El acceso a la salvación del Cielo

Resumen

La Biblia no solo indica que Dios espera que el hombre haga algo para ser salvo, sino también indica lo que espera que haga.

La condición del hombre es que él es pecador y que, por ende, está perdido. Pero Dios no solamente quiere limpiarlo de su pecado y ofrecerle la salvación de su alma, sino también ha tomado los pasos necesarios al proveer el pago adecuado del pecado: la sangre de Su Hijo en la cruz (Apocalipsis 1:5). Esta es la parte de Dios, y sin esta parte fundamental conocida como la «gracia», el hombre no tuviera oportunidad en absoluto de ser salvo (Efesios 2:8). Pero ¿espera Dios que el hombre haga algo para acceder a la salvación que ofrece? De ser así, ¿qué debe hacer el hombre para ser salvo? Respondamos estas dos preguntas.

¿ESPERA DIOS QUE EL HOMBRE HAGA ALGO?

Un enfoque popular erróneo

Vivimos en un mundo religioso confuso y auto contradictorio. Según la doctrina calvinista que domina el pensamiento denominacional moderno, en Su soberanía, Dios escoge a algunos para salvación y a otros para perdición.[1] Se sugiere que, ya que Dios determina conceder Su gracia a un grupo de personas (los «elegidos»), entonces ellos no pueden resistir la gracia y perderse, sino que «vienen a Dios voluntaria y libremente».[2] Pero si tal gracia es irresistible, es decir, el hombre a quien Dios decide otorgarla no puede rechazarla, ignorarla o evitarla, entonces, ¿se puede decir que el hombre llega a Dios voluntaria y libremente?

Este enfoque no solo es el colmo de toda contradicción teológica, sino también hace burla del amor, la santidad y la justicia del Dios que no hace acepción de personas (Romanos 2:11). La Biblia revela que Dios ama a todo el mundo (Juan 3:16), que quiere que todos sean salvos (1 Timoteo 2:4), y que Cristo murió por todos (2 Corintios 5:14). Esto sería una mentira terrible si Dios solamente ofreciera salvación al grupo que quisiera salvar.

Es cierto que los cristianos son los «elegidos» (1 Pedro 1:2) y «predestinados» (Efesios 1:5, 11), pero ellos son elegidos y predestinados por medio del Evangelio (Hechos 15:7; Efesios 1:13); es decir, en Su voluntad santa, Dios ha elegido y predestinado que la salvación sea por medio de la obediencia al Evangelio. Los que obedecen al Evangelio libremente (no por coacción de alguna «gracia irresistible»), llegan a ser parte de los «elegidos» o «predestinados» de Dios.

La doctrina calvinista, con su «gracia irresistible», es una perversión de la manera en que Dios ofrece salvación. Este dogma hereje priva al hombre de cualquier responsabilidad ante el Salvador; le dice que no hay nada que pueda o deba hacer con relación a su salvación ya que Dios lo ha hecho todo.

El enfoque bíblico

El que estudia la Biblia diligentemente sabe que la gracia significa que no hay nada que el hombre pueda hacer para merecer la salvación. Pero esto no quiere decir que Dios no requiera nada del hombre con relación a la salvación. Las diferentes historias bíblicas ilustran esto claramente.

  • Noé halló gracia ante Dios y fue salvo del Diluvio (Génesis 6-8), pero tal gracia demandó que construyera un arca para recibir salvación.

  • Los israelitas en Egipto hallaron gracia ante Dios y fueron salvos del ángel de la muerte (Éxodo 12), pero tal gracia demandó que aplicaran la sangre de un cordero a cada casa para ser preservados.

  • Rahab halló gracia ante Dios y fue salva de la destrucción de Jericó (Josué 2, 6), pero tal gracia demandó que atara un cordón de grana a la ventana de su casa y permaneciera en tal casa para conservar la vida.

  • Naamán halló gracia ante Dios y fue sano de su lepra (2 Reyes 5), pero tal gracia demandó que se sumergiera siete veces en el río Jordán para recibir limpieza.

Las obras de Noé, los israelitas, Rahab y Naamán no anularon la gracia de Dios; no les hicieron merecedores de la gracia, sino fueron la respuesta de fe sumisa y obediente ante los requerimientos de la gracia para recibir el favor divino (cf. Hebreos 11).

Dios todavía espera que el hombre responda a Su gracia por medio de la fe obediente (Romanos 1:5; 16:26). La gracia es el don de Dios (Efesios 2:8), y la fe es la respuesta activa del hombre ante la gracia (Santiago 2:26). Ya que el hombre, no Dios, tiene la responsabilidad de obedecer al Evangelio de salvación, Dios castigará a los que no lo hacen (2 Tesalonicenses 1:7-8; 1 Pedro 4:17). La Biblia y el razonamiento lógico adecuado revelan que el hombre tiene una parte en su salvación: no como el originador, sino como el receptor activo.

¿QUÉ DEBE HACER EL HOMBRE PARA SER SALVO?

Para muchos en la comunidad religiosa, esta pregunta es antibíblica;[3] la dieta calvinista y las ideas preconcebidas les hacen pensar que se está sugiriendo que el hombre puede producir su salvación, pero este no es el caso. El estudio de las Escrituras permite ver que esta no solamente es una pregunta coherente, sino también bíblica.

El Nuevo Testamento registra tres veces la pregunta «¿Qué debo hacer?» con respecto a la salvación (Hechos 2:37; 16:30; 22:10), y ninguna vez esta pregunta recibió refutación doctrinal, sino se brindó una respuesta correspondiente. Al escuchar la predicación del Evangelio, los oyentes entendieron que debían hacer algo, y la respuesta de los predicadores fieles de Dios confirmó tal entendimiento.

¿Qué debe hacer el hombre para recibir la salvación del Cielo?

Debe creer

Sin creencia o fe es imposible agradar a Dios (Hebreos 11:6), y solamente se puede desarrollar fe por medio de la escucha de la Palabra de Dios (Romanos 10:17). Cuando Jesús dio la comisión cristiana para el evangelismo mundial, señaló que la creencia es necesaria para la salvación (Marcos 16:16). Pablo escribió que la salvación es por medio de la fe (Efesios 2:8), y dijo al carcelero de Filipos que debía creer para ser salvo (Hechos 16:31). Pero la creencia o fe bíblica no es simplemente un reconocimiento abstracto del señorío de Cristo o la veracidad de la Biblia (cf. Santiago 2:19) —como hoy se enseña comúnmente—, sino es un reconocimiento objetivo que se expresa en la obediencia a los mandamientos de Dios en Su Palabra (Santiago 2:20-26; Hebreos 11). Por tanto, después que el apóstol Pablo dijo al carcelero que debía creer para ser salvo, le proporcionó la instrucción necesaria para su creencia (Hechos 16:32). Después (no antes) que el carcelero hiciera lo que la instrucción demandaba (vs. 33), «se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios» (vs. 34). Así que, cuando se dice que el hombre debe creer para ser salvo, se quiere decir que debe estar dispuesto a recibir la enseñanza del Evangelio y actuar según las demandas del Evangelio.

Debe arrepentirse

Casi todos en la comunidad religiosa están de acuerdo en que el hombre debe arrepentirse o cambiar su manera pasada de vida para poder ser salvo (Efesios 4:22), ¡incluso muchos de los que dicen que el hombre no puede hacer nada para recibir la salvación! El Nuevo Testamento enseña claramente que el hombre debe arrepentirse o cambiar su vida. Nadie que no esté dispuesto a dejar las tinieblas de su camino puede ser parte del reino de la luz (Hechos 26:18). El apóstol Pedro instruyó a su audiencia en el Pentecostés a arrepentirse para el perdón de los pecados (Hechos 2:38). Pablo señaló que el Dios del cielo «ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan» (Hechos 17:30); y en 2 Corintios 7:10 escribió que «la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación».

Debe confesar

Nadie que se avergüence de Cristo en la tierra puede recibir la salvación del Cielo (Marcos 8:38; Juan 12:42). El apóstol Pablo escribió que se debe confesar con la boca que Jesús es el Señor, y luego añadió que «con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación» (Romanos 10:9-10). En su camino de regreso a Etiopía, el eunuco hizo esta confesión maravillosa (Hechos 8:26-39). Esta no es una confesión de pecados, sino una confesión de la deidad y señorío de Cristo.

Debe bautizarse

El catolicismo ha corrompido el bautismo al quitarle su significado claro de inmersión, relegándolo al rociamiento y aplicándolo incluso a bebés carentes de pecado y fe.[4] Por otra parte, el denominacionalismo ha ido a otro extremo y ha removido por completo la enseñanza del bautismo como un paso necesario en la salvación. La Biblia tiene el enfoque correcto. Jesús dijo que el «que creyere y fuere bautizado, será salvo» (Marcos 16:16). Mencionó que se hace discípulos «bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo» (Mateo 28:19). Sus siervos fieles siempre incluyeron la enseñanza del bautismo en el mensaje del Evangelio, el cual es las Buenas Nuevas de que Jesús murió, fue sepultado, resucitó y ofrece salvación a los hombres (1 Corintios 15:1-4; cf. Romanos 6:3-7). Pedro mandó a su audiencia a bautizarse para el perdón de los pecados (Hechos 2:38); la predicación del evangelista Felipe produjo el bautismo de hombres y mujeres en Samaria (Hechos 8:12) y del eunuco en el camino a Etiopía (Hechos 8:38); Ananías mandó a Saulo de Tarso a bautizarse para lavar sus pecados (Hechos 22:16); una vez más Pedro mandó a los gentiles a bautizarse en el nombre del Señor Jesús (Hechos 10:48); la predicación de Pablo y sus compañeros produjo el bautismo de Lidia y su familia (Hechos 16:15) y el carcelero y su familia (Hechos 16:33) en Filipos, y de muchos otros en Corinto (Hechos 18:8); y la instrucción de Pablo en cuanto a este requisito vital produjo el bautismo de creyentes en Éfeso (Hechos 19:5).

¿Por qué, siempre que los predicadores fieles del Nuevo Testamento predicaron el Evangelio fiel y los oyentes obedecieron el Evangelio fiel, el bautismo fue parte de la predicación y la obediencia? La respuesta simple es que Jesús mandó el bautismo como parte de la comisión cristiana y como un requisito de la salvación (Mateo 28:19-20; Marcos 16:15-16; cf. 1 Pedro 3:21). Pero hoy muchos niegan la esencialidad del bautismo en la salvación ya que están enamorados de la «Oración del pecador» como un método para recibir salvación. El Nuevo Testamento simplemente no registra ni aprueba esta oración en absoluto, y ningún siervo del Señor propuso que el pecador debía orar para recibir salvación; la oración, que se dirige al Padre celestial (Mateo 6:9), es la prerrogativa de aquel que ya es hijo de Dios (1 Juan 2:1).

CONCLUSIÓN

El Nuevo Testamento no solamente es claro en cuanto a que Dios espera que el hombre haga algo para ser salvo, sino también es claro en cuanto a lo que espera que haga. Una vez que el hombre responde a la gracia de Dios a través de su escucha reverente, su creencia diligente, su arrepentimiento penitente, su confesión valiente y su bautismo subsiguiente, entonces Dios lo reviste de Cristo (Gálatas 3:27); es decir, llega a ser cristiano y parte de la iglesia de Cristo. Desde ese momento en adelante, Dios requiere la fidelidad del hombre para que siga disfrutando del estado continuo de la salvación (Apocalipsis 2:10).

[1] «Calvinismo» [«Calvinism»], CRTA, accedido en diciembre, 2023, http://www.reformed.org/calvinism/.

[2] Matthew Slick, «Los cinco puntos del calvinismo» [«The five points of Calvinism»], Calvinist Corner, 2012, https://www.calvinistcorner.com/tulip-five-points-calvinism.htm.

[3] Ed Rodgers, «¿Debemos hacer algo para ir al cielo?» [«Do we have to do something to get to heaven?»], CBN, 2022, http://www1.cbn.com/do-we-have-do-something-get-saved.

[4] Vea Moisés Pinedo, Lo que la Biblia dice acerca de la Iglesia católica (Montgomery, AL: Apologetics Press, 2010), 107-125.