Palabras que valen la pena recordar

Resumen

Las palabras de Jesús son dignas de recordar; no siempre son lo que queremos oír, pero siempre son lo que necesitamos oír.

Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados. Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado. Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido. En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir (Hechos 20:32-35).

Hay algunas palabras que siempre recordamos. Usted puede recordar ciertas palabras de un discurso elocuente o de algo gracioso que su abuelo solía decir; pero incluso los grandes dichos de Confucio y Platón no son tan memorables como las palabras de Jesús.

Vale la pena recordar las palabras de Jesús ya que estas son diferentes a las de cualquier otra persona. Mateo señaló que Él «enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas» (Mateo 7:28-29). Frecuentemente la gente se reunía en multitudes para oír a Jesús. Marcos escribió en cuanto a una ocasión en que la gente se reunió en Capernaum, «de manera que ya no cabían ni aun a la puerta» (Marcos 2:2). Las palabras de Jesús fueron tan poderosas que en todas partes se llegó a saber que solamente se requería una palabra de Él para sanar (cf. Mateo 8:8) y expulsar demonios (cf. Mateo 8:16). Por Sus palabras también seremos juzgados en el Día final (Juan 12:47-48), y Jesús mismo dijo que Sus palabras son la fuente de la vida eterna (Juan 5:24; 6:63). ¿Quién más tiene palabras tan poderosas? ¿Quién más tiene palabras que sean tan dignas de recordar?

Algo que aprendemos de las palabras de Jesús es que ellas llegan a tener más significado con el paso del tiempo. María no entendió todo lo que Jesús dijo cuando crecía en su hogar, pero ella guardó Sus palabras en su corazón y meditó en ellas (Lucas 2:49-51). Los discípulos no entendieron cuando Jesús dijo que reconstruiría el templo en tres días, pero ellos recordaron tales palabras después de Su resurrección (Juan 2:22). Esto todavía sucede hoy. Yo puedo leer algo que Jesús dijo cientos de veces y obviar su gran significado hasta que una nueva lectura o experiencia abra mis ojos para notar la enseñanza. Por esta razón, no solamente vale la pena recordar Sus palabras, sino también leerlas una y otra vez.

En muchas ocasiones las palabras de Jesús brindan consuelo, como las palabras en cuanto a Su resurrección que las mujeres recordaron cuando descubrieron que la tumba estaba vacía (Lucas 24:8). Algunas veces Sus palabras son difíciles de aceptar, como las palabras que dijo al joven rico (Marcos 10:22) o las que dijo en cuanto al divorcio (Mateo 19:10). Algunas veces Sus palabras son difíciles de recordar, como las palabras que Pedro recordó solamente después de haber negado a Jesús por tercera vez (Lucas 22:61-62). Algunas veces Sus palabras causan ofensa y conflicto, como las palabras que pronunció en cuanto a los fariseos y sus tradiciones vanas (Mateo 15:12). Las palabras de Jesús no siempre son lo que queremos oír, pero siempre son lo que necesitamos oír.

¿Cómo deberíamos responder a Sus palabras? Como María quien se sentó a los pies de Jesús (Lucas 10:39), deberíamos estar ansiosos de escucharlas y atender a cada sílaba. Luego deberíamos hacer que nos «penetren bien en los oídos estas palabras» (Lucas 9:44), para que realicen su hermoso trabajo en nuestros corazones (Salmos 119:11). Deberíamos considerarlas como el credo de nuestra vida, como lo hizo el hombre sabio de la parábola de Jesús, quien construyó su casa sobre la roca sólida (Mateo 7:24-27). Nunca deberíamos avergonzarnos de las palabras de Jesús, ya que entonces Él Se avergonzará de nosotros (Marcos 8:38). Si deseamos, hoy podemos decidir ignorarlas, pero sin importar lo que hagamos con las palabras de Jesús, estas permanecerán para siempre (Mateo 24:35), y un día oiremos a Jesús decir: «Apartaos» (Mateo 25:41), o: «Venid» (vs. 34). Independientemente de la sentencia que escuchemos, ¡estas serán palabras que nunca olvidaremos!