El buen samaritano

Resumen

Es fácil decir que se debe amar al prójimo, pero es difícil amarlo cuando esto requiere tiempo, esfuerzo y sacrificio.

— Lectura bíblica recomendada: Lucas 10:25-37

Introducción

I. Es más fácil hablar del amor a Dios y a nuestro prójimo que practicarlo.

II. Este pasaje prueba lo fácil que puede ser entender el concepto del discipulado, pero a la misma vez fracasar en aplicarlo.

Exposición

I. Las circunstancias relacionadas a la parábola:

A. La persona que preguntó era un experto en la Ley de Moisés (vss. 25-28; Deuteronomio 6:5; 11:13; Levítico 19:18; Mateo 22:37-39).

B. Él quería limitar su aplicación a cierta gente de su elección, pero Jesús no permitió esto (vs. 29).

II. Los personajes en la parábola:

A. La víctima y sus atacantes (vs. 30).

B. Dos religiosos elitistas indiferentes (vss. 31-32).

C. Un samaritano odiado pero compasivo (vss. 33-35).

III. La aplicación de la parábola:

A. El samaritano no sabía nada del estado social, la raza, la etnia, la economía, la moralidad, etc. de la víctima.

1. Los judíos religiosos no querían relacionarse con nadie que no fuera judío, o que fuera considerado pecador (Mateo 9:9-13; Lucas 7:36-39; 18:9-14; Juan 4:9; Hechos 10:28; 11:1-3).

2. Esta parábola revela que toda persona necesita a un prójimo.

B. Ser un prójimo, como Cristo, requiere valor y autosacrificio.

1. Este samaritano arriesgó su seguridad ya que los ladrones pudieron haber estado todavía en aquel lugar.

2. Él concedió suministros valiosos al hombre herido.

3. Lo puso en su cabalgadura, y él fue a pie por el resto del camino.

4. Sacrificó su tiempo para cuidar del hombre.

5. Gastó dinero y prometió pagar lo que se necesitara para garantizar el cuidado del hombre.

C. El intérprete de la Ley que buscó justificarse quedó sin excusa.

Conclusión

I. Este intérprete de la Ley reveló lo difícil que es cumplir la voluntad de Dios que ya se conoce.

II. Jesús le dejó (y nos deja) sin excusa para no practicar la religión verdadera y pura que Él estableció con Su muerte (Santiago 1:27; Mateo 25:31-46).