido recibidos por Dios a «su reino y gloria» (1 Tesalonicenses 2:12; 1 Pedro 5:10). Por otra parte, aunque Juan señaló que los cristianos tienen pecado, nunca sugirió que los cristianos son pecadores. Él simplemente estaba reconociendo el hecho de que el cristiano no es «perfecto» en el sentido absoluto de la palabra. Debido a su debilidad humana, los cristianos no son infalibles, sea doctrinal o moralmente. Pedro negó al Señor (Mateo 26:69-75) y actuó hipócritamente ante la iglesia (Gálatas 2:11-21), pero tales ocasiones en que cedió al pecado no determinaron su identificación cristiana. En el contexto de la epístola de Juan, un «pecador» es aquel que practica el pecado (cf. 1 Juan 3:9).

Pero entonces, ¿por qué Pablo, siendo ya apóstol, dijo que era el primero de los pecadores (1 Timoteo 1:15)? Note el contexto del enunciado en el mismo versículo. Pablo era, por así decirlo, el más grande («el primero») de los pecadores «que Cristo Jesús vino al mundo para salvar». Una vez salvo, Pablo llegó a ser «el más pequeño de todos los santos» (Efesios 3:8). El apóstol simplemente estaba contrastando su vida presente bajo la gracia y misericordia de Dios (1 Timoteo 1:16-17) con su vida pasada, cuando, como «primero de los pecadores», había sido «blasfemo, perseguidor e injuriador» (vs. 13), lo que ya no era en su vida apostólica.[1]

Así como el que martilla un clavo en un pedazo de madera en una ocasión inusual no es necesariamente un carpintero o ha asumido la profesión de la carpintería, el cristiano que peca en algún momento dado no es necesariamente un pecador o ha asumido la profesión del pecado. En la carrera cristiana (Hebreos 12:1; cf. Hechos 20:24; 2 Timoteo 4:7), los cristianos a veces flaquean, tropiezan o caen, pero ellos son corredores («santos»), no tropezadores («pecadores»). Cuando tropiezan (lo cual procuran no hacer; cf. 1 Corintios 9:27), se levantan con una determinación más grande de seguir adelante, pues «el autor y consumador de la fe» (Hebreos 12:2) ha prometido: «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad» (1 Juan 1:9).

Las repercusiones

La expresión inexacta, que se repite constantemente y llega a ser parte del vocabulario regular, tiene el poder de influenciar la mente, las actitudes y el comportamiento. En cuanto a la frase «todos somos pecadores» con referencia a los cristianos, puede ocasionar:

  • la minimización de la obra de Cristo. El apóstol inspirado escribió: «¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios» (1 Corintios 6:9-11). Se debe entender esto claramente: la identificación de los cristianos como «santos» es el resultado de la gracia de Dios y la obra redentora de Cristo, no de algún logro humano. Cuando Isaías vio la gloria de Dios y temió por su vida ya que era «hombre inmundo de labios» (Isaías 6:5), el ángel de Jehová lo purificó, diciendo: «es quitada tu culpa, y limpio tu pecado» (vs. 7). ¿Hubiera, pues, sido apropiado que el profeta insistiera en que «era pecador»?

  • la minimización del cuerpo de Cristo. Una vez más, el apóstol escribió: «porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. […] Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha (Efesios 5:23, 25-27). Pero si la iglesia es tan pecadora como el mundo que no conoce a Cristo, ¿cuál es la diferencia (cf. Mateo 5:16)? En el Nuevo Testamento, se condena el pecado en la iglesia ya que la iglesia debe reflejar la santidad que ha recibido y a la cual ha sido llamada (1 Corintios 1:2).

  • la minimización del pecado en general. Martín Lutero uso la expresión simul justus et peccator («simultáneamente justo y pecador») para describir al cristiano y señaló que «el hombre cristiano es tanto justo como pecador, santo y profano, enemigo de Dios, pero todavía hijo de Dios».[2] Aunque se debe admitir que Lutero estaba reaccionando ante el concepto de la salvación por obras meritorias, y que su enunciado no pretendía promover el pecado, lo que escribió no armoniza con las páginas de las Escrituras sagradas (cf. Romanos 5:10; Colosenses 1:21). Si el cristiano es pecador, entonces, ¿por qué no perseverar en el pecado para que la gracia abunde (Romanos 6:1)? ¿Por qué no dar la bienvenida al sincretismo moral (cf. 1 Samuel 2:12-25)? Si los cristianos son tan pecadores como el mundo, entonces, ¿qué autoridad moral tienen de amonestar al perdido o descarriado (Hechos 2:38-40; 8:18-23)?

  • la minimización del pecado en particular. Aunque todo pecado es una violación de la ley de Dios (1 Juan 3:4) y guía a la condenación eterna de no ser perdonado (Apocalipsis 2:16), no todo pecado es igual en proporción y consecuencia (cf. Juan 19:11). Esto es claro en el Antiguo Testamento cuando Dios prescribió la pena capital para dieciséis pecados especialmente detestables.[3] Esto es claro en el Nuevo Testamento cuando Jesús permitió el divorcio solamente en el caso del adulterio (Mateo 19:9). Algunos pecados no son el producto esporádico de la debilidad humana, sino son el reflejo del grado intenso y constante de la degradación humana (cf. Romanos 1:18-32; 1 Corintios 5). ¿Se debería minimizar el aborto (cf. Proverbios 6:16-17) ya que «todos somos pecadores»? ¿Se debería minimizar el homicidio y el adulterio (cf. 2 Samuel 11-12) ya que «todos somos pecadores»? ¿Debería un cónyuge infiel demandar que su esposa lo reciba (cf. Mateo 19:9) ya que «todos somos pecadores»?

Las amonestaciones frecuentes en el Nuevo Testamento a dejar el pecado que era una realidad incluso en la iglesia del Señor no están allí para que el cristiano se identifique con el pecado, sino para que se identifique con Cristo (Efesios 4:17-21). El cristiano debe desechar la mentira porque no es mentiroso (Efesios 4:25), debe desechar el hurto porque no es ladrón (vs. 28), debe desechar la palabra corrompida porque no es profano (vs. 29), y debe desechar cualquier otro pecado porque no es pecador (vs. 31), sino un «nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad» (vs. 24; cf. Gálatas 3:27; 1 Juan 2:6).

Conclusión

Aunque es cierto que la mayoría de los cristianos que usan la frase «todos somos pecadores» no están tratando de despreciar a Cristo o a Su iglesia, o promover o excusar el pecado (y ciertamente el uso de esta frase no debería causar la excomunión de alguien que entiende la moralidad que Dios requiere), es importante que los cristianos evitemos el lenguaje ambiguo o confuso.

Si queremos expresar que, en la vida pasada, los cristianos también éramos pecadores, ¿por qué no decimos esto claramente (cf. Romanos 3:23)? Si queremos expresar que los cristianos no somos perfectos y algunas veces flaqueamos y pecamos, ¿por qué no decimos esto claramente (cf. 1 Juan 1:7)? Si queremos expresar que fuera de Cristo, somos solamente pecadores, ¿por qué no decimos esto claramente (cf. Juan 15:5)? Por otra parte, si algún cristiano ahora es pecador (i. e., se ha involucrado en la práctica del pecado; cf. 1 Juan 3:8-9; 5:18), regrese a la comunión de Cristo y a la comunidad de los santos. Usemos las expresiones cuidadosamente para no transmitir el mensaje indeseado.

[1] En ocasiones, se usa Romanos 7:14 para sostener la idea de que los cristianos son pecadores. Para leer un análisis de este texto, vea Moisés Pinedo, «¿Quién es el hombre carnal de Romanos 7:14?», EB Global, 2010, https://www.ebglobal.org/articulos-biblicos/quien-es-el-hombre-carnal-de-romanos-7-14.

[2] Martín Lutero, Obras selectas de Martín Lutero [Select works of Martin Luther], trad. Henry Cole (Londres: T. Bensley, 1826), 1:252.

[3] Vea Dave Miller, «La pena capital y la Biblia», EB Global, 2013, https://www.ebglobal.org/articulos-biblicos/la-pena-capital-y-la-biblia.