Lo que nuestro hogar debería ser: Parte 3

Resumen

El hogar debería ser una «escuela bíblica». Al menos una vez al día, los padres deberían enseñar la Biblia a sus hijos.

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Debería ser un lugar donde se ame a la Biblia

La Biblia no debería ser uno de esos libros grandes y elegantes que se ponen en la mesa de centro como decoración (solamente un libro en que se registran nacimientos y matrimonios), sino se la debería poner en un lugar donde todos los miembros del hogar puedan leerla. Al menos una vez al día, uno de los padres debería tomarla, abrirla y leer sus verdades valiosas a los hijos. Se debería organizar una «escuela bíblica» en el hogar. Se instruyó a Israel a dar a conocer los mandamientos de Dios a sus hijos:

Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos. El día que estuviste delante de Jehová tu Dios en Horeb, cuando Jehová me dijo: Reúneme el pueblo, para que yo les haga oír mis palabras, las cuales aprenderán, para temerme todos los días que vivieren sobre la tierra, y las enseñarán a sus hijos… (Deuteronomio 4:9-10).

…y para que cuentes a tus hijos y a tus nietos las cosas que yo hice en Egipto, y mis señales que hice entre ellos; para que sepáis que yo soy Jehová (Éxodo 10:2).

Por tanto, pondréis estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma, y las ataréis como señal en vuestra mano, y serán por frontales entre vuestros ojos. Y las enseñaréis a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando andes por el camino, cuando te acuestes, y cuando te levantes, y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas; para que sean vuestros días, y los días de vuestros hijos, tan numerosos sobre la tierra que Jehová juró a vuestros padres que les había de dar, como los días de los cielos sobre la tierra (Deuteronomio 11:18-21).

El salmista dice que era obligatorio para Israel instruir a sus hijos en las palabras del Señor (vea el Salmo 78). Ellos debían dar a conocer Sus palabras, para que la generación siguiente las conociera, incluso los hijos que nacerían en el futuro. Timoteo había conocido las Escrituras desde su niñez; el tuvo una madre y abuela que le brindaron tal instrucción. Nosotros deberíamos hacer lo mismo (cf. Lucas 10:37).