Una raza y un cuerpo

Resumen

Todos los seres humanos somos miembros de una sola raza, y todos los cristianos también somos miembros de un solo cuerpo.

Una raza

Hechos 17:26 informa que Dios «de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra». Otras traducciones del mismo versículo usan palabras que son un poco diferentes pero que enseñan la misma verdad:

…de uno hizo todas las naciones del mundo para que habitaran sobre toda la faz de la tierra (LBLA).

De un solo hombre hizo todas las naciones para que habitaran toda la tierra (NVI).

De un solo hombre Dios creó todos los distintos seres humanos para que habitaran en todo el mundo (PDT).

Independientemente de la traducción anterior que se use concerniente a Hechos 17:26, todo estudiante de la Biblia debe entender que solamente existe una raza: la raza humana. Las diferencias del color de la piel, el color del cabello, el color de los ojos, la contextura física, la etnia, la cultura, el lenguaje, el género (i.e., varón o mujer), la edad, la economía, la educación, la posición social, el ambiente natural y cosas similares son básicamente irrelevantes, y no alteran el hecho de que toda persona es parte de la raza humana. Todos—los que han vivido en el pasado, que viven en el presente o que vivirán en el futuro—tienen a Adán y Eva como sus antepasados biológicos (Génesis 1:28). Todos estamos relacionados a Adán y Eva; todo ser humano finalmente pertenece a la misma familia extendida. Todos somos hermanos y hermanas a través de nuestros primeros padres. Muchos años después de la creación inicial, cuando sucedió el diluvio universal del tiempo de Noé, Dios mandó a la familia de Noé que repoblara la tierra (Génesis 9:1). Por tanto, cada ser humano desciende de aquellas ocho personas que salieron del arca de Noé (1 Pedro 3:20). Otra vez, se debe enfatizar que somos hermanos y hermanas a través de la familia de Noé.

Todos somos seres humanos y estamos relacionados de igual manera a Adán y Eva, como también a la familia de Noé. Entonces, no es extraño notar que la Biblia enseñe que Dios no hace acepción de personas (Romanos 2:11; 1 Pedro 1:17). Ya que esto es cierto, el Evangelio, el plan de Dios para salvar a la humanidad, es para todos los seres humanos—independientemente de las diferencias del color de la piel, el color del cabello, el color de los ojos, la contextura física, la etnia, la cultura, el lenguaje, el género, la edad, la economía, la educación, la posición social, el ambiente natural y cosas similares.

Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego (Romanos 1:16).

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura (Marcos 16:15).

Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones (Mateo 28:19).

Ningún miembro de la raza humana está exento de las bendiciones potenciales del Evangelio de Jesucristo.

Un cuerpo

Cuando alguien, independientemente de las diferencias del color de la piel, el color del cabello, el color de los ojos, la contextura física, la etnia, la cultura, el lenguaje, el género, la edad, la economía, la educación, la posición social, el ambiente natural y cosas similares, obedece a ese Evangelio, tal persona es «salva» y añadida por Cristo mismo a la iglesia de la cual leemos en la Biblia (Hechos 2:47). El Nuevo Testamento clasifica a toda la humanidad en dos grupos: judíos y gentiles (aquellos que no son judíos). Las personas de ambos grupos que han obedecido al Evangelio llegan a ser un cuerpo.

Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión [los judíos] hecha con mano en la carne. En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos [los gentiles], y a los que estaban cerca [los judíos]; porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre (Efesios 2:11-18).

Los gentiles y judíos que obedecen al Evangelio son «conciudadanos…y miembros de la familia de Dios» (Efesios 2:19). Los gentiles y judíos que no obedecen al Evangelio (2 Tesalonicenses 1:8; 1 Pedro 4:17) siguen estando relacionados debido a su trasfondo biológico en Adán y Eva, como también en la familia de Noé, pero no son miembros de la familia de Dios—el único cuerpo (Romanos 12:4-5; 1 Corintios 12:12,20; Efesios 4:4; Colosenses 3:15): la iglesia (Efesios 1:22-23; 5:23; Colosenses 1:18,24).

Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu (1 Corintios 12:13).

…porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús (Gálatas 3:27-28).

Todo hijo de Dios, independientemente de las diferencias del color de la piel, el color del cabello, el color de los ojos, la contextura física, la etnia, la cultura, el lenguaje, el género, la edad, la economía, la educación, la posición social, el ambiente natural y cosas similares, disfruta de igualdad espiritual: la salvación. (Solamente los roles son diferentes entre los cristianos varones y mujeres, los ancianos, los diáconos, los predicadores y los maestros).

CONCLUSIÓN

Las diferencias del color de la piel, el color del cabello, el color de los ojos, la contextura física, la etnia, la cultura, el lenguaje, el género, la edad, la economía, la educación, la posición social, el ambiente natural y cosas similares, no niegan que todos seamos parte de una raza: la raza humana. De la misma manera, estas diferencias no niegan la igualdad espiritual y la membresía de todo cristiano en el único cuerpo, la única iglesia de la Biblia. Todos pertenecemos a una misma raza: la raza humana. Por otro lado, todos los que hemos creído que Jesús es el Hijo de Dios o el Mesías (Juan 8:24), que hemos contactado la sangre salvadora de Jesucristo (Apocalipsis 1:5) al ser sepultados en el bautismo en la muerte de Cristo (Romanos 6:3-4), y que hemos resucitado para andar en vida nueva con Él (Romanos 6:4-5), somos «uno en Cristo Jesús» (Gálatas 3:28). [El arrepentimiento (Hechos 2:38) y la confesión de Cristo (Romanos 10:9-10) están incluidos en la obediencia al Evangelio, lo cual guía al perdón de los pecados pasados]. Los seres humanos somos hermanos y hermanas a través de Adán y Eva, nuestros antepasados comunes, y todos los cristianos somos «herederos de Dios y coherederos con Cristo» (Romanos 8:17).