¿Qué acerca de las Sanidades Repentinas?

Resumen

Si hoy ya no existen los milagros verdaderos, entonces, ¿cómo se explican las sanidades repentinas de algunas personas?

Pregunta

“Si el propósito de los milagros fue confirmar la revelación bíblica, y por ende, ya no hay milagros hoy, entonces, ¿cómo se explican las sanidades repentinas—como un enfermo que sana después de que un doctor le ha dicho que ‘ya no hay nada más que hacer’?”.

Respuesta

Esta es una pregunta excelente y lógica de alguien que ha llegado a entender el propósito y cumplimiento o final de los milagros pero que todavía puede ver que hay algunos puntos que responder. Pero antes de responder la pregunta, consideremos nuevamente la definición de un “milagro”.

“Milagro” hace referencia a una “maravilla, prodigio o señal” que innegablemente tiene origen divino (cf. Hechos 2:22). Jesús y Sus apóstoles dotados sobrenaturalmente hicieron tales señales que incluso sus propios enemigos no pudieron negar (Juan 3:2; 11:47; Hechos 4:15-16). Por ende, la Biblia no propone simplemente “algo extraño o inusual” como la definición de un “milagro”, sino propone una actividad sobrenatural, y de esta manera se debe entender la naturaleza de los milagros.[1]

El propósito de los milagros siempre ha sido confirmar las revelaciones divinas dadas por los siervos de Dios. Ya que hoy la Biblia está completa y no hay revelaciones adicionales que Dios necesite dar al hombre (1 Corintios 13:8-10; 2 Timoteo 3:16-17; 2 Pedro 1:3), entonces tampoco hay milagros modernos.[2]

¿Pero cómo se explica las “sanidades repentinas” de las cuales escuchamos hoy? La respuesta a esta pregunta se relaciona a dos aspectos conocidos como la providencia divina y la falibilidad humana.

La Providencia Divina

Aunque es obvio, bíblica y experimentalmente, que Dios ya no está realizando milagros hoy (a pesar de las declaraciones del pentecostalismo y otras religiones carismáticas), Él todavía está vivo y activo en los asuntos humanos por medio de Su providencia.

Entre otras cosas, la Biblia manda a los cristianos a orar por los enfermos (Santiago 5:16), el pan de cada día (Mateo 6:11) y la protección espiritual (Mateo 6:13); y ya que Dios escucha (Juan 9:31; 1 Pedro 3:12; 1 Juan 5:15) y está dispuesto a responder nuestras oraciones (Mateo 7:7-11), entonces todavía debe haber una manera en que Dios continúa actuando y cumpliendo Sus promesas. Pero la manera en que lo hace hoy difiere de la manera milagrosa en que lo hizo en diferentes ocasiones en el tiempo bíblico.

Consideremos este concepto de una manera práctica. En la oración cristiana, Dios no nos manda a pedir milagros, sino a implorar Su providencia. Si alguien pierde una pierna en la guerra, entonces ninguna cantidad de oración hará que una pierna nueva crezca a tal persona (cf. Mateo 21:14). La razón no es que Dios no tenga el poder de hacer tal cosa, sino que, en Su sabiduría y plan divino, ha determinado que los milagros llegarían a su fin al comienzo de la era cristiana (alrededor del primer siglo). Si un amigo muere y después de cuatro días voy a su tumba a orar para que resucite, ninguna cantidad de oración y lágrimas logrará eso (cf. Juan 11). Otra vez, la razón es que la era milagrosa ya ha llegado a su fin.

Sin embargo, Dios todavía sana, provee y protege a través de Su providencia. La “providencia” es cuando Dios decide obrar “detrás del escenario”—sin suspender las leyes naturales y sin ser notado de manera manifiesta (cf. Juan 2:11).

Cuando tenía 12 años y mi familia vivía en la selva del Perú, nuestra situación económica era precaria. Cada día era una lucha por conseguir dinero y comprar comida, pero, de alguna manera, siempre conseguíamos algo. Esto fue diferente un día en que parecía que regresaríamos a la cama con el estómago vacío. Cuando ya nos habíamos dado por vencidos, un familiar tocó a la puerta trayendo algunos pescados. Este familiar no quería ayudarnos; en realidad, él solamente pensaba en sí mismo y tenía una vida escandalosa. Sin embargo, había estado en el área; sintió hambre y compró algunos pescados en el mercado y no tenía quién se los prepare. Así que llegó a nuestra casa para ofrecer algunos pescados con la condición de que mi madre preparara el resto para él. Esto ilustra la idea de providencia. Si Dios hubiera multiplicado peces para alimentarnos, entonces este hubiera sido un milagro (Juan 6), pero si Él hubiera usado un medio natural (aunque poco probable) para alimentar a Sus hijos hambrientos, entonces este hubiera sido un caso de providencia. Aunque los cristianos podemos ver la mano providencial de Dios por medio de los ojos de la fe, la providencia es algo que, en un sentido, no se puede probar exteriormente ya que Dios está trabajando “detrás del escenario”.

Una historia adicional ilustra la idea de la providencia en el evangelismo. El hermano Neal Pollard cuenta de una ocasión en la cual comenzó a orar fervientemente para que tuviera el valor de hablar a otros acerca de Dios. Había una cajera amable en el banco a quien quería alcanzar con el Evangelio. Un día, mientras estaba en el banco, se armó de valor y dijo a la cajera: “He estado orando a Dios estos días para que me guíe a alguien que quiera estudiar la Biblia conmigo”. Lagrimas comenzaron a correr por el rostro de la mujer, y ella dijo: “He estado orando a Dios estos días para que alguien me enseñe la Biblia”.[3] Si es que Dios hubiera enviado a un ángel para hacer que este predicador se encontrara con esa mujer o luego hubiera usado a Su Espíritu para arrebatarlo de la escena una vez cumplida la misión, entonces este hubiera sido un milagro (cf. Hechos 8:26,39), pero si Él hubiera usado una conversación natural (aunque poco probable) para alcanzar a un alma, entonces este hubiera sido otro caso de providencia.

Por tanto, algunos enfermos pueden sanar cuando Dios obra a favor de ellos de manera providencial. Dios puede usar la medicina para restablecer la salud, la terapia para dar movimiento, y la buena nutrición para fortalecer cuerpos. Por medio de la oración y sin ayuda médica, puede trabajar en lo profundo de los cuerpos para producir mejoría gradual sin la necesidad de un milagro. Puede naturalmente desviar un tornado que arrasa una comunidad entera para proteger la casa de uno de Sus hijos sin necesidad de elevar la casa milagrosamente por encima del tornado. Puede usar a una persona generosa para dar pan al necesitado sin tener que hacer llover maná del cielo. Puede producir naturalmente sueño o cansancio en alguno de Sus hijos para perder su vuelo en un avión que no llegará a su destino. Incluso cuando el hombre pueda decir que no hay nada más que hacer, Dios todavía puede hacer muchas cosas posibles sin la necesidad de recurrir a un milagro (Marcos 10:27; Marcos 14:36). La ausencia de milagros presentes no es una limitación para el poder y la providencia de Dios a favor de Sus hijos.

La Falibilidad Humana

Pero después de haber considerado la providencia de Dios como una respuesta para las sanidades repentinas u otros sucesos difíciles de explicar, también se debe tener en cuenta la falibilidad humana como una explicación probable. Los doctores son humanos, y como humanos, están sujetos al error en sus evaluaciones. ¿Cuántas personas han sido diagnosticadas incorrectamente por algún médico en algún momento? Ya que este es el caso, no debería descartarse la verdad bíblica en cuanto a la cesación de los milagros para sugerir lo contrario cuando alguien repentinamente “mejora” después de haber sido diagnosticado con una enfermedad “incurable”. Se puede ver la falibilidad médica en diferentes aspectos.

En el año 2007, mi esposa y yo viajamos a Colombia y Argentina para ayudar en dos campañas evangelísticas. Mi esposa estaba embarazada en ese tiempo, y cuando llegamos a Argentina, repentinamente comenzó a perder sangre. La tuvimos que llevar de emergencia al hospital. Al día siguiente regresamos para que se le hiciera una ecografía. El doctor en turno nos aseguró que todo estaba bien, y luego preguntó si queríamos saber el sexo del bebé. Respondimos que “sí”, y el doctor dijo que nuestro bebé era varón. Le preguntamos si estaba seguro ya que era temprano en el embarazo de mi esposa. El doctor respondió que estaba 100% seguro.

Mi esposa y yo estábamos felices; ya teníamos una hija, y nuestro segundo bebé sería varón. Después de regresar a los Estados Unidos, y por las siguientes semanas, compramos algunas ropas de bebé y nos preparamos para la llegada de “Luke”. Pero al final, mi esposa dio a luz a una mujer: “Ella”.

¿Qué había sucedido? Obviamente, el doctor se había equivocado. Nuestra hija nunca fue varón, y Dios no la había transformado milagrosamente en mujer. Ninguna persona racional, incluyendo al mismo doctor en Argentina, hubiera sugerido que Ella en un momento fue varón y que luego “milagrosamente” se convirtió en mujer. La única conclusión lógica e innegable es que, a pesar de su seguridad aparente y su conocimiento extenso de la anatomía humana, tal doctor se equivocó en su evaluación del sexo de nuestro bebé.

Las historias como estas abundan, y lo que enfatizan es la verdad que los doctores (como los mecánicos, carpinteros, electricistas, etc.) son personas falibles, y como tales, de vez en cuando emitirán diagnósticos equivocados en cuanto a la condición de una persona—y por eso la gente visita a más de un doctor para escuchar una “segunda opinión”. Por tanto, algunas de las supuestas “sanidades repentinas” pueden no ser sanidades en absoluto, sino simplemente diagnósticos equivocados.

Conclusión

Muchas de las declaraciones modernas de actividad milagrosa simplemente son fabricadas; ¡son engaños de religiosos sin escrúpulos que buscan sacar ventaja de la gente crédula! Otros sucesos algo “extraños” todavía no calzan en la definición bíblica de un milagro verdadero, sino son explicados fácilmente por medio de la providencia divina o la falibilidad humana. Independientemente de la conclusión más probable a la que se pueda llegar, los cristianos estamos seguros de algo: los milagros reales existieron en el pasado; fueron demostraciones obvias de intervención sobrenatural que nadie podía negar. Tales milagros tuvieron el propósito específico de confirmar la revelación que sería completada con el tiempo. Pero una vez que todo lo que Dios quiso revelar al hombre fue completado y se entregó toda la verdad por medio apostólico e inspirado en el primer siglo (Juan 16:13), entonces la necesidad y era milagrosa fue cumplida y llegó a su fin.

Referencias

[1] Por ejemplo, Fisher define un “milagro” como “un evento que las fuerzas de la naturaleza—incluyendo los poderes naturales del hombre—no pueden producir, y que, por tanto, debe ser atribuido a un agente sobrenatural” (Fisher, George [1900], Manual de Evidencias Cristianas [Manual of Christian Evidences], [Nueva York: Charles Scribner’s Sons], p. 9).

[2] Vea nuestro artículo de tres partes en cuanto a los milagros en https://www.ebglobal.org/articulos-biblicos/la-definicion-de-los-milagros-parte-1.

[3] Ilustración contada por Neal Pollard en las conferencias de Polishing the Pulpit.