Los Tapetes de la Tía Ema

Después de su boda, la tía Ema se mudó a una pequeña casa en la hacienda de su esposo. Puso una caja de zapatos en una repisa del armario, y pidió a su esposo que nunca la tocara. Por 50 años, el tío Javier no tocó la caja, hasta que la tía Ema envejeció y estuvo muy enferma. Un día, mientras limpiaba algunas cosas, él vio la caja, y al abrirla, encontró dos tapetes y $82,500 en efectivo. Llevó la caja a la tía Ema y le preguntó acerca del contenido. Ella explicó: “Mi madre me dio esa caja el día que nos casamos, y me dijo que tejiera un tapete para apaciguar la frustración cada vez que me molestara contigo”. El tío Javier se sintió muy orgulloso de que durante 50 años ella solamente se hubiera molestado con él dos veces. Luego preguntó: “¿Y de dónde sacaste los $82,500?”. Ella respondió: “Oh, ese es el dinero que gané vendiendo el resto de los tapetes”.

—En Mark Stibbe (2009), ¡Las Campanas! ¡Las Campanas! [The Bells! The Bells!] (Oxford, Inglaterra: Monarch), p. 169.