No me haga recordar

Resumen

Todos tenemos fallas que queremos olvidar, y Dios puede ayudarnos al borrar nuestros pecados y quitar nuestra culpa.

Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre los que le temen. Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones (Salmos 103:11-12).

Toda persona tiene memorias que desea poder olvidar. Todos hemos hecho cosas malas que no queremos recordar. Generalmente, podemos dejar atrás tales cosas, pero ocasionalmente, alguien desentierra el pasado y nos hace recordar nuestras fallas antiguas. Si hemos experimentado tal situación, sabemos el dolor y la vergüenza que causa. Algunas veces la gente lleva cargas pesadas hasta la tumba debido a sus fracasos. ¿Qué daríamos por una vida sin tales cargas?

Las buenas noticias que Jesús trajo a este mundo enfermo de pecado es la oportunidad de limpiar completamente nuestra vida. Bajo el Antiguo Testamento, había un recordatorio anual del pecado (Hebreos 10:3) ya que los sacrificios de animales realmente no podían quitar la culpa (Hebreos 10:4, 11). Había perdón en el Antiguo Testamento (Levítico 4:27-35; vea especialmente los vss. 31 y 35), pero la liberación de la culpa no fue concedida por la sangre de los animales sacrificados, sino por la sangre de Jesucristo. Gálatas 4:4-5 dice: «Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley…». Además, en Hebreos 9:15 leemos que Jesús «es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna».

Estos pasajes prueban que el perdón bajo el Antiguo Pacto se fundamentaba en el sacrificio «del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo» (Apocalipsis 13:8). De esta verdad fluye el gozo que tenemos de saber (a diferencia del recordatorio constante en los sacrificios de animales) que Él ya no recuerda nuestros pecados y nuestras obras malas (Jeremías 31:34; Hebreos 8:12; 10:18). Este conocimiento debería tener un impacto profundo en la vida cristiana. El desánimo que viene como producto del recordatorio constante de las necedades pasadas es quitado. Somos fortalecidos y animados para servir al Señor con una conciencia limpia (Hebreos 7:18-19; 9:9-14). Ya que sabemos que Dios no Se aferra a nuestro pasado, podemos acercarnos a Él con tal confianza que solamente Él puede brindar (Hebreos 4:14-16; 7:19; 10:19-23).

Para poder apropiarnos de tal confianza, debemos llegar constantemente a Él de la manera que Él prescribe. Esto es fe bíblica. El autor de Hebreos indicó claramente que solo aquellos que poseen fe obediente tienen la seguridad de esta salvación (5:9). Esto significa que, cuando leemos el enunciado: «si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente» (Lucas 13:5) o «arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados» (Hechos 3:19), debemos decidir dejar el pecado. Cuando leemos el enunciado: «A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos» (Mateo 10:32), debemos reconocer Su nombre supremo en presencia de otros. Cuando leemos el enunciado: «Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados» (Hechos 2:38) o «Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre» (Hechos 22:16), debemos dejar de esperar y someternos a este simple acto de fe. Finalmente, cuando leemos el enunciado: «Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo» (Hebreos 3:12) o «Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida» (Apocalipsis 2:10), debemos continuar fielmente en Su servicio incluso en frente de la muerte. Si tenemos esta clase de fe, Él nunca nos hará recordar de nuestros pecados pasados. ¿Ha sido su vida limpia de sus pecados pasados?