Nada de Mí

Resumen

Aprendamos del Hijo de Dios; Él Se humilló para servir y morir por el hombre, y por ende Dios Lo exaltó sobre todas las cosas.

Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Filipenses 2:5-8).

El 20 de enero de 1961, el nuevo presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, dio su famoso discurso que concluyó con las siguientes palabras: «No pregunte qué puede hacer su país por usted, sino pregunte qué puede hacer por su país… No preguntemos qué hará los Estados Unidos por nosotros, sino qué podemos hacer nosotros juntos por la libertad del hombre». De todas las virtudes que el cristianismo enseña, la autonegación es una virtud principal, ya que, si no aprendemos a negarnos y poner a Cristo primero, nunca sabremos lo que realmente significa ser discípulos de Jesús.

El mundo sugiere que debemos buscar el primer lugar

La ambición egoísta es la marca del mundo. Cuando surgió tensión entre los obreros de Abraham y Lot, Abraham dijo a su sobrino que tuviera la primera elección de la tierra que estaba delante de ellos, y Lot escogió la llanura bien regada del Jordán, y puso «sus tiendas hasta Sodoma» (Génesis 13:10-12). Cuando Dios dio la victoria a Israel en Jericó y les prohibió que tomaran el botín, Acán codició ciertos artículos y los tomó (Josué 7:21). ¿Quién se enteraría? Lot no solamente perdió su fortuna en Sodoma, sino también a sus yernos, su esposa, su honor, la pureza de sus hijas y la buena fama que había adquirido (Génesis 19:24-26, 30-38). Acán no solamente perdió su vida y a su familia, sino también causó que Israel huyera delante de sus enemigos débiles y perdiera treinta y seis hombres (Josué 7:4, 25). Dios ha ofrecido un camino mejor y una vida más feliz, pero para recibir estas bendiciones, debemos confiar en Él, especialmente cuando las cosas no van de la manera en que queremos.

Cristo nos enseña a preocuparnos más de los demás que de nosotros mismos

Él enseñó a Sus discípulos que no busquen la gloria personal. Cuando la madre de Jacobo y Juan requirió posiciones altas en el reino para sus hijos (Mateo 20:21-22), Jesús les dijo: «Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así» (vss. 25-26). Él les dijo que, en cambio, fueran siervos de los demás. Incluso dijo que el mayor en el reino de Dios es el que sirve, así como Él había llegado a la tierra para servir (vss. 26-28). Él les enseñó a ser humildes como los niños pequeños (Mateo 18:3-4; Lucas 18:16), y demostró tales virtudes tanto en Su vida y en Su muerte. En vez de agradarse a Sí mismo, sufrió reproche por el bien de los demás (Romanos 15:3). En vez de demandar que Sus discípulos Lo sirvieran, lavó los pies de ellos (Juan 13:3-17). Cambió las riquezas del cielo por la pobreza para que nosotros llegáramos a ser ricos espiritualmente (2 Corintios 8:9). Dejó Su lugar de igualdad con el Padre y Se humilló al estado de siervo para la gente común (Filipenses 2:5-7).

Aprendamos a negarnos completamente

Debemos aprender a pensar primero en los demás (1 Corintios 10:23-24). Nuestra meta debe ser no ofender innecesariamente, sino ser pacíficos (1 Corintios 10:31-33). Para lograr esto, primero debemos morir a nuestro yo al dejar el viejo hombre que está corrupto y vestirnos del hombre nuevo (Efesios 4:20-24). Jesús dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, este la salvará» (Lucas 9:23-24).

Si vive para sí mismo, nunca hallará la felicidad. Aunque no sabemos mucho en cuanto a Satanás, aparentemente el orgullo fue su caída (1 Timoteo 3:6). Cuando nos exaltamos, nos exponemos a la caída. Aprendamos del Hijo de Dios; Él Se humilló para servir al hombre y morir por él, y por ende Dios Lo exaltó sobre todas las cosas (Filipenses 2). Que esta misma actitud esté en nosotros.