Seriedad en el servicio a Dios

Resumen

Si determino que mi vida tiene el propósito de amar y servir a Dios, ese principio se reflejará en cada aspecto de ella.

Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios (Juan 12:42-43).

Supongo que todos tenemos problemas particulares que parecen acosarnos constantemente. Puede ser que usted tenga problemas en administrar su dinero, su tiempo o su peso. Si es que sabemos cómo arreglar estos problemas, ¿por qué no lo hacemos? Usted puede tratar de hacer contribuciones pequeñas para cancelar una deuda, pero ya que este es un proceso lento, las devoluciones parecen no valer la pena. Usted puede tratar de perder peso con ejercicios rigurosos y prolongados varias veces en un mes, pero ya que no continúa con tal actividad, esto no lo ayuda. En casos como estos, sabemos lo que debemos hacer, pero ya que otras cosas son más urgentes, escogemos ignorar los problemas hasta que alcanzamos un punto en que debemos tomar una decisión seria. «¡Es suficiente; es hora de considerar esto con seriedad!». En este punto resolvemos hacer los cambios necesarios para producir el resultado deseado. ¿Qué acerca de nuestro servicio a Dios? Muchos queremos tener una mejor relación con Dios y un mejor entendimiento de Su Palabra, pero debemos decidir considerar estas metas con seriedad.

No hay nada que sea más importante en la vida que servir a Dios.

Cerca del final de una vida ocupada en buscar algo que tuviera significado real, el rey más sabio de la tierra concluyó que este es el todo del hombre: «Teme a Dios, y guarda sus mandamientos» (Eclesiastés 12:13). Si el servicio a Dios es el propósito completo de nuestra existencia, ¿dónde debería estar esta meta en mi lista de prioridades? Si me doy cuenta de que mi vida tiene el propósito único de amar y servir a Dios, ese principio se reflejará en cada aspecto de ella: mi trabajo, mis relaciones, mi recreación, mi vocabulario, mi todo. Pablo informó que todos nos presentaremos ante el tribunal de Dios, y que un criterio que se tomará en cuenta es nuestras obras (2 Corintios 5:10). También debemos tener en cuenta que todos los tesoros por los cuales nos esforzamos en esta tierra se apolillarán o se oxidarán si es que son robados o destruidos antes (Mateo 6:19). Tal vez usted se ha dado cuenta de que ha pasado mucho tiempo de su vida persiguiendo una meta que realmente no vale la pena perseguir. ¿Por qué no fija nuevas metas que valgan la pena perseguir?

¿Qué se requiere para servir a Dios de la manera que Él desea?

Primero, debemos entender que no tenemos mejor amo. Aunque otros amos puedan oprimirnos y mantenernos en servidumbre, Jesús dijo: «mi yugo es fácil, y ligera mi carga» (Mateo 11:30). Para servir a Dios, debemos abandonar a cualquier otro amo que podamos estar sirviendo. Dios clarificó esto a Israel desde el comienzo de su historia nacional (Éxodo 20:2-3). Elías preguntó al pueblo: «¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él» (1 Reyes 18:21). ¿Hay algunos amos en su vida a quienes deba abandonar para seguir a Dios con dedicación verdadera? Para servir a Dios, primero debemos negarnos a nosotros mismos. Nuestro servicio a Dios requiere que presentemos nuestros cuerpos como «sacrificio vivo» a Dios, y que Le permitamos que nos transforme completamente (Romanos 12:1-2). Incluso así, Jesús dice: «cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos» (Lucas 17:10). Servir a Dios requiere gran sacrificio, pero ¡nada más que podamos anhelar en esta vida se compara a lo que ganamos en Cristo (Filipenses 3:7-8)!

El hijo pródigo no decidió considerar su vida con seriedad sino hasta que se encontró en la hacienda de cerdos. No deje que el pecado le lleve tan lejos. Si sirve al pecado, recibirá como pago la muerte, pero si sirve a Dios, Él le dará la vida eterna en Cristo Jesús (Romanos 6:20-23).